El día de los héroes

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«Buenas noches, Deku. Intenta no soñar conmigo.»

Esas habían sido las últimas palabras que le había dirigido Kacchan antes de marcharse a su habitación. Pero, ¿cómo no iba a soñar con él después de lo que había ocurrido? Cuando por fin había conseguido dormirse después de decenas de vueltas en la cama, la imagen del rubio había aparecido nítida en sus sueños.

Izuku se encontraba en unos jardines contemplando los pétalos que caían de los cerezos en flor como una lluvia rosada. El sol brillaba en el cielo. Se dio la vuelta para mirar el edificio que se encontraba a su espalda. Le resultaba familiar, pero no recordaba de qué. Caminó por los exteriores, fijándose en las paredes grises y en los grandes ventanales. Se parecía a su antiguo instituto.

De repente, alguien lo agarró de la mano y jaló de él hacia un callejón ensombrecido. Era un chico al que no podía ver la cara: la llevaba cubierta por una capucha. El desconocido lo colocó contra una de las paredes de manera un poco brusca. A principio, sintió inquietud, pero cuando vio los ojos rojos de Kacchan, el miedo desapareció por completo.

—Kacchan, eres tú... —suspiró.

—Shhh —lo mandó a callar el rubio, besándolo en la boca.

Izuku dejó escapar otro suspiro mientras Kacchan lo agarraba de la cintura con una mano y le levantaba la barbilla con la otra. Pasó sus manos por los hombros del chico y las enlazó por detrás de su cuello. ¿Desde cuándo Katsuki era tan alto? Tenía que alzar la cabeza completamente para pudiera acceder a sus labios.

Kacchan enredó su mano entre sus rizos y profundizó el beso introduciendo lentamente la lengua en su boca. Izuku temblaba entre sus brazos.

Se separaron unos instantes para respirar. Apenas unos segundos. Izuku inhaló el dulce aroma de la colonia de Kacchan y lo miró a los ojos antes de tirar de él suavemente para volver a besarlo. Kacchan lo apretó contra la pared y metió una de sus manos bajo la camiseta de Izuku. Sus dedos acariciaron la piel del héroe enviando una corriente eléctrica a través de la columna de Izuku. Después, introdujo su pierna derecha entre las del joven de ojos verdes y la movió hacia arriba y hacia abajo para rozar la entrepierna del chico.

—Kacchan... —gimió Izuku.

—Deku... —contestó el villano, abandonando sus labios para encargarse de su cuello, propinándole besos, mordiscos y lametones por igual.

Izuku cerró los ojos y se dejó llevar por las maravillosas sensaciones que invadían su cuerpo con cada roce y con cada beso de Katsuki. Y de repente, algo cambió.

—Deku...

Esta vez, la voz de Kacchan no había sonado sensual y seductora. Había sido un gruñido, una voz grave que conllevaba una advertencia, o quizás una amenaza. Izuku abrió los ojos. El Katsuki que se encontraba frente a él ya no era el mismo que segundos antes había estado besándolo y tocando su cuerpo. Era un Kacchan más joven, adolescente. Iba vestido con el uniforme negro propio del instituto y su expresión estaba llena de rabia y odio.

Se miró a sí mismo. Él también era más joven y llevaba el mismo uniforme. Su cuerpo había vuelto a ser débil y escuchimizado. Kacchan lo golpeó contra la pared y lo agarró por el cuello del uniforme con fuerza.

—¿Qué sucios trucos has utilizado para que te acepten, eh? —preguntó con tono peligroso, amenazador—. ¡Se suponía que yo debía ser el primero en entrar en la UA y tú lo has estropeado todo! ¡Te dije que fueras a otro jodido sitio!

Izuku tragó saliva. Volvía a temblar, pero esta vez sí que tenía miedo. Su yo adolescente tenía miedo de ese joven impulsivo y temperamental que lo agarraba de la ropa y le gritaba a la cara.

El hilo rojo (Bakudeku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora