Un pequeño momento de libertad

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16 de octubre. Había pasado casi dos semanas desde que Katsuki había hablado por última vez con Deku. Durante ese tiempo, había intentado relacionarse más con su grupo de amigos, especialmente cuando sabía que Arata o alguien cercano a él lo estaba observando. Quería aparentar normalidad. Su rostro no debía mostrar la más ligera preocupación o sospecha.

Desde que Deku había hablado con él y le había explicado lo ocurrido con los hombres de Arata, se había estado fijando y se había dado cuenta de que siempre había alguien vigilándolo de cerca, especialmente cuando salía a la calle. Sin embargo, parecía que Arata había empezado a convencerse de que Deku se había marchado de Shinjuku y con el paso de los días, la vigilancia fue a menos.

Aquella noche celebraban el cumpleaños de Kirishima en el hotel. Arata había organizado una gran celebración, al igual que hacía cada vez que uno de sus "trabajadores" cumplía años, para agasajarlo con comida, bebida y regalos. Había contratado a uno de los mejores catering de la ciudad y había encargado una tarta de varios pisos. Toda la comida se había dispuesto encima de una larga mesa que se había dispuesto en el salón principal del hotel.

Katsuki fingía divertirse a pesar de que su cabeza estaba llena de ideas que lo perturbaban. Intentó con todas sus fuerzas que la preocupación no se reflejara en su rostro y de vez en cuando le reía las bromas a algún compañero o seguía la conversación del grupo con aportes mínimos, pero necesarios para hacer creer a todos que su mente continuaba en la fiesta.

Sentía una mirada fija en él y se volvió levemente. Sato Yukio lo miraba desde su asiento, al otro lado de la habitación. Decidió ignorarlo, como había estado haciendo las últimas semanas, y se llevó un trozo de salmón a la boca mientras Sero le servía un poco más de sake.

—Pobre Sato —escuchó que decía Ashido, y volvió su atención hacia ella—. ¡Bakugo-kun, estás siendo malvado con él! —le reprochó con un mohín.

Katsuki frunció el ceño.

—¿De qué hablas, ojos de mapache?

—El otro día estuve hablando con él, Bakugo —explicó Kaminari—. Parecía muy afectado porque no lo has buscado durante las últimas semanas.

—¿Sato y tú habéis estado hablando de mí? —preguntó Katsuki. Su tono se había ensombrecido.

—¡Sí, tío! No puedes ir follando por ahí a lo loco sin pensar en los sentimientos de los demás —continuó Kaminari.

Ashido lo secundó.

Los labios de Katsuki se movieron, luchando por formar una mueca de rabia, pero sabía que no podía mostrar sus verdaderos sentimientos allí delante de Arata y de Yukio. Se bebió su sake de un trago y dejó el vaso de cerámica sobre la mesa con un golpe. Su rostro mostraba una sonrisa peligrosa.

—Eres un reverendo imbécil, Kaminari —le dijo entre dientes.

—¿Eh? ¿Por qué dices eso? —Katsuki se levantó y caminó hacia la salida de la habitación—. ¿A dónde vas?

—Al baño —gruñó.

Caminó hasta el cuarto de baño más cercano, respirando profundamente para no estallar. Ahora todo encajaba. Arata había enviado a Sato a investigar y el idiota de Kaminari le había servido toda la información en bandeja. Estaba claro que no podía confiar en nadie.

Una vez en el baño, abrió el grifo del lavamanos y metió su cabeza bajo el chorro de agua. Le estaba costando muchísimo fingir que no ocurría nada mientras Arata tenía su mirada fija en él para notar cualquier insignificante cambio en su expresión.

—A mí no me engañas, ¿sabes? —dijo una voz a su espalda. Por el espejo del baño pudo ver la sonrisa de Kirishima—. Has estado toda la noche terriblemente tenso. ¿Ha pasado algo que no sé?

El hilo rojo (Bakudeku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora