14 La lluvia no moja tanto... (Ariel)

31 5 0
                                    


Ya era de noche cuando volví a abrir los ojos. Estaba tumbado sobre la cama de mi cuarto, aunque no sabía como había llegado hasta allí. Me dolía un poco la cabeza y tenía las mejillas ardiendo. Apenas me había sentado en el borde de la cama para poder mirar por la ventana la oscuridad, cuando llamaron a la puerta.

—Ariel, bebé ¿Estás despierto?—Lola llamó a la puerta y luego la abrió un poco, en cuanto vio que había luz encendida entró dentro. Me giré para dedicarle una sonrisa—. ¿Cómo te encuentras? No has bajado en toda la tarde.

—Estoy bien, nana—mentí y me puse de pie—. Es que ha sido un día muy largo.

—Lo sé—ella llegó hasta mí y me agarró de las manos—. Pobre de Ash, y su familia... Ah, estaba destrozada.

—Nana, ahora no quiero hablar—negué con la cara y me solté de ella.

—Bueno—me dio una palmadita en el trasero y me empujó hasta la puerta—. A lo mejor conmigo no, pero tienes una visita.

Me giré con la boca abierta y con los ojos como platos. Jamás, desde que Ash desapareció había tenido ni una sola visita. Yo era el chico invisible, nadie había venido a mi casa por nada.

— ¿Una visita?—suspiré—. ¿Quién?

Sabía que no podían ser ni Emm ni Caleb por que habían estado allí aquella misma tarde.

—Theo Steele—sonrió ella—. Anda baja, le he dejado en la sala. Yo os prepararé unos Sándwiches.

Entonces ella salió por la puerta a toda prisa y yo corrí hasta el espejo de pie que tenía en una esquina de mi cuarto. Aún llevaba la camisa blanca y los pantalones del traje negro que me había puesto para el funeral, así que a toda prisa, me quité los pantalones y me puse unos Adidas para hacer deporte y una camiseta de hilo de color azul claro. Me peiné con los dedos y suspiré al ver el sonrojado de mis mejillas.

—Hola—susurré en cuanto entré en el salón. Theo estaba frente a la chimenea, admirando las fotografías que había encima de esta.

Theo se giró y luego se encogió de hombros y caminó hasta quedar frente a mí, casi junto a la puerta. Me miró y luego me agarró de una mano.

—Siento lo Ash—me dijo—. ¿Cómo estás?

—Más o menos—le dije—. Pero no es cierto, no lo sientes. No te caía bien Ash, me lo dijiste en la playa.

—Lo siento por ti—me apretó la mano con fuerza—. Yo no pienso que morir te convierta en una buena persona, y Ash no lo era. He leído los periódicos, si alguien le mató probablemente tenía buenas razones. Quizás se lo mereciera.

—No puedo creer lo que dices—me separé de él y caminé hasta la chimenea, mirando mis fotos, como él había echo antes, y dándole la espalda—. ¿Cómo puede alguien merecerse acabar así?

—Ariel...

—No—le corté—. Ya sé que Ash se portó mal con mucha gente. Que eran un chico tan envidiable como odioso, pero no era una mala persona, yo no creo que se lo mereciera y espero que encuentren a su asesino pronto.

Durante un momento solo reinó el silencio. Luego escuché sus pasos acercase a mí lentamente. Un suspiró encima de mi hombro y luego su mano de nuevo sobre la mía, por detrás.

—Perdona—susurró—. Es que no logro entender como alguien como tú, tan bello por fuera, pero más por dentro, podía ser amigo de alguien que vivía para torturar a los que no le bailaban el agua.

—Te hacía sentir especial—le conté—. Podía ser sincero. Oh... cruelmente sincero. Pero no nos abandonó nunca. Siempre podías contar con él. Y se enfadaba y luego volvía como si no hubiese pasado nada. O si tú te enfadas y decías algo hiriente, jamás permitía que te disculparas. Solo te abrazaba y te decía: "Lo sé, sé que lo sientes, no te preocupes" y eso te hacía sentir importante, como si él te necesitara del mismo modo que tú a él. Aunque sabíamos que no era así.

MUÑECOS DE CRISTALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora