18 Todo lo extraño... (Emmett)

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Parece antiguo—fui yo quien se agachó para recoger el pequeño USB del suelo—. ¿Qué hace ahí dentro?

—Yo...—Ariel comenzó a temblar y a mirar hacia todos lados. Vale, mi amigo el paranoico necesitaba una tila—. Yo no lo sé. No es mío y yo no lo he puesto ahí. ¡Ni siquiera sabía que esa cosa se abriera!

—Vale, baja la voz—siseé entre dientes—. Te creemos—miré a Cal y este asintió—. Pero eso quiere decir, que sí tú no lo has puesto ahí...

—Fue Ash—mi amigo suspiró y miró hacia el suelo—. Él me lo dio para que yo lo tuviese.

— ¿Por qué? ¿Qué tendrá?—Caleb comenzó a deambular a nuestro alrededor—. ¿Y cómo sabe A que estaba guardado ahí dentro? ¿Y por que quiere que lo encontremos?

— ¡No lo sé!—gritó Ariel—. Dios, Cal, para, solo son las ocho y media y ya me va a explotar la cabeza.

—Vale, parad los dos—siseé—. Nos está mirando todo el mundo y yo tengo una reputación que mantener ¿Recordáis?

—Tenemos que ver lo que Ash guardó ahí dentro—Cal señaló el USB que yo aún sostenía entre mis manos.

—Sí, estoy de acuerdo, pero ahora no—lo metí de nuevo en la bola y luego la cerré y se la devolví a Ariel—. ¿Sigue tu padre de viaje?

Mi amigo asintió una sola vez mientras guardaba la bola en su taquilla.

—Pues después de clase nos vemos en tu casa—les dije—. Y por favor, no saques la bola a pasear. Es patético.

Puse los ojos en blanco mientras Ariel me sacaba la lengua. Luego me giré y entré en clase a toda prisa. La mañana se pasó muy pesada por que estaba ansioso por saber lo que escondía esa memoria. Por lo menos pude distraerme en el entrenamiento.

—Buen partido chicos—aplaudí cuando entré en el vestuario—. Buena suplencia, Mike—choqué los cinco con él—. Sean tenía razón, eres bueno.

—Gracias, capitán—el chico asintió feliz y yo me dirigí hacia el fondo, donde se encontraba mi taquilla.

— ¿Te encuentras hoy mejor?—Andy pasó por detrás de mí y se apoyó en la taquilla contigua, que no era la suya—. ¿Puedo hacer algo por ti?—se insinuó.

Yo tragué saliva, incómodo, y miré para ambos lados. Había pasado todo el día con el corazón encogido pensando que en cualquier momento alguien me iba a mirar riendo y me iba a enseñar el video en el que él y yo lo hacíamos en aquellos mismos vestuarios. Pero no había pasado nada, al parecer yo había cumplido y A también.

—Ahora no, aquí no—siseé entre dientes y dejé de mirarle, ignorándolo para que se fuera de allí y me dejase en paz.

— ¿Vuelves a ser un capullo?—ironizó—. Por que anoche...

—He dicho...—le pegué un puñetazo a la taquilla y el metal resonó por todo le vestuario—, que ahora no.

—Vas a volverme loco, tío—Andy suspiró, negó decepcionado, se echó su mochila al hombro y se marchó a toda prisa fuera de allí.

Caminé hacia atrás y me senté en uno de los bancos con las manos sobre la cara. Creo que iba a darme un ataque o algo así. O a lo mejor el que se volvía loco era yo.

Lola me abrió la puerta de los Prior y para cuando llegué a la sala de estar, Ariel y Caleb ya estaban tirados en el suelo, inclinados sobre el ordenador que estaba apoyado sobre la mesita auxiliar del salón.

—Llegas tarde—me reprochó Ariel.

—El entrenamiento se alargó—dejé mi mochila sobre el sofá y me senté al lado de los chicos—. Por cierto, tú hermano es muy bueno lanzando—le dije a Caleb quien me miró con sarcasmo. Yo sacudí la cabeza—. Venga, a ver que hay ahí de una vez.

MUÑECOS DE CRISTALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora