12 El negro nunca fue su estilo... (Emmett)

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Vive rápido, muere joven y deja un bonito cadáver—mi risa sonó como lo que era, un lamento, mientras subía los escalones de la catedral de San Vicente, en Baltimore Street.

Había llegado al aparcamiento con mis padres, pero allí yo me había tomado un momento para asimilar todo lo que había pasado desde que habían encontrado el cuerpo de Ash ¡Que horror! Hacía ya una semana, en el sótano de su casa.

—Popular vivo y muerto—susurró Ariel a mi lado.

A él le habían traído Alejando y Lola, que tras verme, habían subido al interior de la catedral y habían dejado a mi amigo a mi lado. Me había agarrado la mano y habíamos llorado un momento.

—Es la inmortalidad, amigos míos—tras nosotros, Caleb, que había llegado junto a toda su familia, se puso a nuestro lado y yo solté la mano de Ariel—. ¿Recordáis?

Todas aquellas frases habían salido de la boca de Ash el verano en el que desapareció, en una conversación demasiado macabra para recordar.

—Esto parece un puto circo—me quejé.

Ya todo el mundo había desfilado al interior de la catedral y se había sentado en uno de los grandes bancos de madera, habían observado su gran foto colocada en el centro y habían olido el aroma a rosas blancas y jazmín.

—Solo él podía morir como vivió—dijo Ariel, suspirando entre sollozos—. A lo grande.

La familia de Ash había programado una misa en su nombre en la catedral y luego todos iríamos a depositar sus cenizas al panteón de la familia en el cementerio de Greenmount.

—Chicos, oh, chicos—Penélope Morrison nos abrazó uno por uno sin dejar de llorar—. He dispuesto que os sentéis delante, junto a la familia—dijo—. A Ash le habría gustado.

—La acompañamos en el sentimiento, señora Morrison—se apresuró Ariel mientras se limpiaba una lágrima de los ojos.

De repente todo lo que podía escuchar era el chasquido de los tacones de la mujer caminando por en medio de las hileras de bancos, y nuestras propias pisadas tras ella, sin dejar de atisbar las miradas de todo el mundo y los cuchicheos: ¡Mirad, el grupito ha vuelto a reunirse para despedir a su líder!

Y no es que no sintiera pena por Ash, yo le había querido. Él había sido mi mejor amigo. Pero aún y estando muerto su sombra se cernía sobre nosotros. Por encima de nuestros logros estaban los suyos, por encima de nuestra belleza, la suya, por encima de nuestra risa, la suya... Y ahora, por encima de nuestra vida, su muerte. Por que pese a todo lo que consiguiéramos, ahora solo éramos para todos, los mejores amigos del chico que desapareció y que ahora estaba muerto.

— ¿Cómo te enteraste tú?—me preguntó Caleb—. Yo estaba en el baño y escuché el cotilleo. Fue horrible, me senté encima de la tapa del inodoro y no pude salir como en media hora.

—Alguien me dijo que Ariel se había desmayado en clase y el porqué—suspiré—. También ha sido un Shock para mí. Yo me imaginaba que estaba en el caribe, poniéndose moreno, bebiendo mojitos y riéndose de nosotros con alguna súper modelo.

Se escuchó un ruido al cerrar las puertas de la catedral y me giré. Mis ojos se dieron de lleno con los de Andy, que se había sentado en la penúltima fila junto a su hermana y a Theo Steele. El chico me saludó directamente con la mano, pero yo me hice el disimulado y aparté la mirada. No quería que nadie me relacionara directamente con él.

De pronto vibró mi móvil y lo saqué antes de que el órgano comenzara a sonar por toda la iglesia. A nuestras espaldas seguían entrando allegados al funeral.

MUÑECOS DE CRISTALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora