17 Si el recuerdo fuera feliz... (Ariel

33 4 0
                                    


Sabía que se acercaba por el pasillo por el simple y familiar ruido que hacían sus zapatos. Era inconfundible.

—Ey—me lancé a darle un abrazo en cuanto le vi apoyado en la puerta, con su pose chulesca y su mirada indiferente—. Qué moreno estás.

—En Atlantic hace sol casi todo el tiempo—respondió mi mejor amigo—. El clima es estupendo. Te invitaré la próxima vez que vaya a ver a mi abuela.

— ¿Cuándo has vuelto?—me senté en la cama y tiré de él para que se sentara conmigo—. Te hemos echado de menos.

—Ariel, solo he estado fuera dos semanas—rió como si nada. Era evidente que él no nos había echado de menos para nada—. No te pases—y me soltó las manos.

—Perdona, es solo que me alegro de verte—incliné la cabeza, algo avergonzado por mi entusiasmo—. ¿Y como está tú abuela?

—Más vieja—elevó la mirada e hizo una mueca—. Pero si quiero heredar tengo que ir todos los años. Lo odio. Cuando tú vengas será más divertido. Además, tengo que presentarte a alguien que he conocido.

— ¿Has ligado?—tragué saliva. No quería saber la respuesta.

—Parece que te extraña—se puso de pie y caminó por mi cuarto de un lado a otro, luego se detuvo en la ventana—. Nene, ligar no es gran cosa para mí. ¿Tú me has visto?

Se giró y se pavoneó, como siempre, de su imponente físico de triatleta.

— ¿Y es guapo? ¿Cómo es?—intenté sonsacarle.

— ¿Guapo?—rió—. Por favor. Lo de Andrew Campbell fue por diversión, y solo dejé que me la chupara un poco—rió de nuevo—. Solo me apetecía probar. Y tienen razón, los chicos la chupan mejor. Pero no te equivoques—me miró más serio—. Yo no soy marica.

—Así que era una chica—bajé la mirada—. Lo siento, yo creía...

—No te disculpes—se sentó en la cama y me sonrió mientras me ponía un dedo bajo la barbilla mientras me sonreía de esa manera que te hacía sentir único y especial—. Ya te he dicho que nosotros no pedimos perdón. Nunca. Además no tengo mucho tiempo. Tengo que hacer algunas cosas antes de la fiesta de esta noche. Solo he venido a darte esto.

Y se metió la mano al bolsillo y sacó una pequeña esfera de cristal de esas que cuando la agitas se llena de nieve falsa. Dentro tenía un bailarín de cerámica diminuto.

—Es el principito—le dio la vuelta y me enseñó la inscripción—. La vi en un mercadillo en Ocean Pines y me acordé de ti. Es muy antiguo. No se lo digas a los otros por que no he traído nada para ellos.

—Oh, gracias—susurré—. Es precioso.

—Se cuanto te gustan estás cosas—me acarició una mano—. Y sé que lo cuidarás bien por que te lo he regalado yo. Eres mi preferido, Ariel, por que eres el más cauto, por eso no podría dejar esto en mejores manos.

—Vale, lo pondré en un lugar seguro—agarré la bola y la miré de nuevo como si fuera un tesoro—. Gracias por pensar en mí.

—Sí, ya—entrecerró los ojos y luego bailó hasta la puerta—. Nos vemos luego. Adiós.

Y se fue.

Y yo desperté de golpe sobre la cama. Sobresaltado y con el corazón latiendo a mil por hora. Estaba sudando y me temblaba todo el cuerpo. Había soñado con Ash. Con él y con una conversación que acababa de regresar a mi mente por una carta que había recibido de A diciendo exactamente las mismas palabras que Ash me había dicho horas antes de que desapareciera. O bueno, más bien de que lo asesinaran. ¿Cómo era posible? De repente un escalofrío me recorrió todo el cuerpo.

MUÑECOS DE CRISTALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora