15 Exhibicionismo... (Caleb)

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Cuando Enzo salió del cuarto de baño, todo mojado y con tan solo una toalla alrededor de su cintura, yo ya estaba desnudo, estirado boca abajo sobre la cubierta de su cama.

Él tragó saliva al verme así, y a mí, por supuesto que también se me secó la boca al verle así. Tenía un cuerpo perfecto. Un abdomen plano y caderas estrechas. Sus ojos conectaron con los míos y ambos sonreímos.

—Caleb...—susurró—. ¿Qué haces?

Solo me había abrazado cuando yo lo había necesitado, y de eso hacía ya como cuatro horas. Luego nos habíamos besado y metido mano en el sofá, y luego me había preparado algo de comer para acabar besándonos y metiéndonos mano de nuevo. Más tarde él había querido darse una ducha antes de dormir y yo había decidido que era una buena idea esperarle de esa forma para dar un paso más en nuestra rara relación. Ahora ya no estaba tan seguro al ver su cara.

—Creo que deberíamos pasar a la siguiente fase—apoyé un codo sobre la cama y me sostuve la cabeza para mirarle. Él dejó de mirarme el culo y me miró a los ojos.

— ¿Fase?—tragó saliva y luego se sostuvo la toalla y dio un paso hacia atrás. Por un momento creí que se iba a encerrar en el baño, asustado—. ¿Qué es eso de fase? Te refieres a...—se rascó la nuca, indeciso.

—A sexo—asentí y alcé una ceja—. Quiero que me hagas el amor.

Enzo se quedó de nuevo muy quieto. No dijo nada, seguía comiéndome con la mirada, pero no reaccionaba. ¿Qué pasaba? En el bar había sido más lanzado. No era tímido.

— ¿No quieres?—tiré de la colcha y me tapé, sintiéndome algo rechazado—. Pensé que te gustaba ¿No te parezco atractivo?

— ¿Qué?—dio un paso hacia mí y abrió los ojos de par en par. Bueno, por lo menos había reaccionado—. No, tú... no. Dios, eres perfecto, muy atractivo. Eres precioso, Caleb.

— ¿Entonces?—me senté encima de la cama—. No creo que seas virgen ¿Qué es lo que ocurre?

—No soy virgen—me aclaró mientras se sujetaba la toalla para que no se le escurriera, yo deseaba que cayera al suelo de una vez—. Es mucho más complicado. Yo... yo no quiero acabar en la cárcel.

— ¿Y eso a que viene?—alcé una ceja, confundido.

—Eres menor de edad, Caleb—susurró—. Es una locura. Además, soy tú profesor.

—Nos hemos enrollado ¿No hemos pasado por eso ya?—dudé—. Además, sí lo elijo yo no pasa nada—me senté con las piernas colgando de la cama, dudando en si correr a por él para convencerle o era ya una decisión tomada—. Tú no me obligas y no me violas si es consentido. Y yo te elijo. Tengo diecisiete, prácticamente soy un adulto.

—Caleb, no sé...—se mordió un dedo. Era evidente que sí que quería acostarse conmigo—. Me podrías hacer mucho daño por esto. Sí alguien...

—Nadie lo va ha saber—ahora si que me paré y dejé caer la cubierta para que él me viese desnudo.

Por un momento dejé que me mirara así, con un deseo oscuro en su mirada. Luego, cuando noté que su respiración se aceleraba me acerqué a él y le rocé los brazos con las manos.

—No voy a presionarte—me incliné y le di un beso en el centro del pecho—. Sí quieres esperar, lo entiendo. No pasa nada.

De nuevo me miró como si nada, intensamente, pero sin decir ni una sola palabra.

—Voy a vestirme entonces—le sonreí y me di la vuelta.

Entonces fue cuando me agarró de la mano y me hizo girarme otra vez. Y antes de que pudiera reaccionar, su lengua ya invadía mi boca y sus manos ya me apretaban contra su cuerpo. Le rodeé por la espalda con las mías y alcé la cabeza para corresponder a su fiero beso. Esto ya no era un simple juego de caricias labiales, era puro fuego y pura pasión desbocada. En un arrebató, metí mi mano por debajo de su cintura y deshice el nudo de su toalla. De inmediato la tela resbaló por sus piernas y cayó sobre mis pies.

MUÑECOS DE CRISTALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora