27 El sexo ¡Prohibido con él!... (Caleb)

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El viernes por la tarde, apagué la radió de mi cuarto y bajé al salón de casa. El DJ local había estado hablando del Foxy durante una hora. Hacía que pareciera como el lanzamiento de un cohete a la luna o de discurso presidencial, en vez de un simple acto de beneficencia.

—Sean ha llamado—dijo mamá, mientras removía la cacerola con comida en el fuego—. Dice que se retrasará cinco minutos.

—Que considerado—se burló papá mientras metía las manos para rodear a mamá por la cintura. Luego alzó la cabeza y me miró—. Que guapo.

Me había puesto una camisa de lunares azules y unos pantalones de vestir de color oscuro, junto con una americana gris con los puños de terciopelo marrón claro, a juego con los mocasines. Sí, era una ocasión especial, no por la cita con Sean, que ya me caía bien, si no por que por fin, aquella noche descubría quien era A.

—Así que al final has caído ¿Eh?—Mike me dio un codazo y yo me quejé—. Sean Kahn es un partidazo. Has hecho lo correcto.

—No es mi novio—me quejé—. Solo vamos a salir por ahí, como amigos, me cae bien.

—Deberías decirle que sí.

—No voy a acosarme con él para que tú puedas escalar en el hockey—puse los ojos en blanco.

—Hablando de cosas que no quiero oír—papá frunció el ceño—. ¿Llevas protección?

— ¡No voy a acostarme con él!—hipé—. ¡Dios, sois...! Ag, esperaré a Sean en el porche.

Sean aparcó el Audi en un terreno desolado tras "El centro cultural" de Maryland. A la izquierda había una alambrada y a la derecha, las vías del tren.

—Gracias por venir conmigo—Sean me agarró de una mano y me ayudó a salir del coche.

Le sonreí, acepté su mano y salí del coche mientras le miraba de lado. Tenía el rostro tan cincelado y la ropa le sentaba tan bien, pero sin el típico aire de "Estoy bueno y lo sé" de los demás chicos de Maryland. Y eso era lo que empezaba a gustarme de él.

—Me gusta mucho estar contigo—sonreí—. Es agradable.

No todos los chicos de la zona sur iban a venir. Yo había supuesto que Sean y su pandilla del entrenamiento habría preferido pasarse la noche de fiesta, bebiendo cerveza y jugando a la PlayStation en casa de alguno de sus amigos. Sin embargo se había puesto un traje Armani y me conducía de la mano a través del caminó lleno de farolillos hacia la puerta de la torre "Hollis" justo el edificio principal del Cultural Center.

—Hace unos años mi hermano y yo veníamos al descampado a jugar—confesó—. Una vez vimos a una pareja haciéndolo. Al principio no nos vieron pero luego pisé una rama y echamos a correr. Fue divertido.

—Estoy seguro—solté una risita—. Yo me moriría de vergüenza.

— ¿Cómo? ¿Nunca lo has hecho en público?—me preguntó.

—No—negué de inmediato y sin para de reír.

Guardamos silencio un momento. No estaba seguro de como me sentía. Un poco incómodo, pero de buen rollo.

—Sean, con respecto al secreto que me contaste en tú coche—recordé—. ¿Por qué crees que sientes que ya no quieres seguir siendo virgen?

—Ah—suspiró y durante un momento se sentó en un banco de piedra del recorrido que había desde el aparcamiento hasta las puertas. La luz de los farolillos le hizo brillar el pelo engominado—. Yo empecé a ir al club Uve por que de repente, en cuanto empezamos el penúltimo curso todo el mundo parecía haber crecido de repente y tenían prisa por las chicas y por el sexo. Me sentía raro, no estaba preparado y decidí ir allí para saber si alguien más se sentía como yo.

MUÑECOS DE CRISTALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora