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Yuuri estaba ansioso mientras avanzaba por el pasillo del hospital local, se dirigía al departamento de ginecologia y obstetricia motivado por su madre después de esos días de incertidumbre en los que se la pasaba durmiendo y sin apetito, había ido por un dolor abdominal, le ordenaron unos análisis de sangre y acabó siendo guiado hasta el área que menos pensó que pisaría. Al llegar tocó la puerta suavemente, una confortable voz le indicó que entrara. Se adentro con timidez y echó un rápido vistazo al doctor. Estaba de pie tras el escritorio, era muy joven y alto, con una radiante sonrisa.

—Soy el doctor Nowaki Kusama, tome asiento, por favor.

Yuuri avanzó dudoso, se sentó al mismo tiempo que lo hacía el doctor.

—El doctor Akari se tomó el día, así que tengo el deber de entregar sus resultados y resolver cualquier duda que surga mientras le explico lo que significan estos jeroglíficos médicos.

Expresó sonriente y Yuuri hizo una mala imitación del gesto, consiguiendo una sonrisa tensa.
Asintió, ya una vez había estado en esa situación. Sin embargo, como ya sabía, él ya no podría tener bebés, era una ridiculez y conocía el resultado. ¿Por qué lo habían enviado allí en primer lugar?

—Yo, no puedo tener bebés.

Se adelantó, el doctor sonrió ampliamente.

—Parece convencido ¿Eso se lo ha dicho un especialista?

—Si, el doctor de mi marido...

Se mordió los labios, él ya no era su marido.

—De acuerdo.

Le explicó con paciencia lo que venía en la hoja de los estudios y Yuuri asentía aunque no entendía ni pa, ni pi, el doctor Kusama volvió a sonreír y lo dijo de una manera simple.

—Parece que tiene cuatro semanas de gestación, felicitaciones señor Katsuki. Su esposo de seguro se alegrará por la noticia.

Yuuri tragó saliva, salió del consultorio con las piernas tremulantes, se sentó en una de las sillas de la sala de espera sujetándose el vientre. Un embarazo. Llevaba por lo menos dos años creyendo que era infertil. Había preguntado al doctor cuáles eran las posibles razones de que todo ese tiempo no se había embarazado y el había insinuado que se había cuidado muy bien. Un pensamiento cruzó por su mente pero ya a esas alturas no le sorprendía que Jean hubiera orquestado toda esa farsa de su inestabilidad hormonal y su rechazo a los supresores. Sin embargo, si en todo ese tiempo había conseguido no embarazarlo ¿por qué ahora? Además, hace un mes no sólo durmió con él, sino también... Se llevó las manos a la cabeza tirando de sus cabellos como si tuviera la intención de arrancarse esos pensamientos. Tendría un bebé y ni siquiera sabía quién era el padre. Y aunque lo supiera, nada cambiaría. Se planteó seriamente qué haría al respecto, pero sin duda quería quedarse con él.

—¿Qué tienes?

Su hermana mayor lo ayudó a ponerse de pie, enredó su brazo en el suyo guiándolo hacia la salida.

—Mari, vayamos a la playa.

—Oye, no tienes una enfermedad terminal o algo por el estilo ¿verdad?

Pareció alarmada y Yuuri soltó una carcajada.

Ella lo acompañó sin hacer más preguntas, tomaron un taxi hasta el mar. Dejaron el calzado a un costado, cerca de las rocas, y caminaron por la arena descalzos.

—Es tan suave y cálida.

—Ahora que lo dices, vivimos cerca de la playa y aún así nunca habías querido venir.

Yuuri enterró los pies en la arena disfrutando de la sensación tan placentera, era como caminar sobre la seda.

—En ese entonces en todo lo que podía pensar era en bailar.

DOCTOR DEL AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora