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El amor es respeto.

Es disciplina.

El amor paciencia.

Es perdón.

El amor es esperanza.

Es lealtad.

El amor es espera.

Pero maldición, el amor también era dolor.

Desesperación.

Era incertidumbre.

Era impaciente.

Y tonto.

El amor era tonto.

Viktor dejó ir el humo del cigarrillo cerrando los ojos. Había dejado de fumar hace tres años, y está era la segunda vez que rompía su propia pauta de dejar ese mal hábito. Su corazón no encontraba sosiego ni siquiera en los alrededores, el paisaje era maravilloso pero él seguía sumido en pensamientos caóticos que no le permitían concentrarse en otra cosa. Cuando comenzó la fundación pensó erróneamente que mantenerse ocupado todo el día sería la mejor terapia. Sin embargo, entrada la noche, cada pensamiento evitado con éxito durante el día hacia mucho ruido. Haber visto a Yuuri sin preparación había sido como una sacudida, era como haber sobrevivido a una exposición directa a 251 volteos, pero estar vivo no se sentía como ningún milagro. En su mente se agrupaban preocupaciones que antes no estaban. Su pecho volvió a doler como ya había experimentado, sin embargo, está vez no creía que podría soportarlo. Había ido a revisión en ese tiempo, pero, no sé encontró nada fuera de lo normal por lo que le había recetado calmantes para lo que se describía como un ataque de ansiedad.

Estaba sudando frío y sus piernas de pronto dejaron de responderle cediendo ante su peso, Viktor se llevó una mano al pecho y la otra se sujetó a uno de los barrotes del barandal, desatando su corbata y soltando el primer botón de la camisa que sentía le estaban asfixiando. El inexplicable pánico que sintió por todos esos síntomas en conjunto le impedía pensar, incluso hablar.

──¿Viktor?

El azabache soltó la taza que contenía té. Estaba dispuesto a disculparse por haberlo tratado en la forma en que lo hizo después de pensar tanto. Ver a Viktor en un estado tan vulnerable le hizo correr de inmediato a él, se agachó con cuidado, tratando de que no le molestara el abultado vientre. Le tomó de las mejillas buscando su mirada perdida. Él alfa respiraba de prisa como si el oxígeno de toda la isla no fuera suficiente. Las feromonas del omega funcionaron igual que un tranquilizante. ¿Cómo había llegado a esa situación? Yuuri estaba quieto, acuclillado, asustado y preocupado, en algún momento había sujetando las manos del alfa.

── ¿Estás bien?

De pronto Viktor tartamudeó.

── ¿Tú lo estás? ¿Qué pasó?

──Estoy bien. Debería de ayudarte a levantar, y-yo...

Yuuri apretó las manos en las suyas mirando hacia su barriga, luego, volviendo la mirada a Viktor.

──Lo siento, se ha inquietado.

Trató de sonreír y Viktor se atrevió a preguntar.

── ¿Se está moviendo?

El castaño asintió con un ligero movimiento de cabeza, su sonrisa ensanchándose un poco más. Los ojos azules de Viktor brillaron con algo distinto, algo parecido a la soledad. Yuuri tuvo la osadía de guiar su mano hasta la parte superior del abultado vientre para que pudiera sentir por él mismo como su hijo propinaba algunas patadas que se sentían como fuertes latidos.

DOCTOR DEL AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora