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Yuuri, ¿Nos vamos?— la reacción de Viktor fue natural, no hizo preguntas, no indagó en el asunto aunque los dos habían escuchado claramente y sabían lo que ahí ocurría. Él moría de la vergüenza, sólo quería tomar a Jaqui y huir lejos de su mirada, esa mirada serena y suave, repleta de tranquilidad. Sus ojos no sólo se le parecían al mar por el tono azulado, era un mar bonancible que transmitía una inquietante calma.
Antes de bajar de su coche Viktor recargó su mano con sutileza en el hombro de Yuuri, tenía miedo de lo siguiente que iba a decir, de recibir su lástima —No llegue tarde, lo veo en el café, si llega primero, pida por mí.

—¿Qué fue eso?

El azabache estaba de pie frente al fregadero con la llave abierta, el teléfono estaba sonando, la comida que estaba en la estufa comenzaba a quemarse y Vicchan no había dejado de ladrar arañando la puerta de entrada. Pero Yuuri estaba completamente ido.

—¿Cómo que qué fue eso? ¿Intentas morir asfixiado o querías causar un incendio? —Phichit había entrado a su casa, conocía el código de acceso, dejó unas bolsas en el suelo antes de correr a apagar los quemadores de la estufa mientras tosía y movía su brazo para que el humo se disipara. —¿Por fin enloqueciste? Ayúdame a abrir las ventanas, ¡Yuuri!

Tardó un poco antes de asimilar la situación, por suerte Jaqui estaba dormida en la habitación, con la puerta cerrada, de todos modos subió a darle una vuelta para asegurarse, y gracias a Dios el humo no había llegado hasta ahí, la niña dormía plácidamente abrazada de su Vicchan de peluche como cada tarde después de la merienda así que en silencio cerró y se retiró.

—Pobre Vicki, tienes un dueño horrible, —decía el tailandés con un tono de voz dulce abrazando al poodle que se había parado en dos patas juguetón.

—¿Qué pasó con tu clínica? —Phichit alzó la mirada sin dejar de acariciar el pelaje del can. Yuuri se acercó a la cocina para limpiar su desastre.

—El único asunto serio fue asistir el parto de Yepee, el resto del día estuvo tranquilo, así que dejé a Hong Ji a cargo, —respondió yendo tras Yuuri cuando fue liberado de Vicchan, —llegué para salvar la tarde, los papás de Hong Ji visitaron la veterinaria y llevaron un montón de comida así que te he traído.

—Oh, pero los verdaderos héroes son los padres de Hong Ji, —Phichit hizo un mohín y el nipón se echó a reír.

—Por casualidad... ¿El doctor Nikiforov vino a tu casa? —Yuuri se sorprendió un momento quedándose callado.

—¿Entonces cuántos bebés hámster dices que tenemos? —aunque le intrigó saber cómo se había enterado... Si tal vez se había enterado por Seunggil o los había visto en alguna parte, después de todo una ciudad es pequeña. Y si se había cruzado con uno de ellos, existía la posibilidad de cruzarse con Jean en algún momento, tenía que ser cuidadoso, especialmente porque su decisión había sido clara, no quería que continuara la sesiones. Hasta que hallara valor para decirle Jean no tenía que descubrirlo por sí mismo.

—Tuvo seis, ¿pero porque te trajo a casa? Los vi de casualidad por lo que me fui y decidí regresar más tarde pero... ¿Hay algo que no me has dicho... ¡No! ¡No! ¡No puedo creerlo! YUURI, ¿ESTÁS EN UNA AVENTU...

El azabache se apuró a cubrirle los labios, Phichit frunció el ceño cuando se percató en el vendaje en la mano de su amigo. Se apartó dado un paso atrás y le miró con ojos acusadores —Tienes cinco minutos para explicarme que te ocurrió en la mano, —el nipón suspiró, luego empezó a explicar la situación de forma breve y concisa, aunque intentaría pedirle ayuda para cambiar el vendaje, pero eso no es lo que necesitaba contarle. Cuando estuvieron a la mesa Yuuri sirvió té para ambos y dejó en el centro un plato con galletas de diferentes diseños, todavía faltaba una hora para que llegara su esposo así que tendrían tiempo de conversar. El nipón le contó de como había iniciado la terapia tratando de no dejar pasar ningún detalle.

DOCTOR DEL AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora