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Su vida estaba a punto de desmoronarse, Jean ya no era el hombre amable y tierno con el que se casó y temía que pronto se cansaría de él, para finalmente, abandonarlo. Estaba irreconocible. Pero Yuuri no se rendiría tan fácil. Llevaba algunos días buscando la manera de abordar el tema de una sesión para terapia de pareja, de modo que, podrían salvar su matrimonio, sin embargo, cada vez que se proponía a hacerlo algo surgía. Esa noche no dejaría que nada le impidiera proponerle a Jean lo que él creía la solución a todos los problemas que había estado teniendo en los últimos meses. Tras tomar una gran bocanada de aire se armó del valor necesario para entregarle en las manos el trozo de papel que prometía cambiar su vida. El folleto que había tomado del escritorio de su amigo, Phichit lo había alentado a intentarlo también.

—¿Pero qué... —el ceño fruncido del alfa no auguraba nada bueno, Yuuri encogió los dedos de los pies, una manera de mantener a raya su nerviosismo, Jean alzó la mirada del flyer cuando terminó de analizarlo, no se veía muy bien —, ¿Entonces? ¿Esto es lo que quieres?

—N-no... —Vaciló—, Si... yo... ¿Podríamos... intentarlo?

La expresión de Jean se tensó, no parecía convencido y para nada contento con su sugerencia, Yuuri estuvo seguro de que lo rechazaría.


—Maldición, ¿por fin enloqueciste? —Una sonrisa desdeñosa se posó en sus labios, el omega también sonrió con nervio, el labio le temblaba.
El canadiense miró el volante una vez más y después miró hacia el expectante Yuuri, él se había apresurado a mostrar el papel a JJ durante la hora de la cena, cuando el alfa llegaba del trabajo, la única oportunidad que tenía para verlo y cruzar palabra.

—Por favor Jean, te prometo que me esforzaré, y si no funciona... Si no funciona yo... No me aferraré, —su labio inferior tembló al pronunciar las atemorizantes palabras que no quería decir pero tenía que convencerlo de algún modo para mejorar su relación.

Suplicó con las manos juntas, unos ojos grandes y brillosos rogando internamente que dijera "sí".
El alfa soltó un suspiro agotado, ver a Yuuri tan desesperado lo hacía sentir un poco culpable pero en el exterior sólo demostró cuánto le molestaba.

—Bien, lo haré, pero deja de ser tan enérgico con esto, es irritante, la gente normal no necesita estas... terapias o lo que sea —se deshizo el nudo de la corbata, — cada día me sorprendes más, cambia esa cara, sirve la cena, estoy hambriento.

—¡Gracias Jean! —le abrazó aún si el otro oponía cierta resistencia. 

—¡Llegaste papá! Yo también quiero abrazo, —dijo la pequeña niña corriendo a aferrarse a su pierna.

—Sólo no te hagas ilusiones, —susurró para que sólo Yuuri pudiera escucharlo, luego se apartó del abrazo, Jean atrapó a su hija en brazos y la cargó para llevarla al comedor. Esas cosas no servían para nada, sólo iban a desperdiciar el dinero.

El nipón entristeció pero aún así sonrió como acostumbrado a la crueldad del mayor, luego se apresuró a servir los platos. Al menos tenía una oportunidad, Jean había aceptado ir a una cita con el terapeuta, tenía que contárselo a Phichit, era un gran logro, aunque pequeño para cualquiera que no fuera ciego.

[EN EDICIÓN, PERDÓN POR LAS MOLESTÍAS...]

DOCTOR DEL AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora