Víboras

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El maldito toma el arma, lo empujo e intento escapar, pero el me da un golpe con la pistola justo en la sien dejándome mareada, aprovecha y me sube sobre su hombro. Lo último que veo es estar fuera el bar en su hombro, un auto negro con el logo de una víbora negra brillante con tonalidades doradas y caigo en cuenta en donde llegue a caer.

En las manos de los malditas víboras.

Intento luchar con la pesadez de mis parpados, debo huir lejos, alejarme de este maldito loco.

Mafiosos, tenía que ser yo.

(...)

Despierto y el auto se detuvo, mire enfrente mío y una mansión inmensa aparece ante mis ojos. Él se baja del auto y rogué que se olvidara de mí, pero abrió la puerta para mí y me tomo del antebrazo obligándome a salir.

Al entrar todo era inmuto y elegante, olía incluso a manzana con canela, mi olor favorito. Este loco asesino tiene buen gusto. Todo mi alrededor era una casa muy elegante como me imagino debe vivir los ricos.

El me jalo del brazo llevándome hacia al piso de arriba, mientras trataba de caminar a su ritmo aproveche para mirar toda la casa. Esta todo silencioso, parece que solo él se hospeda aquí y al ser tan solo incluso deprime. Me abre una puerta revelando un cuarto. Cama grande con sabanas limpias y el mismo olor que el resto de la casa.

—Dormirás aquí — suelta mi brazo y le deja entrar a al cuarto.

No puedo quedarme en este lugar. Menos con este hombre.

—¿Cuánto tiempo me tendrás aquí? — me atreví a preguntar.

—Lo necesario — dijo y cerró la puerta, escuche como ponía seguro y luego pasos alejándose.

Un sentimiento familiar comienza a hacerse presente, ese al que le tengo mucho miedo y me a atormentado por años. La soledad ese sentimiento venenoso que mata lentamente.

Dejo escapar un suspiro para luego caminar a la lujosa cama. Me quito los tacones y mis pies al instante siente alivio, arrojo los tacones a un lado y me recuesto en el cómodo colchón. Siento alivio en varios músculos que no sabía que estaban tensos me convencí en mantener los ojos abiertos y estar alerta, pero sin embargo las noches que no dormí me cobran factura y sin darme cuenta caí profundamente dormida.

(...)

Los golpes en la puerta me despiertan, hago una mueca y despegó los ojos poco a poco. La puerta se abre y una señora pelirroja de pelo corto y vestida de mucama entra con una bandeja en las manos.

—Buenos días señorita

—Buenos días — le digo viéndola dudosa aun con los ojos soñolientos.

Ella deja la bandeja al lado mío que contiene un café y algo de ropa.

—El señor la espera abajo en el comedor, pide que no tarde por favor — Ella me sonríe y se va.

Un bostezo se me escapa, toma la taza de café en mis manos y tomo un pequeño sorbo. La verdad no me gusta el café, pero algo de cafeína no hace daño. Me doy cuenta de la situación en la que esto es irreal, ayer desperté en mi incomoda cama de mi mugriento apartamento y hoy hasta me trajeron café a la cama. El hombre no me ha tratado relativamente mal, pero por supuesto que no confió en él.

Me encamino a lo que adivino es un baño y por poco me da un ataque al ver mi reflejo en el espejo. El rímel este todo corrido, no hay labial, pero mis labios están pálidos como papel y los siento resecos, mi cabello es ahora un nido de pájaros, me duele la cabeza por el todo el alcohol que tome anoche. Me apresuro a lavar mi cara y con las manos improviso un peine. Al verme un poco más presentable vuelvo a la habitación y tomo las prendas que me dieron. Un pantalón y una camisa negra.

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