Campo de tiro

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Despierto

Lo primero que siento es un increíble dolor de cabeza.

—Bella addormentata — (bella durmiente) una voz femenina llama mi atención.

Volteo y veo a la madre de Daniel a lado de la cama sentada en una silla, me sonríe de manera cálida. Me incorporo tratando de recordar, pero me duele la cabeza para querer pensar si quiera.

—¿Cómo fue que conociste a mi hijo? — la oigo preguntar. La miro extrañada.

—¿Cómo perdón?

—Es solo que me resulta difícil conocer a chicas con la que el sale.

—Perdone señora, pero yo no soy nada de su hijo

La escucho reír gentilmente.

—Es lo curioso de los mafiosos, ellos cuando ven algo que quieren suyo simplemente lo toman.

La veo levantarse, y antes de irse me pasa un vaso con agua y dos pastillas.

—Es para el dolor de cabeza.

Apenas ella sale de la habitación entra Gael.

—¿Cómo te sientes hermosura? — pregunta con el semblante preocupado.

—De la mierda — respondo tomando las pastillas junto a toda el agua del vaso.

—Oye, perdón por lo que anoche, no debí dejarte sola.

Me toma un segundo contestarle.

—Está bien — contesto cortante pero la duda brota en mi mente al recordar —¿Qué paso con los chicos?

—... Daniel se encargó de ellos

No es difícil deducir lo que paso.

—¿Qué te parece si vamos a practicar tiro como prometí? Por el momento no estoy ocupado.

No me desagrada la idea.

—Claro

El me espera unos minutos en cuento me cambio la ropa por algo más cómodo, para luego encaminarnos al campo de tiro que esta vez está en el exterior, un poco del cálido sol al fin.

—Al parecer tiene campos de tiro en todos lados en que viven ¿no?

—Es una costumbre de la Familia Greco, estar siempre preparados y por eso siempre llevan un arma al alcance.

Me tiende una de las armas y unas orejeras para los sonidos fuertes al disparar. Espero al que él se prepare, pero se detiene para tomar su teléfono celular, contesta una llamada y empieza a hablar en italiano, me voltea a ver y de inmediato me doy cuenta que la hora de juego va a terminar.

—Tengo que irme, pero voy a enviar a un guardia para que te vigile — me desamino, pero asiento y volteo para cargar mi arma —es por seguridad.

—Claro que si — digo colocándome las orejeras.

Claro que no pueden confiar en mí, serian estúpidos si lo hicieran.

Él se va empiezo a disparar, fallando en varias ocasiones lo objetivos, pero trato de no estresarme por ello. Siento que se acercan a mi espalda lo cual hace que deje de disparar un segundo, pero recuerdo lo del guardia y vuelvo a apuntar.

Sin embargo, empiezo a sentir una respiración en mi cuello, unas manos recorren mi cintura y siento que empiezan a repartir besos en mi cuello lo cual causa se me erice la piel.

—Mia — al oír esa voz me doy vuelta inmediatamente le dirijo el arma a su pecho. Pero en cuestión de dos segundos el me arrebata el arma. La tira al suelo y sus manos regresan a mi cintura lo cual aprovecha a atraerme a él.

El rostro de Daniel está muy cerca del mío, lleva una sonrisa que me encantaría romper, sin embargo, me quedo quieta con mis manos en su pecho para alejarlo un poco.

Tengo que levantar el rostro por lo que es más alto para verlo perfectamente a los ojos.

—¿Qué intentas? — pregunto, pero él no dice nada solo parece estar estudiante mi rostro.

—¿Qué les hiciste a esos tipos? — esta pregunta si logra que su expresión cambie a una más seria.

—No permitiré que te hagan daño, nadie más puede meterse contigo además de mi mismo.

—Solo suenas como un idiota — refuto.

—Un idiota que te pone nerviosa — dejo de sonreír —¿Crees que no he notado como tu respiración se entre corta cuando me acerco a ti?







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