7 horas

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JIROU KYOUKA

Un poco de peso se recargó contra su costado.

Al girarse un poco, Kyoka vio que Koda estaba recargado contra ella. Lo había hecho sentarse aparte para que sus brazos y piernas pudieran descansar.

—¿Te quedaste dormido? —preguntó.

Suponía que eso sería bueno. Para que la noche pasara más rápido. A ella le gustaría poder quedarse dormida, pero el hecho de seguir afuera seguía siendo tan aterrador que era incapaz de si quiera descansar los ojos. Aun si ya llevaban un par de horas allí sentados sin contratiempos, no hacía que fuera menos peligroso en lo más mínimo.

Contestando su pregunta sintió la pequeña cabeza negar.

—Quiero a mi mamá —dijo.

"Yo también quiero a la mía" pensó Kyoka bajando la cabeza. Esa tarde sus padres la habían llamado para decirle que pasara la noche a salvo y tuvo que cortarles la llamada precipitadamente cuando un cliente llegó. Había dicho que llamaría después y lo olvidó.

Si tuviera su celular los llamaría solo para escuchar sus voces.

Era diferente para el niño sentado a su lado. Su madre había sido asesinada en aquel tren. Esperaba que tuviera más familia o Kyoka no sabría qué pasaría con él. Ella no podía cuidarlo, no era el tipo de personas que cuidaba niños. Ni siquiera lograba que sus relaciones duraran, ser madre adoptiva soltera no estaba en sus planes.

—Tengo un conejito —volvió a hablar Koda—. Se quedó con mi abuela. Quiero verlo.

—¿Cómo es?

—Blanco. Tiene los ojos rojos y mueve mucho la nariz.

—Los conejos son bonitos.

—¡Es muy bonito! Y corre rápido a todas partes.

Un pequeño ruido la distrajo de su siguiente comentario, constante y acercándose. Llevó la mirada hacia el lugar de dónde provenía y sus ojos identificaron al perro al mismo tiempo que las fauces atrapaban la pierna del niño y precedió a arrastrarlo lejos de ella.

—¡KODA! —gritó ella poniéndose de pie y yendo hacia él. Tomó al perro por el cuello, pero este no solo no lo soltó, comenzó a sacudir la cabeza lastimándolo más y haciendo que el niño gritara con fuerza. Desde la esquina del edificio salieron tres hombres, uno de ellos riendo, y otro silbó. Con esa orden el perro dejó ir al pequeño que siguió llorando. Kyoka lo atrajo hacia sí y lo cubrió con sus brazos intentando protegerlo.

—Nos tomó tiempo encontrarte, maldita —dijo uno de ellos. Kyoka lo identificó como el sujeto con máscara adornada de luces navideñas de aquella camioneta que había intentado perder—. Tuvimos que ir por este precioso —agregó acariciando la cabeza del perro.

Repentinamente las advertencias de los foros de internet aparecieron en su cabeza. Nunca te quedes en un solo lugar demasiado tiempo, hay personas con perros. ¿Cómo había podido olvidarlo?

Koda seguía llorando contra su pecho y una mirada a su pierna, aun sin detalle, la dejaba saber que era una herida grave y profunda. Estaba saliendo demasiada sangre.

—Púdranse —les dijo Kyoka solo por el enojo.

—Ataca —ordenó con calma el otro y el perro salió corriendo en su dirección. Kyoka no había tomado el arma que había estado cargando al levantarse a salvar a Koda del perro, así que solo atinó a defenderse levantando uno de sus brazos.

El perro la mordió con fuerza, atravesando su carne. Ajustó su agarre así que zafó sus dientes y los volvió a enterrar con mayor profundidad y firmeza. Kyoka dejó escapar un grito y se hizo hacia atrás, cayendo con Koda sobre ella.

Noche de PurgaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora