Más Purgas

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21 de marzo

Tercer año

Las calles estaban desiertas, la amenaza de lo que la purga significaba ya completamente comprendida por todos.

Solo dos años, solo dos ocasiones y se había dejado ver la naturaleza real de esas personas, de lo que hacían, de lo que querían. De la doble moral que a partir de ese momento cargarían, sonriéndose todo el año, fingiendo ser buenos amigos, buenos amantes, y entonces apuñalarse por la espalda en esa noche.

Katsuki estaba caminando directo al centro de Tokyo, considerada por la policía la zona más peligrosa en ambas purgas, donde todos aquellos con deseos de liberar a la bestia se concentraban.

Con cada maldito segundo que pasaba en esa noche se enojaba más y más. Porque durante un año completo no había podido hacer nada, simplemente imaginar cómo sería encontrarse al bastardo asesino de mierda. Suponía que, si lo hubiera esperado en la casa que había tenido con sus padres hasta el momento, él hubiera regresado tal y como le había dicho. Pero después de un par de meses, Katsuki no había podido seguir llegando a esa casa vacía cada noche, y la había vendido.

Había sido muy escandaloso respecto a su mudanza, incluso, espantando a la familia que ahora vivía en su vieja casa, había pasado a poner un estúpido cartel que decía que vivía en Tokyo ahora. Había estado esperando, pero no llegaba, y luego de tres horas se había levantado y había salido a la calle. Sabía que era estúpido, que no se lo encontraría de frente, que no tendría tanta suerte, pero tampoco había podido sólo quedarse sentado sin hacer nada.

La ira seguía bullendo de él, quemando, alterándolo. Tenía que hacer algo, tenía que encontrarse con ese maldito imbécil, tenía que matarlo.

Fue con esos pensamientos que se encontró de frente con un grupo de purgadores, probablemente en realidad dos grupos porque se estaban enfrentando entre ellos. Todos con máscaras, cubiertos, armados con bates, tubos o cuchillos, asesinando. Uno tenía una máscara de payaso, ni siquiera tan similar a la que había usado el asesino de sus padres, pero fue suficiente para que Katsuki viera rojo y se lanzara contra ellos.

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Shouto aún no sabía qué estaba haciendo en la calle.

No iba a purgar, era obvio, y no tenía autoridad para intervenir. Pero tampoco quería estar en casa. Allí estaban Fuyumi y Natsuo sentados en el salón central de toda la casa. Con Enji y Midnight en la habitación de al lado y grupos rodeando la periferia tanto dentro como fuera de su propiedad. Eso iba un poco contra la ley, pero nadie le diría nada al jefe de la policía del país.

Se había salido sin que nadie se diera cuenta, era una ventaja de haber sido uno de los involucrados en la organización de la distribución y las rondas.

No se sentía con ganas de estar ahí con la familia que no pudo proteger de sí misma, incluso más desde que su padre pareció empezar a preocuparse por estar presente volviendo todos y cada uno de los momentos extraños, pues Natsuo lo culpaba totalmente y Fuyumi, aunque trataba de juntar a la familia que le quedaba, también se veía incómoda.

Por toda su propiedad y su vecindario no había habido nada, nadie, ningún ruido y había sido bastante espectral. Los ricos no salían a la calle durante las purgas. Había escuchado que lo que hacían era llevar a gente pobre o desahuciada a sus casas para asesinarlos allí, a salvo del resto. Y eso lo enfermaba.

Había llegado al centro de la ciudad desde hacía un rato, se había mantenido escondido viendo a los grupos de personas que avanzaban con el único objetivo de hacer daño y seguía pensando que eso estaba mal. Lo estaba. Debía detenerse. No importaba cuanto creyeran que lo que hacían era correcto, o cuanto pensaran que ese tipo de venganza los ayudaría a sentirse en paz. Los seres humanos no podían solo seguir adelante con sus vidas sabiendo que dañaron a alguien, muy en especial alguien por quien en algún punto sintieron amor.

Noche de PurgaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora