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Mingyu




Soy metido en una celda con otros cinco tipos. Hay bancos a lo largo de las paredes, pero ningún otro mobiliario. Nadie siquiera alza la mirada hacia mí cuando entro, y eso es perfecto. Me hundo en un banco e intento no pensar. Porque cada pensamiento que tengo es horrible.

Incluso si de alguna manera me las arreglo para salir de aquí mañana sin cargos, ¿me mantendrá la universidad de Anyang? ¿Pueden revocar mi beca por tener un hermano que roba?

Y luego está la fraternidad. Hay alguna línea sobre legalidad en el manual de los miembros en alguna parte. Si eres condenado por un crimen, creo que pueden echarte.

No puedo ser condenado. Por nada. Incluso si consigo una multa en lugar de tiempo en prisión, arruinaría mi vida. Estoy a trece meses de conseguir mi grado. ¿Si consigo un antecedente criminal en su lugar?

Trabajos de mierda por el resto de mi vida.

En algún punto, mi nombre es llamado de nuevo. Soy metido en otra sala de interrogatorios, donde un abogado de oficio en un traje demasiado ajustado me hace todas las preguntas relevantes.

—Sé que mi hermano hizo esto —le digo tan alto como puedo—. ¿Lo investigaron? Puedo darle su dirección.

La garabatea en tal vez la vigésima página de su cuaderno, bajo la pila de otros casos que ya hay ahí.

—Pelearé para que la fianza sea establecida en tu lectura de cargos —dice.

—¿Cómo funciona eso?

—Si la establecen por cinco mil dólares, pagarías setecientos cincuenta a un fiador de fianza, que manda el resto.

Setecientos cincuenta dólares. No tengo ese dinero. Mi familia seguro como el infierno que tampoco lo tendrá. Puta mierda. Estoy atrapado aquí, a menos que le pida a Minyoung   o a los chicos de Jill’s sacarme de aquí.

Wonwoo lo pagaría, por supuesto. Pero preferiría deberles a todos los demás en el planeta que pedírselo.

Mi abogado se prepara para irse solo unos minutos después. Es obvio que su única meta es sacarme con fianza mañana.

—Trabajaremos en el caso cuando tengamos una fecha para el juicio —dice—. ¿Estás abierto a un acuerdo?

—¡No! —Jesús—. No lo hice. Y tengo una coartada. ¿Puede llamar al hotel y preguntarles si tienen cámaras de seguridad?

—Ajá —dice, haciendo clic en su bolígrafo de nuevo—. Cuando tengamos una fecha para el juicio. Claro.

Nunca me he sentido tan impotente como ahora mismo.

Me llevan de nuevo a la celda, donde me desplomo en un banco y pongo mi cabeza en mis manos. Haría cualquier cosa para rebobinar este fin de semana a un punto donde podría haber hecho algo diferente. Como llamar a la policía por Youngmin después de que irrumpiera en mi habitación.

Si solo.

—¡Kim! Kim. ¿Kim?

Me despierto de un sobresalto, golpeando mi cabeza contra la pared de cemento.

—Aquí. —Jadeo.

—Tu abogado está aquí para preparar tu lectura de cargos.

Me levanto y mi espalda se queja. Pasé la noche encorvado, intentando dormir sin tener un lugar para tumbarme. Mi boca se siente asquerosa, y mi camiseta probablemente huele a antro. ¿Así es como tengo que enfrentar a un juez?

Entumecido, sigo al oficial uniformado hacia la pequeña sala de interrogatorio. Acabamos de alcanzar la puerta cuando oigo mi nombre de nuevo desde el pasillo.

—¿Kim Mingyu? ¿Dónde puedo encontrar a Kim Mingyu?

—Aquí —digo, confuso, mientras el hombre con barba grisácea en un impecable traje de raya diplomática avanza hacia mí. Lleva una cartera con cierres de latón.

—Bien, bien. ¿Cuánto tiempo tenemos? —le pregunta al oficial.

—Unos veinte minutos.

El hombre nos pasa de un empujón para entrar en la pequeña habitación y su cartera se posa sobre la mesa con un golpe sordo.

—Estás despedido —le dice a mi abogado de oficio—. Deja el expediente del caso.

Mi abogado se levanta con un chillido de su silla contra el linóleo.

—¡Espere! —digo, entrando en pánico—. No puede despedir a mi abogado.

—Soy tu nuevo abogado —dice el señor Raya Diplomática, abriendo su cartera—. Choi Seungcheol, abogado habilitado. Siéntate, estamos perdiendo tiempo.

El otro abogado sale de la sala sin una palabra.

—Pero… —Cierro mi mandíbula, porque este hombre está abriendo un ordenador portátil ya y en su pantalla veo una foto del hotel donde pasé el fin de semana.

Así que me callo y me siento frente a él.

—La hora del hotel son las once de la mañana del domingo. ¿Recuerdas cuándo ustedes dos se fueron?

—Uh, no hasta después de las once y media como muy pronto, porque almorzamos en el restaurante del hotel —explico, todavía atontado por una noche dormitando en un banco—. ¿Quién le dio esa información?

Alza la mirada.
—Jeon Wonwoo Junior, o tercero, lo que sea. El chico Jeon. El hotel está sacando rodaje de los ascensores también. Tu nombre no estaba en la reserva, lo cual es una lástima, pero no es lo más importante. Mi investigador encontrará a alguien detrás de recepción que te recuerde.

Estoy sin palabras por un segundo.

—¿Quién le contrató?

—Los Jeon. Ahora háblame de tu hermano. ¿Todavía reside en esta dirección de Calhoun Street? —Vuelve la pantalla de su ordenador hacia mí, y es una toma de Google Earth de la casa de mi madre.

—Sí —digo despacio—. Sé que tomó mi identificación y la usó para robar lo que sea que haya desaparecido.

—Ajá —dice el abogado, tecleando como loco—. Totalmente plausible. Pero no tenemos que resolver este caso para los imbéciles perezosos que te arrestaron. Vamos a demostrar que no estabas cerca de Anyang el sábado. Saben cuándo fue robado el lugar, tienen la filmación de mierda para probarlo. —Me mira sobre su pantalla—. Esa toma que me enseñaron era pura mierda. Hay otra filmación que enseña el rostro de tu hermano. Apostaría dinero en ello.

—De acuerdo. —Carraspeo—. ¿Cuánto cobra?

—No es relevante en los siguientes dieciséis minutos. Oye, ponte esto.

—Mete la mano en su cartera y saca una camisa de vestir, todavía envuelta en plástico—. Y estos. —Saca unos pantalones caquis con las etiquetas todavía puestas—. Wonwoo supuso tu talla. Apresúrate. Oh, y… —También pone desodorante sobre la mesa.

Me levanto y me quito mi camiseta, arrojándola justo en la papelera en la esquina. Me quitaría mi piel también, si pudiera. Nunca quiero ver este lugar de nuevo, y no necesito ningún recordatorio de que estuve aquí.

Ponerme la camisa que Wonwoo compró para mí es solo ligeramente más cómodo, sin embargo. No puedo creer que tuviera que hacer esto por mí.

No siento nada más que vergüenza.

Cuando estoy medio presentable y el señor Choi me ha hecho cincuenta preguntas en quince minutos, soy acompañado por un alguacil hacia una sala abarrotada, donde el juez está sentado en el estrado, varias personas convocadas delante de él.

Tomo asiento en otro banco.

Mi elegante abogado —mi nueva persona favorita—, está siseándole a otro hombre al lado de la sala.

—Esto es un ACD —dice Choi—. Se ve mal si encierras a un universitario antes de los exámenes, cuyo único crimen es compartir ADN con un imbécil que ya has condenado.

El otro hombre hace una mueca.

—La universidad se ve mal si esto sale en las noticias —dice Choi, y suena como una amenaza—. Y cuando la universidad se ve mal, tu jefe recibe una llamada.

Mi abogado es un tipo aterrador. Y ni siquiera entiendo lo que está diciendo.

—¡Caso 418636! —exclama el alguacil en el frente.

—Esos somos nosotros —dice Choi, chasqueando sus dedos. Me levanto y me muevo hacia él como un perro bien entrenado—. Yo hablo por ti —añade por lo bajo—. Solo responde “Sí, señoría” cuando el juez confirme tu nombre.

Y eso es lo que hago.

Dos minutos después, el fiscal del distrito —que es el tipo con el que hablaba mi abogado—, dice:

—Hemos llegado a un acuerdo de ACD.
No sé qué significa eso, pero el juez gruñe. Le entrega una hoja de papel al fiscal.

—Queda libre sin fianza por ACD. —Luego golpea su mazo y levanta otros papeles sobre su escritorio.

—Gracias —le murmura Choi al fiscal—. Sabia decisión. Mi cliente estará disponible para ti cuando sea necesario. —Luego, Choi toma mi codo en su mano y me lleva por el pasillo hacia la puerta.

—¿Qué acaba de pasar? —pregunto cuando hemos alcanzado el vestíbulo.

—ACD significa aplazamiento para la contemplación de la desestimación.

—Pero, ¿qué pasa con la fianza? —inquiero cuando suelta mi brazo.

—Sin fianza. Eres libre de irte. Les daré pruebas sólidas de tu coartada. Mientras tanto, la oficina del fiscal intentará encontrar al verdadero ladrón y luego desestimarán tu caso definitivamente. Así que no seas arrestado por nada más, chico. No bebas y conduzcas. No violes propiedad privada. Ni siquiera te saltes una señal de stop.

—¿De acuerdo? —Mi cabeza está girando.

—Y si van a interrogarte sobre tu hermano, llámame cuando te sientes con ellos. No tienes que acercarte a la estación de policía. Pero necesitas ser de tanta ayuda como sea posible. Llámame por cualquier cosa.

—Lo haré.

—Ahora tomemos tus efectos personales para que puedas ir a casa. Y eso hacemos.

TPS- MEANIE - MINWONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora