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Wonwoo


—La cuarta marcha es genial, ¿notaste eso? —inquiero, reclinándome en el asiento del pasajero. Mingyu preguntó si podía conducir a casa, y estuve muy feliz de aceptar.

Simplemente estoy muy feliz. Anoche lo fue todo.

El concierto fue un buen momento. Permanecimos allí a los pies del escenario bailando, las manos de Mingyu en mis caderas. Y, naturalmente, cuando regresamos al hotel, estaba preparado para tener otra sesión de ejercicio en la enorme cama.

“¿Estás dolorido? —me había preguntado Mingyu entre besos”.

“Un poco —había admitido. Habíamos sido dos locos la noche anterior—. Pero los atletas no nos quejamos del dolor”.

“Claro, pero… —Se había abierto el botón de los vaqueros—. Entonces, tal vez sea mejor que me folles”.

Lo había dicho así. Como si estuviésemos decidiendo entre champiñones rellenos o alitas de pollo en el menú de los aperitivos. Pero no lo cuestioné. No soy estúpido. Media hora después, lo había tenido agarrando el cabecero y gimiendo mi nombre.

Salir de la ciudad había sido mi mejor idea desde la de hacer una fiesta playera en invierno. Mi mejor idea de todos los tiempos.

—Sí, la cuarta marcha consigue una potencia increíble —concuerda Mingyu, bajando de marcha para hacer un cambio de carril solo por diversión—. Y se siente que la quinta es para velocidad de crucero.

—Ajá. —El sol es cálido en mi rostro, así que cierro los ojos—. Nunca había salido con nadie que quisiese discutir sobre mi cambio de marchas manual.

Me doy cuenta de mi error en el momento en que lo digo.

—Sabes qué quiero decir —murmuro. Está callado durante unos segundos.

—No, lo hago. Nos estamos encaminando en esa dirección, Wonwoo. Lo entiendo ahora.

Estoy tan sorprendido que realmente dejo de respirar.

—No tiene sentido que discuta ese tema. Solo espero que sepas que tienes a un novato entre manos. Probablemente lo haré todo mal.

—No estoy preocupado —contesto rápidamente.

—¿De verdad? Deberías estarlo. La gente va a notar cuánto tiempo pasamos juntos. ¿Qué vamos a decir?

—Todavía no he pensado en eso —admito—. También soy un novato.

En esto. ¿No podemos solucionar eso a nuestro propio tiempo?

—Tal vez —concede—. Mientras no haya ninguna fuga en nuestro equipo de seguridad top-secret. Como Shownu tomando tu teléfono y abriendo la aplicación equivocada…

Resoplo.

—Tengo a esa cabrona bien escondida. Pero probablemente haya un momento en el futuro en que sientas menos que es importante, ¿cierto? Este semestre termina justo en unas semanas. El año que viene ya serás presidente…

Ahora lo he hecho de nuevo. He asumido que estaremos juntos el año que viene.

—Supongo que no será algo tan importante —comenta Mingyu—. Con el tiempo.

Nos quedamos en silencio de nuevo, pero toda mi perspectiva ha cambiado este fin de semana. Toda mi paciencia ha valido la pena.

¿Kim Mingyu reconoce que somos una pareja? Pellízcame.

Cuando me desperté esta mañana, Mingyu estaba dormido acurrucado contra mi espalda, rodeándome con el brazo. Fue tan pacífico que me quedé quieto todo lo que pude, solo para hacer que durase. Y cuando finalmente se despertó, no se apartó al momento. En cambio, me dio un beso entre los omóplatos.

Quiero eso de nuevo. Y me gusta mucho. Siempre he sabido que la convivencia en pareja se sentía bien para mí. La parte que no entendía es que funciona incluso mejor para mí cuando la otra mitad es un hombre.

Aquí está la parte que no le he contado a nadie, incluso a Mingyu. Estoy empezando a preguntarme si la bisexualidad es la etiqueta correcta para mí. Últimamente, mi sexualidad está más inclinada hacia los hombres que las mujeres. Últimamente noto hombres por todas partes. Como si me hubiese quitado una venda y comenzase a ver a todo el mundo de forma diferente. Los bíceps, cuádriceps y glúteos bien formados de los hombres de Anyang, Gyeonggi-do , repentinamente están por todos lados. Lo que es extraño, porque he estado rodeado de atletas toda mi vida.

Aunque antes puede que admirase a un tipo haciendo sentadillas pensando, bonita silueta. Estos días solo pienso… bonito.

—Estás pensando mucho por ahí —dice Mingyu mientras pasa junto a un Toyota.

—Está todo bien. Estoy bien alimentado. Hace sol.

—Estás sintiendo el cálido brillo de la satisfacción sexual —comenta y luego se ríe entre dientes—. Pero todas las vacaciones terminan, Jeon. En el momento en que lleguemos a la ciudad, tendrás que poner una expresión neutral cuando todo el mundo pregunte dónde has estado.

—¿Y qué si lo hago? Solo quería pasar un poco de tiempo contigo. Y voy a seguir haciéndolo. No es asunto de nadie excepto nuestro.

—Sí, de acuerdo. —Se aclara la garganta—. Suena bien para mí.

Me rio, porque la disconformidad en su tono es difícil de pasar por alto.

—Adelante, ríete —dice—. Pero lo estoy intentando.

—Sé que lo haces. —Estiro el brazo sobre la consola y le aprieto la mano.
Me devuelve el apretón.


Es todo diversión y juegos hasta que regresamos a la ciudad. No hay dónde estacionar en College Street mientras nos acercamos a la casa de Alfa Delta.

—A veces encuentro un lugar en Elm —sugiero.

Se está moviendo por la calle a unos veinticinco kilómetros por hora. Pero, aunque Mingyu condujese más rápido, no habría forma de que nos perdiésemos a todos nuestros compañeros de casa en el patio delantero, o el auto de policía estacionado al frente con las luces encendidas.

—Puta mierda —dice Mingyu—. ¿Qué crees que sucedió?

—No tengo ni idea. Al menos no hay una ambulancia. Estaciona detrás de los policías.

Lo hace. Y abro la puerta y salgo.

—¡Jeon! —grita Changkyun. Se acerca a mí—. ¿Has visto a Kim?

El instinto hace que me gire a mirar al auto. Mingyu ya está en pie, abarcando todo con la mirada.

—¿Por qué? —cuestiono con la voz entrecortada. Porque estoy seguro que he visto a Kim. Todo el fin de semana. Todo el mundo nos está mirando ahora.

¿Ya jodí esto?

Dos policías se acercan a nosotros.

—¿Uno de ustedes es Kim Mingyu?

—Soy yo —responde Mingyu, su tono cauteloso—. ¿Por qué?

—Aléjese del auto.

Mingyu cierra la puerta de mi auto y me lanza las llaves. Su rostro ya está blanco.

—¿De quién es este vehículo?

—Mío —afirmo inmediatamente.

Pero ni siquiera están mirando en mi dirección.

—Kim Mingyu, por favor, ponga las manos en el capó del auto. Tiene derecho a permanecer en silencio. Cualquier cosa que diga podrá ser usada contra usted en un juzgado. Tiene derecho…

—¿De qué se trata? —gruñe Mingyu.

—¡Manos en el auto!

Pone las manos en el capó inmediatamente.

—Tiene derecho a un abogado. Si no puede permitirse uno, se le asignará uno de oficio. ¿Entiende los derechos que acabo de leerle?

—Sí —contesta Mingyu—. Pero…

El siguiente sonido que escucho es el chasquido de unas esposas en las muñecas de mi novio.

—Mierda —dice Changkyun—. Van a meter a Kim en la cárcel.

TPS- MEANIE - MINWONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora