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Mingyu




Aparentemente contraje el ébola en prisión.

Bueno, no realmente. Pero basado en el silencio y las miradas que me encuentro cuando entro en la casa de Alfa Delta, claramente pensarías que era portador de una enfermedad mortal.

Miradas recelosas siguen mis movimientos cuando entro en la sala de estar. No veo a Wonwoo por ninguna parte, pero sí a Changkyun, Shownu y algunos otros sentados en el sofá, dejando los mandos de la videoconsola sobre sus regazos ante mi entrada. En el comedor, Eunwoo y Yoon están inclinados sobre una pila de libros. Alzan la cabeza cuando me ven, y Eunwoo se pone de pie inmediatamente.

—¡Kim! —exclama con alivio, y es la única persona en la habitación que parece feliz de verme. De nuevo, me pregunto dónde está Wonwoo. He tratado con fuerza de no pensar en él. Pero ahora tengo que hacerlo.

Vio a la policía meterme en su auto. Siento náuseas cada vez que recuerdo eso.

—Hola —saludo a todo el mundo, torpemente metiendo las manos en los bolsillos traseros.

—¿Cómo fue la prisión? —interviene Changkyun.

Le lanzo una mirada que haría temblar a la mayoría de la gente. Pero no a Changkyun. Sabía que mis compañeros harían preguntas, pero me pone de los nervios que Changkyun sea quien lidere esta inquisición. También tiene un ojo morado, lo que solo lo hace lucir más como el hosco vándalo que es.

—No estuve en prisión —contesto lo más sereno que puedo—. Pasé la noche en el calabozo.

—Lo mismo.

—No, no es lo mismo para nada. —Mis piernas tensas me llevan al centro de la sala de estar. Paso la mirada sobre los chicos en el sofá y el resto que lentamente están llenando la habitación—. Tengo un anuncio que hacer —indico a todos.

—Oh, no hay ninguna necesidad en absoluto —se mofa Changkyun. Se levanta y se acerca a mí, por lo que estamos frente a frente con la mesa de café en medio—. Ya sabemos demasiado sobre ti. —Mira alrededor—. No hay forma de que vayas a ser presidente.

Nuestro presidente actual aparece a mi lado, poniendo los ojos en blanco.

—Im —regaña Namjoon—. Suficiente. Changkyun hace una mueca.

—¿Lo dices en serio? ¡Tu reemplazo acaba de ser arrestado, Namjoon!

—Y liberado —interfiero—. Los cargos serán desestimados. No robé nada.

—Robaste todo —dice Changkyun con voz cansina—. Eres asqueroso.

—Y no sabes qué demonios estás diciendo —gruño—. El viernes cuando volví de correr, Eunwoo me hizo saber que mi hermano mayor, Youngmin, pasó por aquí.

Eunwoo se adelanta con un asentimiento.
—Cierto, pero…

—Estaba preocupado —continúo—, porque Youngmin cumplió condena por allanamiento de morada hace un tiempo. Así que fui a investigar y descubrí que me robó algo de dinero de la habitación. En ese momento pensé que solo fue dinero, pero resultó que… —Tomo otra respiración—. También me robó la identificación de Anyang. —La vergüenza y el disgusto me revuelven el estómago—. Y luego la usó para robar algunos ordenadores de la universidad.

—Mierda —murmura Eunwoo.

—¿En serio? —Changkyun no se está creyendo nada—. ¿Se supone que eso nos haga sentir mejor? —Se gira hacia Namjoon—. ¡Acaba de admitir que permitió que un convicto vagase sin compañía por la casa!

Eunwoo habla de nuevo, su tono duro.
—No, yo hice eso. Yo dejé entrar al hermano de Mingyu en la casa, así que cualquier cosa que robase es culpa mía.

—No, no lo es —digo firmemente—. Es culpa mía.

—Malditamente cierto —comenta Changkyun con malicia—. Jodidamente he acabado con esto. Voto para que recusemos al chupapollas como presidente…

—Changkyun —espeta Namjoon.

—¿De nuevo con esta mierda? —protesta Yoon justo detrás de mí—. ¿Cuántas oportunidades tiene, Namjoon? Silencia su mierda o yo también he acabado.

Mi pobre cerebro cansado está intentando mantenerse al día. Aunque “chupapollas” es una de las palabras favoritas de Changkyun. Suena como si supiese…

—Eh —dice una voz tensa desde las escaleras.

Giro la cabeza y Wonwoo está justo ahí, caminando hacia mí. Con sus ojos azules me echa una mirada de la cabeza a los pies, como si estuviese evaluándome por algún daño.

Pero, Cristo, todo el daño lo tiene él. Wonwoo tiene el labio partido.

Tiene ojeras y hay una tensión en su expresión que nunca he visto.

—Cállate, Changkyun —espeta Wonwoo ahora—. Si alguien va a ser expulsado de Alfa Delta, eres tú.

—¿Sí? —El imbécil da un paso hacia Wonwoo—. Sometámoslo a votación. Puede que no resulte como crees. ¿Vas a venir y participar? ¿O vas a asustarte y dejar que Kim tome todas las decisiones?

Wonwoo palidece, y los demás parecen prepararse. Hasta que Shownu se interpone entre Changkyun y Wonwoo, manteniéndolos separados.

—Vuelvan a sus esquinas.

Tomo aliento. ¿Qué está sucediendo ahora mismo?

—Jodidamente fuera de lugar —gruñe Wonwoo.

—Tengo que ir arriba —murmuro. No solo necesito quitarme el olor a perdedor de mi cuerpo, sino que estoy demasiado cansado para pensar. Si Changkyun vuelve a abrir la boca estoy seguro que lo golpearé. Y luego realmente seré expulsado de Alfa Delta. Justo como espera. Me giro hacia las escaleras, pasando junto a Namjoon y Yoon.

—Tu follamigo estará arriba de inmediato —se burla Changkyun.

Me congelo mientras el silencio cae entre nosotros. Pero luego tengo que girarme. Y está claro, todo el mundo me está observando, preguntándose qué diré.

Estoy demasiado sorprendido para hablar. Porque… ¿todo el mundo lo sabe? Jesucristo. ¿Cuándo sucedió? ¿Y por qué? Wonwoo podría haber inventado un millón de excusas a por qué estábamos juntos cuando aparecimos en el auto. Quiero decir, obviamente le reveló la verdad sobre nuestro fin de semana al abogado, porque aparecía en el acta como mi coartada oficial. ¿Pero se lo contó a la fraternidad?

El de Wonwoo es el último rostro que miro. Está pálido, sus labios en una línea firme. Cuando me ve mirándolo, cierra los ojos.

Oh, joder.

—Lo siento —masculla.

—Sí, estoy seguro de eso —murmuro. Estoy seguro que siente haberme conocido.

Wonwoo se estremece, pero no sé si es por mis palabras, o porque hay alguien golpeando la puerta de entrada ahora mismo.

—¡Kim Mingyu! —chilla una voz desde el otro lado de la gruesa puerta de roble—. ¡Que alguien me ayude!

Estoy cruzando el vestíbulo y abriendo la puerta de golpe en un instante.

—Mamá —saludo hoscamente en cuanto veo su rostro bañado en lágrimas—. Cálmate.

Intenta pasar junto a mí a la casa, pero aprieto mi agarre en la puerta, manteniéndola fuera.

—¿No vas a dejarme entrar? —Solloza.

—No es necesario —susurro—. ¿Por qué estás aquí?

—¡Mingyu! ¡Tienes que venir a casa ahora mismo! ¡Se llevaron a Youngmin!

—¿Cuándo?

—¡Justo ahora! Esos cerdos aparecieron y lo acusaron de robar ordenadores o algo así. —Lloriquea—. ¡Le arrestaron y se lo llevaron! Tenemos que ir y sacarlo. Tienes que pagar la fianza…

—No. —Cierro la puerta detrás de mí, así estamos solos en la entrada.

—¿Q-q-qué? —Le tiembla la voz, y está sorbiendo por la nariz repetidamente—. ¿Q-qué quieres decir con no? Es tu hermano. Necesita ayuda.

—Sí, necesita ayuda —coincido—. Pero no va a venir de mí, mamá. ¿Esos ordenadores que robó? Intentó culparme de ello.

Como siempre, mi madre defiende apasionadamente a Youngmin.

—Estás equivocado. ¡Youngmin nunca haría eso!

—Lo haría y lo hizo. —La amargura llena mi garganta—. Robó mi identificación e irrumpió en la universidad, mamá. Y dejó que me echasen la culpa de ello. —Su voz no es la única que está temblando—. Y-yo pasé la noche en el calabozo. Cristo… ¿sabes lo desmoralizador que fue?

—Necesitamos pagar la fianza de Youngmin —dice sin reconocer ninguna palabra que he dicho—. ¡Solo son setecientos cincuenta dólares! Y luego tenemos que ocuparnos del abogado…

—No —repito, con furia esta vez—. No pagaré su fianza. De hecho, si por alguna razón el sistema de justicia falla y no le envían a prisión por esto, pediré una orden de alejamiento contra él. —Tomo aliento—. No quiero volver a poner los ojos en Kim Youngmin.

Hay un breve silencio de sorpresa.

Cuando habla de nuevo, no espero lo que dice.

—Pequeña mierda desagradecida —gruñe mi madre—. ¡Te das cuenta de cuánto ha hecho por ti! ¡Cuánto hemos hechos ambos por ti! Te di la vida…

Me quedo boquiabierto.

—¿De verdad? ¿Vas a ir ahí, en serio?

—¿Y ahora tienes la oportunidad de salvar la vida de tu hermano y lo estás abandonando? ¿Simplemente vas a dejar que vaya a prisión? —Sus sollozos crecen—. ¿Quién eres? ¡No eres mi hijo! ¡Mi hijo nunca haría algo así! ¡Lo juro por Dios, Mingyu, si vas a hacer esto ya no vas a ser mi hijo!

Siento perfectamente el hueco dentro de mí cuando dice eso. Nunca antes ha usado la opción nuclear, pero me siento extrañamente calmado de todos modos. Porque siempre íbamos a terminar aquí.

—De acuerdo —susurro finalmente.

Los sollozos de mamá se cortan inmediatamente.

—¿De acuerdo? —repite, enderezándose—. ¿Pagarás la fianza?

—No. —Intento tragar el enorme nudo en mi garganta. Fallo—. De acuerdo, entonces supongo que tú y yo hemos terminado. Sácame del testamento, mamá. —Mi risa frágil.

—Pequeña mierda —sisea—. Sin lealtad. Justo como tu padre.

—Mamá —digo jadeante, el insulto atrapándome completamente con la guardia baja. Es el insulto más profundo que me ha dirigido. Toda mi vida se ha referido a él como “el hombre cruel que nos hizo un favor cuando se marchó”.

—Es cierto —asegura—. Estoy segura que terminarás tan solo como él.

Eso no es algo que se suponga que las madres les deseen a sus hijos.

De nuevo, ¿cuándo esta mujer ha sido una madre para mí? Pero incluso sabiendo eso, una ola de pena me recorre al mismo tiempo. Entonces, esto es todo. La última conversación que compartiremos. Debería sentir alivio, pero en cambio estoy destrozado.

Tomando una respiración, doy un paso atrás hacia la puerta. Mientras me giro, no me pierdo los rostros en la ventana. La gente está observando a mi madre sacarme de su vida, como si estuviesen viendo una pelea en un partido de hockey.

Abro la puerta y entro. Sin otra palabra a la mujer que me dio la vida, cierro la puerta de nuevo y la bloqueo. Luego corro por las escaleras — todas—, y escapo a mi habitación.

La ducha me espera. Giro el grifo a una temperatura abrasadora y me quito la ropa.

Lástima que la vergüenza no se lave.

—Kim.

La voz ronca de Wonwoo me alcanza mientras me pongo una camiseta limpia. Está en la puerta, la preocupación escrita por todo su hermoso rostro.

—¿Estás bien? —pregunta.

—No lo sé. ¿Importa? —Toda la fraternidad acaba de ser testigo de la explosión de mi vida en veinticuatro horas. Básicamente estoy entumecido para ahora.

Se acerca, como si fuese a abrazarme. Pero simplemente no puedo soportarlo ahora. Doy un extraño paso a un lado y me inclino sobre el escritorio, hojeando mis papeles.

—¿Cuánto costó el abogado? Necesito establecer un plan de pago con tu padre.

—No habrá ningún plan de pago —contesta, dejando salir su irritación.

—Sí, lo habrá. No quiero que tu padre me rescate. No quiero a nadie rescatándome.

—¿Ni siquiera yo?

—Especialmente tú. No hace ni veinticuatro horas señalé que Alfa Delta odiaría esto. —Señalo entre su cuerpo y el mío—. Supongo que no me equivoqué.

—No importan —aseguran rápidamente.

—¿Para nada?

Traga saliva con fuerza.

—Lo que sea. No me importa.

—Pero tal vez a mí sí.

—No —espeta—. Es una salida fácil. ¡Solo estás buscando una excusa para no salir de tu zona de confort! La mierda se pone difícil y me apartas de nuevo.

—¿Cómo te sorprende? No me gusta deberle nada a la gente. Lo sabes. Odio sentirme como una pequeña mierda desagradecida.

—¡Entonces no lo seas! —exclama—. Y no estoy hablando de dinero. Eso está más allá de tu control. Cuando se refiere al amor, eres un jodido tacaño. Como si fuese a matarte admitir que te importa.

Aunque me mataría. Porque cuando miro a Jeon Wonwoo III, veo el tipo de hombre que nunca puede ser mío. Lo que sea que cree que ve en mí se le pasará con el tiempo. Un día pronto se despertará y se preguntará qué demonios está haciendo con un granuja al que nadie más se interesa en amar. Su obsesión desaparecerá. Tal vez es porque se canse de mi mierda. O tal vez otro chico más malo llame su atención.

De cualquier modo, nunca íbamos a durar. Nunca he estado más seguro de nada en mi vida.

—Solo fue una follada, Wonwoo —murmuro.

—No lo fue.

—¿Sí? ¿Cuándo cambiaste las reglas? ¿Esto es como la elección otra vez? ¿Cambias las normas y me pongo en fila?

Su cuello se enrojece inmediatamente.

—¡No puedes seguir echándome ese error en cara!

—Cometes   muchos    errores,    aparentemente.    Fui    el    mayor. Pregúntaselo a alguien de abajo. Adelante.

Parpadea, sus ojos enrojecidos. Luego alza su barbilla aristocrática un par de centímetros. Y se va de mi habitación.

TPS- MEANIE - MINWONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora