Parte/2 la muerte de mi hermano

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En Abril de 1957 cuando tenía seis años, mi hermano Neto precisamente el que se salvó de la muerte antes de nacer, se puso muy grave de una enfermedad de nombre enterocolitis, mis padres lo llevaron al doctor del pueblo, pero el niño estaba tan grave que en el galeno recomendó llevarlo a Guadalajara, él se prestó para trasladarlos en su carro, pero el niño estaba tan grave, que en el camino murió,

Mi abuela Ramona la mamá de mi mamá se quedo con sus nietos para cuidarnos,  cuando regresaron con el niño, mi mamá venia aferrada a su cuerpecito, no lo quería soltar, lloraba desgarradoramente, vi que mi papa también le salían algunas lágrimas, y mi abuela también empezó a llorar, le pregunté.

—¿Porque llora mi papá y mi mamá y tambien tú?

—Porque Neto se fue al cielo— yo me dije para mi misma, como dirían en estos tiempos.

—Qué onda como que se fue al cielo, si ahí lo trae mi mama bien abrazado.

No sé cuánto tiempo paso, empezaron a desocupar la primera pieza de la casa.

Pusieron una mesa en dirección de la puerta de la calle, le pusieron una sabanita blanca bordada con filigrana, con una almohadita ahí acostaron al niño, poco después llegó su madrina de bautizo y lo vistió con un trajecito de un santo, creo que era de san José se veía muy chulo mi hermano, poco a poco empezó a llegar  gente con flores, se las ponían alrededor del niño.

El panadero llego con un canasto lleno de pan, mi abuela puso una olla grande de barro, con agua café y canela, al poco tiempo mis fosas nasales percibieron el aroma del café. Para mí era todo un acontecimiento, me pareció como día de fiesta, en la nochecita empezó a llegar mucha gente, Una de mis tías tomo un canasto y lo lleno de pan, otra lleno una jarra con café, una llevaba el otra llevaba una botella de tequila, les empezaron a ofrecer a las personas. 

—¡Ándele bebase un cafecito con una pieza de pan! ¿quiere su cafecito  con piquete o sin piquete

—Pos échele un chorrito de tequila.

Así paso la noche,  no sé a qué horas me dormí, sólo recuerdo que bebí mucho café y comí mucho pan, nadie me decía que ya no había.

Al día siguiente muy temprano llegó el carpintero del pueblo, mi papá lo atendió.

—Pasale Lión como vez, se me fue mijo al cielo.

—Pos los acompaño en su dolor.

El hombre abrazo a mi padre, enseguida se acercó a la mesa dónde estaba tendido mi hermano, retiro algunas flores del cuerpo del niño, saco un metro, le tomo medidas desde la cabeza a los pies, cuando termino  le dijo unas palabras a mi papa y salió de la casa, después de la comida volvió con una caja de madera forrada de tela blanca del tamaño del niño, mi mamá cuando lo vio se puso a llorar, algunas personas también lloraban, mi papá y el carpintero tomaron al niño y lo pusieron dentro de la caja, la cerraron, la apretaron con unos tornillos en forma de mariposa para asegurar la tapa, enseguida un señor de apodo el torito, se lo puso en la cabeza y se dispuso a salir de la casa  mi abuelita nos dio flores a todos los niños yo le pregunte.

—¿A dónde lleva el torito a Neto?

—Vente mija vamos al entierro.

Para mi corta edad todas esas palabras eran desconocidas, salimos y fuimos siguiendo el cortejo un señor iba echando cuetes esa es,  o era una tradición de mi pueblo la gente al escuchar los cohetes sale a la puerta y dice— mira ahí va un angelito.

Seguimos caminando hasta llegar al panteón, entramos a un cuarto llamado la sala de descanso en una plancha de cemento, el torito deposito la caja con el cuerpo de mi hermano, enseguida la abrieron, la gente va pasando a verlo por última vez, poco después lo condujeron  a la tumba, mi mamá iba deshecha en llanto, cuando lo metieron al hoyo, yo no lo podía creer, mi cerebro trabajaba a la velocidad de un rayo.

 —¿Por qué lo meten al pozo¿ ¿Cómo se va a salir? pero no podía preguntar nada de eso en ese momento tan dramático.

Cuando le empezaron a tapar con la tierra, yo sufría enormemente, cuando terminaron de enterrarlo le pusimos las flores en la tumba, y las personas se empezaron a ir, solo  quedó la familia, a mi mamá no la podía despegar de la tumba estaba acostada llorando.

Del regreso no me acuerdo, solo sé que en los días siguientes, mi mamá se la pasaba llorando a toda hora, se puso muy mal de los nervios, de un momento a otro le entraba la desesperación de ver al niño, dejaba de hacer lo que estuviera haciendo y salía corriendo de la casa, se iba directo al panteón, a llorar en la tumba de mi hermano, rascaba la tierra con las uñas para desenterrarlo hasta que los trabajadores la regresaban a la casa. No sé cuánto tiempo paso  un día estaba que mi madre hacia las tortillas, llorando en silencio, de pronto vio al niño que estaba parado con un cantarito de barro  en sus manos frente a ella. mi mamá lo vio, no le dio miedo al contrario le dio mucho gusto verlo.

—¡Hijo estás vivo! —quiso correr a abrazarlo, pero una fuerza invisible se lo impidió, mi hermano le dijo.

—Mamá no llores, porque no me dejas irme, a donde tengo que estar, ¿sabes cuantos cantaritos de estos he llenado y tu no dejas de llorar. 

—Fue tanto el impacto, que mi mamá se desmayó de la impresión.

En los días siguientes ella ya no lloraba,  empezó a sufrir ataques, se quedaba privada del conocimiento por varios minutos.

Mi papá la llevó a la ciudad con un doctor, le recetó una medicina y quedó curada al menos por el momento.

Yo no creo en aparecidos, creo que mi madre al no  resignarse a la muerte de mi hermano, creyó verlo, pero ella siempre afirmo que lo había visto. 

Pasajes de mi infanciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora