Él era el dueño de la mercería también estaba en los portales, allí íbamos a comprar las madejas de hilo para confeccionar nuestras costuras, entre más subíamos de grado en la escuela era más laboriosa la costura.
Desde tercer grado ya nos exigían hacer manteles, colchas ya fueran bordadas o tejidas con ganchillo, don Marcelino era el proveedor, hilo para bordar, hilos para tejer, estambres para confeccionar las chambritas y cobijitas, franela para pañales, para los bebes que venían en camino.
Las diferentes telas que se usaban para bordar, manta que era la más económica, cuadrille para el punto de cruz, y popelina la más fina, también vendía organza para la gente adinerada, tela de velo, para bordar sevillanas pues en ese tiempo tenía uno que ir con la cabeza tapada a la iglesia y los hombres sin sombrero.
Cortes de tela para confeccionar vestidos y adornos, botones, libros para la primera comunión, rosarios ropones para el bautizo de los niños ricos, medallitas de oro para los bautizados y para los niños de primera comunión, tobilleras, encajes, bolillos de diferentes colores y muchas otras cosas más.
El local tenia estantes desde el piso hasta el techo y las construcciones eran altas, muy altas, el señor tenía una escalera para bajar las cosas de los estantes más altos, el mostrador era de madera y tenía una vitrina donde exhibían las cosas más bonitas, y en el mostrador tenía unos frascos de vidrio con dulces y galletas, a mí me gustaba comprar chiclosos y barrilitos de sabor de cerveza de raíz daba 3 por cinco centavos.
Don Marcelino Pérez y su esposa ya eran personas mayores él era un señor alto y gordo que usaba los pantalones fajados a la cintura lo cual lo hacía ver más panzón me imagino que tenían más de 50 años a mí se me hacían viejitos, no sé si tenían hijos, y si tenían ya deberían ser adultos.
Don Marcelino Pérez tenía un flamante coche negro de los años 40's se veía nuevo, brilloso, todos los jueves por la tarde, él y su esposa se paseaban por todo el pueblo cuando pasaban por la calle donde vivíamos los chiquillos corríamos y nos subíamos a la defensa del coche parecía una banquita era grande de fierro macizo.
Cuando llegábamos a la esquina nos bajábamos, él nunca nos dijo nada, y le daba más despacio para que no nos fuéramos a caer.
Él recorte.
El recorte, era un señor muy bajito, rebaso la medida de los enanitos, si hubiera crecido un poco menos, quedaba en la categoría de enanito, pero alcanzó la estatura de señor chaparrito, él tenía una tienda donde vendía todo lo que un charro necesita, desde trajes completos de charro, sombreros, sogas, espuelas, chaparreras, telas para confeccionar sus trajes, unos botones de adorno que se llaman tarugos, Sillas de montar, botas, cuando pasaba por la tienda me llegaba el olor característico de la piel, la gamuza, la tienda estaba enfrente de la plaza en los portales.
El camote
Era el dueño de una tienda de abarrotes moderna, estaba muy amplia tenia luz de neón lo cual la hacia lucir más bonita.
La panena
Era una señora donde vendían las nieves caras, de gourmet, muy adornadas, con frutas caras, cerezas, arándanos, moras, duraznos, las ponían en un platino de postre alargado ponían, tres bolas, luego dos, y una las bañaban con salsa de chocolate, crema batida y las frutas ,se veían hermosas obviamente yo nunca tuve acceso a una de esas ricas nieves esas eran exclusivas para las personas adineradas, a mí me tocaba verlas de lejos y imaginarme cual sería su sabor.
El guarachero
Era el encargado de calzarnos los pies a los pobres, nosotros teníamos zapatos para la escuela, pero llegando de la escuela no los quitábamos y nos poníamos nuestros guaraches, íbamos con el señor nos ponía el pie en un cartón nos dibujaba la forma del pie, y con un pedazo de cincha (hilaza) nos media la curva del empeine y eso era todo cuando íbamos a recogerlos nos quedaban perfectos.
Don Justo
Era el enfermero del pueblo un señor viejito, alto, güero, con sus pantalones de casimir su camisa blanca y sus zapatos muy brillosos, sus tirantes, usaba lentes, siempre cargaba su velicito donde traía su jeringa, algodón, alcohol, gasas, mercurios y todo lo que se necesita para curar heridas leves cuando había un enfermo en cama él era el encargado de ir a hacer curaciones, inyectar en la nalga y en la vena, y ponía sueros, se veía por todo el pueblo cargando su veliz, cuando había un descalabrado y ocupaba algunos puntos él era el experto en dejarnos como nuevos.
Guillermina Monteón, la telefonista del pueblo, ella sentada en su conmutador, lleno de cables, con sus auriculares era la encargada de recibir las llamadas del exterior y conectar a las personas con sus familiares, que por lo regular trabajaban en USA, tenía un ayudante que era el mensajero en su bicicleta raudo y veloz iba a los domicilios de las personas para decirles que tenían una llamada por teléfono, había tres cabinas cuando la persona llegaba ella rápidamente se comunicaba con la persona del exterior y la persona entraba a una de las cabinas y podía hablar con su familiar.
Su mamá de ella era la modista del pueblo, eso dije MODISTA, no era costurera, ella era la encargada de confeccionar los vestidos de las señoras de sociedad, vestidos de novia, de quinceañera y los vestidos largos de fiesta de las señoras ricas, hacia maravillas tenía catálogos de vestidos americanos donde estaban todos los vestidos de moda de alta costura, si alguien ocupaba un vestido elegante rápidamente le decían anda con la mamá de Guillermina Monteón nunca supe su nombre.
Camila
Camila en cambio era la costurera, ella nos hacia los vestidos a las personas que no podían pagar grandes sumas, ella nos confeccionaba los uniformes, y los vestiditos que rara vez estrenábamos, pero cuando íbamos, ella nos enseñaba un catálogo y nos dábamos el lujo de escoger el modelo que nos gustaba nos los dejaba igualitos que el modelito de la revista.
Camerina
Ella era la dueña y maestra de la academia de taquigrafía y mecanografía, allí las jóvenes que no podían a aspirar a estudiar una carrera larga porque se tenían que ir al exterior se preparaban para desarrollaran su talento de escribir la taquigrafía y poder escribir en máquina 120 palabras por minuto y ella era la que hacia ese milagro con muchas jóvenes del pueblo yo no fui una de ellas aunque siempre quise escribir en máquina, pero no había dinero para pagar la academia.
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Pasajes de mi infancia
Kurgu OlmayanPasajes de mi infancia. Los recuerdos de mi infancia, nací en el año 1950, en Etzatlan, un pueblito del estado de Jalisco México relatos de la vida cotidiana, las fiestas de mi pueblo, los años del colegio , los sueños y vivencias de una niña...