Capitulo 2 · Vecinos ·

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Capitulo 2 - Vecinos

A la mañana siguiente Giane se encontraba saliendo de su apartamento y al girar el rostro para caminar hacía el elevador se encontró con algo, o más bien alguien... Francois caminaba hacía su dirección mientras tenía la vista fija en su celular. Cuando estuvo lo suficientemente cerca habló:

—¿Francois? —al reconocer la voz acariciando su nombre despegó la vista del aparato chocando con unos ojos mieles. Su plan había funcionado.

—Hola Giane... —la saludó en un tono suave como una brisa.

—¿Que haces aquí?

Ella no lo entendía y por un momento sintió miedo; el color de su rostro se palideció con la idea que cruzó por su mente ¿Él la estaba persiguiendo? ¿Como sabia donde vivía? ¿Estaba en peligro?

—Por tu rostro pálido creo que estás pensado de forma errónea. —él lo veía, reconocía el miedo en los ojos... — Vivo en el B47. No tenía idea que éramos vecinos.

Mintió ¡Claro que lo sabía! Tras esa revelación el rostro de Giane retomó su color aunque su corazón aún latía con fuerza.

—¡Oh! ¡Eso es genial! —por fin pudo respirar. Una sonrisa tímida se plantó sobre sus labios, el mayor de los Clifton detalló su rostro. Amaba memorizar detalles para preservarlos intangibles en su memoria.

—Me alegra encontrarme contigo, no he dejado de sonreír desde que recibí tus mensajes. —Francois era directo, descarado, franco. Decía lo que pensaba y eso era un rasgo admirable para Avilt.

Ella admiraba una fachada.

—Vamos al campus. —su mano suave y cálida envolvió la de él. El tacto era suave, delicado y desencadenaba un brote de emociones. Giane respiraba  nerviosa, había tomado la mano de él por reflejo, no lo pensó.

Francois no se quejó, al parecer no le había tomado importancia ya que caminaba como sí nada. Con una sonrisa que ella no veía, pero como sí nada.

Al tomar el elevador ella soltó su mano, no soportaba los nervios y el vacío en el estómago que él le causaba con su simple cercanía. ¿Eran mariposas?

Las malas lenguas dicen que; las mariposas son sinónimo de peligro, comentan que es nuestra razón gritando de miedo ¿Quien ha dicho que las malas lenguas no tiene razón?

—¿Por qué sueltas mi mano, Giane?

Inquirió en un tono curioso... Ella conectó sus miradas y respiro hondo antes de responder.

—Me pones nerviosa, Clifton. —sintió que el corazón se le iba a salir cuando él se acerco peligrosamente a ella. El olor a perfume varonil invadió su olfato.

El olor dulce de Giane también se coló por el olfato de él. Era delicioso.

—Bien, probemos algo para calmar tus nervios. Es un método que me enseñaron en la facultad.

Propuso con una sonrisa. Clifton marcó el estacionamiento sin que Giane se enterase.

—Vale... —Giane lleno sus pulmones de oxigeno.

—Cierra los ojos.

Ella dudó, era peligroso cerrar los ojos en un lugar cerrado con un desconocido y sin testigos, él lo notó así que volvió a hablar.

—Confía en mí, no te haré daño.

—Confío en ti —que esas palabras salieran de su boca era un gran paso, ella había dejado se confiar en las personas hace meses.

La obsesión de los Clifton ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora