Capitulo 14 · Sangre helada ·

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Capitulo 14- Sangre helada.

Sí, los había visto.

La ira corría por sus venas, ver al pelirrojo entrar al departamento de su chica lo molestó. Lo puso como un maldito psicópata iracundo de celos, sus manos temblaban mientras intentaba controlar la ira que sabía iba a comenzar a salirse de control.

Francios no quería salirse de sus casillas, no aún.

Tomó su celular entre sus manos tecleando con fuerza el mensaje que pensaba enviar la ira le nublaba la razón.

"Comenzó el maldito juego con mis putas reglas"

Envió un mensaje con el pulso temblando, cualquiera que lo viera en esa situación se daría cuenta que estaba encabronado, rojo de celos.

Su contraparte al recibir el mensaje dejó todo.

—Shar, debo irme. Pasó algo con François—interrumpió a su amiga mientras le respondía.

"Piensa la mierda que estás a punto de hacer, ella no está lista"

—¿Te acompaño?—la mujer de ojos rasgados le preguntó preocupada, H, se veía genuinamente alterado.

—No, quédate.

Salió del sitio intentando llamar a su hermano, cada vez lo mandaba a buzón automáticamente, «apagó el celular» pensó errático, alterado, enojado. Él no podía dar ese paso porque sí, sin seguir el plan, sin seguir los pasos. El mayor de los Clifton jamás había actuado así con ninguna otra chica.

Si arruinaba las cosas no solo dañaría el plan, no solo desataría el enojo del menor de los Clifton, François desataría el caos, el infierno los tragaría vivos a ambos, porque si uno se hundía se jodian los dos.

Manejó a toda prisa intentando impedir el caos, estaba al otro lado de la ciudad. Mucha distancia para tan poco tiempo, había una parte de él que también se preocupaba por ella... no sabía que había provocado esa decisión de su hermano pero sabía que no había sido por nada bueno. François Clifton era muy volátil.

Él pelirrojo se había ido del departamento hacía unos segundos cuando unos golpes contundentes contra la madera de la puerta hicieron a Giane apresurarse a abrirla, desconcertada giró la manilla encontrándose con el mayor de los Clifton.

—¿Qué sucede? ¿Por qué tocas así la puerta?

—¡No finjas que no sabes!—un encabronado François la señaló entrando a su departamento.

Los ojos verdes de su novio estaban oscurecidos con su pupila dilatada. Una mala sensación recorría el estómago de Giane.

—François, no sé de qué hablas.

Él elevó las comisuras de sus labios mostrando sus dientes en una sonrisa repleta de maldad.

—Estabas con otro... a solas—se acercó a Giane dando varios pasos, su voz era ronca con matices de enojo—¡Ese maldito pelirrojo estaba aquí contigo!—gritó saliéndose por completo de sus casillas, Giane se quedó muda, nunca antes le había gritado, parecía otro hombre ciego de celos. «Enfermizo».

—¿me crees gilipollas?—la acorraló contra la pared. Ella tenía el corazón a mil y los nervios de punta, respiraba intentando llenar sus pulmones de oxígeno, el mismo oxígeno que sentía que le faltaba.

—Cálmate.. —chilló con la voz entrecortada. Un nudo enorme trancaba su garganta, sentía la necesidad de correr, de huir pero su razón se lo impedía, jamás podría contra él.

La obsesión de los Clifton ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora