Capitulo 12 · Capricho ·

21 2 0
                                    

Capitulo 12- Capricho

De nuevo, estaba frente al menor de los Clifton, expectante y con las sensaciones a flor de piel. 

—¿Por qué tuviste que besarme esa noche?

Henxo bajó su rostro, mirando el lago. Transmitía serenidad.

— Me pareciste hermosa, tienes algo distinto, Giane. Cautivas con solo mirarte. 

No la miró a los ojos mientras dijo esas palabras que removieron algo en el interior de Giane, fue sincero, cuando hablo por primera vez con ella supo que ella era la adecuada, no hubo ni una sola duda. 

—Se que lo estoy traicionando a él, pero no puedo traicionarme a mi mismo y hacerme a un lado. 

—Yo no quiero hacerle daño—Giane dijo en un murmullo—. Deberíamos olvidar esto que sucede, y todo lo que sucedió. Esta mal. 

—Yo no pienso olvidar nada. Si esto continua lo lastimas a él, pero si se acaba... me lastimas a mí.

Estaba jugando con la mente de Giane, tomó su mano y la obligó a mirarlo. 

—Henxo, yo le quiero. 

Sus ojos estaban llenos de agua salada. 

—Pero a mi me deseas. 

La besó con fuerza, ella le siguió el beso tomándolo de la barbilla. Era atrapante la pasión con la que la besaba, desesperado, hambriento. Como si el tiempo se acabase y cada segundo debería ser aprovechado, sentados en un bando ella se acercó mas a él. 

«Detente» Giane se ignoraba a sí misma, el deseo por el castaño la abordaba cada vez más. 

Henxo hacia que su capacidad que racionamiento se fuera por el caño. 

El beso cada vez era más intenso, mas adictivo, mas prohibido. Un gemido suave salió de Giane cuando Henxo le apretó el muslo.

Henxo decidió detenerse. Ese lugar no era apropiado. 

—Vamos al auto. 

Su voz era agitada al igual que la respiración de ella. Ambos se levantaron en medio de la noche para caminar al automóvil en un silencio lleno de tensión. 

Esos minutos caminando al auto le permitió a Giane esclarecer sus ideas, una vez sobre el auto Henxo intentó volver a besarla pero ella giró el rostro evitando el contacto. 

—¿Qué sucede?

—Quiero irme. 

—¿Por que?

—Porque esta mal.

—Pero te hace sentir bien—la tomó de la barbilla, haciendo lo que mirase—. No te limites por él. 

—No quiero hacerlo pero...

la interrumpió. 

—Te prometo que esto se quedara entre ambos.

Prometió mirándola a los ojos sin ningún atisbo de duda. 

—¿No le dirás nada?

—Jamas. 

Ella confió en él. Lo dijo tan seguro que pareció que jamas revelaría nada. Lo peligroso de confiar en él es que podía mentirte mientras te miraba a los ojos. 

—No me falles.

Le suplicó mientras ella lo besó a él, con deseo, y delicadeza. Como sí un movimiento fuerte fuese capaz de partir sus labios, con lentitud, disfrutando genuinamente cada segundo del beso. 

La obsesión de los Clifton ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora