Capítulo 7

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─¿Henry? ─Escuché la voz de la reina llamar al príncipe, quien maldijo por lo bajo, no sé si lo hizo por el hecho de que detestaba ser llamado por su primer nombre o porque la reina estaba llamando a su puerta, tal vez eran ambas─. ¿Estás ocupado?

Insistió la reina al tocar de nuevo, la mirada de Carsten se topó con la mía, no me importó que viera el pánico en mis ojos, realmente estaba asustada, si los reyes entraban a la habitación y me encontraban con el príncipe, presentía que solo me traería problemas nuevos.

─¿Qué hacemos? ─Me atreví a preguntarle, no respondió de inmediato. Se tomó su tiempo.

─No lo sé.

─Debes tener un plan en mente ─protesté y me fulminó con la mirada.

─Créeme que estoy igual de desesperado que tú.

─Pues no lo parece.

─¿De nuevo actuando como fierecilla?

Apreté los labios en una mueca y le di un manotazo, no fue muy fuerte, pero consiguió que se quejara.

─¡No me llames fierecilla! ─Acusé y él sonrío maliciosamente.

─Pues no te comportes como una.

─¿Henry, hijo, sigues despierto? ─Esta ocasión fue la voz del rey la que se escuchó, Carsten se apresuró a taparme la boca con su mano justo cuando estuve por soltar un chillido. Sentí su cuerpo pegarse demasiado al mío que los vellos de mi piel se erizaron cuando me dio una ráfaga de frio.

Entonces me percaté de que no estaba de lo mejor vestida, de nuevo llevaba puesto mi pijama de conejitos, el príncipe quitó su mano de mi boca y se apartó unos escasos centímetros de mi para contemplar mi atuendo de arriba abajo lo que provocó que sintiera una especie de electricidad en mí y me sonrojara.

¿Qué había hecho yo para merecer semejante humillación?

Mi instinto fue cubrirme de brazos lo que hizo levantar mi busto y él lo notó, me miró de una manera descarada y dios mío, yo pensé de nuevo en él y nuestro encuentro y maldije por lo bajo.

Los golpes a la puerta hicieron que me sobresaltara y diera un paso al frente, compartí una mirada de terror con el príncipe, quien lucia pensativo y observó con atención su alrededor.

—Métete a la cama.

—¿Perdón?

Pregunté sonrojándome de inmediato, ¿había escuchado bien o me estaba quedando medio sorda?

—A la cama —señaló de inmediato—. Cúbrete con las cobijas así no te verán.

Negué inmediatamente.

—Es una pésima idea.

—¿Se te ocurre una mejor?

Lo cierto era que no y oprimí una mueca.

—¿Qué hay debajo de la cama?

—El suelo es frío y con esa ropa... —volvió a mirarme de arriba abajo, sentí la urgencia de cruzarme de brazos de nuevo, pero no lo hice─. La cama será mejor.

Insistió y observé su habitación, estaba impecable. En mi opinión, cabría muy bien debajo de la cama, pero tiene razón, el suelo está helado y yo con esta ropa no ayudará mucho.

─¡Henry Carsten Schuter! ¡Abre esa puerta ahora! ─Gritó la reina y me sobresalté cuando comenzaron a mover la chapa.

Sentí el terror recorrer mi cuerpo, Carsten y yo compartimos una mirada y me hizo un gesto con la cabeza hacia la cama, esta ocasión no puse ninguna objeción y seguí sus indicaciones porque necesitaba esconderme, los reyes no podían verme con el príncipe.

Si la corona te quedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora