Capítulo 17

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Perdimos la noción del tiempo mientras conducíamos por las calles, estaba asombrada de todo.

─¿Te apetece parar en algún lado?

Preguntó y me encogí de hombros, sí me apetecía, pero no conocía ningún lugar.

─¿Qué tienes en mente?

Una mueca se dibujó en sus labios y arrugó la nariz, me temo que suele hacerlo cuando piensa.

─Conozco una buena pizzería.

─¿No estás jugando conmigo? ─Se me hizo agua la boca de tan solo pensar en la idea de comer pizza con mucho queso, champiñones y pepperoni.

─Por supuesto que no.

─Juro que voy a amarte si me llevas a comer pizza está noche.

Mis palabras fueron como una advertencia que le hizo gracia. Su risa era dulce y contagiosa, era la primera vez que lo escuchaba reírse así tan espontáneamente.

─Me suena como una propuesta indecente, ¿por qué no me sorprende viniendo de ti?

Juro que me sonrojé, había burla y coqueteo en sus palabras como si hiciera la suposición de que yo me iba por la vida haciendo cosas así cuando yo me consideraba de lo más inocente.

Puse mala cara y me hice la indignada segundos después.

─Soy una chica muy inocente ─quise dejarle en claro, Carsten negó para sí mismo.

─Tan inocente que te metes a las duchas de desconocidos, ¿no?

─¡Ah! ─comencé a quejarme─. ¿Con que intentas burlaste de mí, Blair? ¿La chica más inocente en este país? ¡Eso fue un accidente! Me disculpé por ello y créeme, todavía tengo pesadillas sobre ese día ─me cubrí el rostro con ambas manos deseando borrar el recuerdo en mi memoria, no porque fuera malo sino porque no me parecía sano recordar a Carsten recién salido de la ducha y desnudo.

─Oh vamos, apuesto a que eres todo menos inocente.

Me dio una mirada rápida en donde mi guiño un ojo a manera juguetona, encontré el gesto demasiado atractivo, pero me obligué a ponerle mala cara y me acerqué para darle un ligero manotazo en el brazo.

─Cerdo.

Bromeé y de nuevo volteó a verme.

─Fierecilla ─dijo con su acento bien marcado─. Eso es lo que eres, una fierecilla.

Rodeé los ojos deseando ignorar su comentario, no era la primera vez que me llamaba así y confieso que me gustaba la manera en que pronunciaba esa palabra.

─Retracto lo dicho sobre amarte si me llevas a comer pizza, ahora es una orden. Me la debes.

─Ahí lo tienes, mandona ─dijo completamente divertido de darme esas palabras─. Tus dos cualidades, fierecilla y mandona.

Volví a rodar los ojos, está ocasión ninguno de los dos dijo más, Carsten continuó conduciendo por las calles hasta llegar a la pizzería. El lugar lucía un poco lleno, apagó el motor del auto y dudé unos segundos en desabrocharme el cinturón de seguridad.

─¿No es mala idea estar aquí?

Pregunté. Carsten frunció el ceño confundido por mi pregunta.

─¿A qué te refieres?

Lo miré obvia.

─Eres el príncipe ─Según lo que había leído en internet sobre la realeza era que no siempre resultaba sencillo caminar por las calles de sus ciudades o cualquier lugar como cualquier persona civilizada.

Si la corona te quedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora