Capítulo 52

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Sentí que era una pésima idea bajar a cenar con las duquesas y la familia real pero no hacerlo le demostraría al rey que tal vez estaba en lo cierto, no cumpliría mi palabra de mantenerme apartada de Carsten, sentía la necesidad de mostrarme lo más casual que era posible ante el príncipe y las demás duquesas, de mantener una relación profesional y de trabajo a la hora de dirigirme a ellos.

Por suerte, solo estuvo la reina presente debido a que el rey y el príncipe estuvieron en una reunión y no tuvieron oportunidad de reunirse con nosotros. La siguiente cena sucedió lo mismo, hasta la tercera cena donde Carsten y el rey entraron a mitad de la comida.

─Por favor señoritas, no se levanten ─dijo el rey mientras entraba a prisa para ocupar su silla no sin antes saludar con un beso en la cabeza a la reina, poseía un semblante de pocos amigos y me di cuenta de que no era el único, Carsten también lucía enfadado.

─¿Está todo bien? ─escuché a la reina preguntarle al rey, quien con un gesto le restó importancia a la pregunta.

─Lo estará.

Hice caso omiso a la conversación y la respuesta del rey, me concentré en mi plato, pero solo conseguí picar un poco la comida, me sentía llena y ni siquiera me comí el postre y eso que se veía delicioso. Me retiré tan pronto como lo hizo la duquesa de Ringsted y me dirigí a mi habitación tomando pasillos separados, deseaba estar a solas y no toparme con nadie.

Mientras caminaba por los pasillos, llegué a contemplar una pintura a óleo sobre el príncipe Edmond, su retrato dejaba ver a un hombre joven y atractivo, aunque el físico era un poquito parecido al de Carsten, Edmond tenía una mirada más tierna que la de su hermano menor, la suya solía ser determinada y coqueta, pues era esa clase de personas que no importa cómo se viera físicamente, pero tenía ese no se qué que despertaba interés en los demás.

─Fue pintado dos semanas antes de que muriera ─la voz del príncipe a mis espaldas me sobresaltó, me giré para verle acercarse a mí, lucía un traje de color gris, y una corbata azul marino.

─Es un excelente retrato ─se me ocurrió decirle y él asintió.

─Si, probablemente el último recuerdo de él físicamente. Edmond era algo rejego a sacarse fotos, en especial retratos así que no hay los suficientes de él con su uniforme.

─Imagino que en eso eran lo opuesto, ¿no?

Rio por lo bajo.

─Tal vez. ─No dijimos nada después de eso, nos sumamos a un pequeño silencio─. ¿Estás bien? He notado que apenas has probado tu plato.

Preguntó rompiendo el silencio entre los dos, volteé a verlo, juraba que nadie lo había notado, todos parecían concentrados en lo suyo. La mayoría de las cenas eran así, muy rara vez se iniciaba una conversación y todos se limitaban a comer, incluso casi no se levantaba la vista de los platos.

─No he tenido mucha hambre.

Mi estomago decidió traicionarme con ello.

Carsten sonrió.

─¿Te apetece ir a comer algo?

Le dejé ver una mueca.

─No lo sé, no tengo...

─No aceptaré un no tengo hambre.

Algo me decía que el príncipe no lo dejaría pasar tan fácil.

─No deberíamos.

─Blair, ha estas alturas hay muchas cosas que no deberíamos pero aun así... ─hizo una ligera pausa y suspiró─. Por favor.

***

Si la corona te quedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora