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Aidan

Las voces se callaron luego de que alguien dijera:

—Esperen aquí.

No sabía que hacer, comencé a temblar en cuanto identifiqué la voz de William, no cabía duda de que podría malinterpretar la situación, que absurdo, aún con lo que me hizo me preocupaba que pensara que me estaba embrollando con otro cuando no era así.

Tenía puesta la parte inferior de mi ropa a excepción de los zapatos, sin embargo, no tenía ni saco y mi camisa estaba a medio abrochar, estaba muy alterado y aún no dejaba de llorar.
Miré a Carlysle, que tenía los ojos entornados, parecía distraído, ido, probablemente no había escuchado. Comencé a alterarme, a hiperventilar y a tener otro ataque de pánico mientras que los pasos se escuchaban más cerca.

Carlysle lo notó porque se movió rápidamente y me tomo por el cuello y la nuca, obligándome a verlo.

—Cálmate,— habló tranquilamente —respira tranquilamente.

Intenté calmarme, intenté hacer lo que me recomendaba Carlysle, pero nada resultaba, y por el contrario, solo me alteraba aún más.
Carlysle al notarlo, y lo que supuse era su última y muy desesperada opción, me abrazó; intenté quitarme, pero no pude.

—El jefe de Vorzdovac está aquí, quieres que…— se interrumpió la persona que estaba hablando mientras abría la puerta, supongo que al ver la escena que se había armado.

Se escuchó el ruido de la puerta y pasos alejándose de la habitación, a esto le siguió una conversación que no logré entender completamente, solo una parte de esta, y quien hablaba era la persona que menos quería ver en este momento, pero aún con eso quería que me salvara, que me sacara de ese lugar y me llevará lejos.

—No me importa que esté haciendo, tomó lo que es mío y vine a recuperarlo. ¿Es que acaso tu jefe no tiene la decencia de salir?— cuestionó William, notoriamente alterado.

—Justo ahora no es buen momento para que salga, señor Beck,— dijo la misma voz que había anunciado a William —si pudiera esperar unos minutos…

—No me digas, ¿acaso está durmiendo en una situación como esta?

No hablaron más, pero si se escucharon pasos apresurados hacia la puerta de la habitación.

—¡No puede entrar!— exclamó quién ahora pensaba era alguien de seguridad.

—Tú no me dices que hacer— contestó William, luego se escuchó un estruendo y se abrió la puerta de golpe, como si alguien hubiese entrado.
Había dejado de intentar alejarme de Carlysle, y por alguna razón me sentía un poquito más tranquilo, pero aún no me recuperaba del todo.

—¿Qué…? ¿¡Qué mierda es esto!?— gritó William enfurecido, al mismo tiempo que Carlysle reaccionaba y volvía su atención al recién llegado.

Cómo estaba tan enojado con William, su expresión dolida se me antojaba extrañamente agradable. Sus facciones descompuestas por una mezcla de dolor e ira eran claramente visibles, comenzaba a sufrir.

—Aidan, ¿qué estás haciendo?— preguntó William, en su voz había dolor. Y una parte de mi estaba apunto de excusarse, de explicar la situación, pero me contuve, no le debía nada. Carlysle por su parte comenzó a reír un poco, cosa que irritó aún más a William —¡Tú…! ¿¡Qué es lo que tanto te causa gracia!? ¿Por qué abrazas a una persona a la fuerza? ¿Es acaso tu forma absurda de torturar?— sus preguntas fueron dichas empezando por un tono enojado para terminar con uno sarcástico.

—Yo no lo obligué a nada,— explicó Carlysle mientras me soltaba por fin y comenzaba a levantarse —además él…— tosí para desviar la atención e interrumpir a Carlysle, no quería que le dijera que me había puesto mal por su culpa. Por su parte, Carlysle pareció entender la situación y simplemente continúo hablando. Por extraño que fuera, Crawford se comportaba de una forma tan amable que daba miedo, mi estrés era tanto que me punzaba la cabeza.

—Aidan,— llamó mi atención, pues me estaba terminando de abrochar la camisa —¿te sientes mejor?

—Ya me siento mejor, gracias— respondí con tristeza y a la defensiva.

—Vamos, ¿qué es esto? ¿Ahora son una feliz pareja?— cuestionó William aún más irritado —Vamos Aidan, que Ryan te lleve a casa, no tienes porque estar aquí, a quien quieren es a mi, estás aquí por mi culpa— dijo mientras se acercaba a mi y me jalaba por el brazo con fuerza.

—¡Suélteme! ¡Estás lastimándome!— brame, pero William hizo caso omiso a mis palabras.

—No sabía que no tenías modales, dijo que lo sueltes— recalcó Carlysle.

—¿Quién crees que eres para decirme que hacer?— terció William, sin duda alguna están muy molesto.

—Estás lastimándome— sollocé mientras forcejeaba. Era verdad, William no se daba cuenta de la fuerza que estaba empleando en su agarre.

En un momento, William aumentó aún más su fuerza. Me lastimaba tanto que, sumado con los estragos de la fiebre, del ataque de pánico, el estrés, y el malestar físico y emocional me parecía que en cualquier momento me arrancaría el brazo. Comencé a forcejear con mayor intensidad para que me soltara al mismo tiempo que las lágrimas volvían a surcar mis mejillas.

—Me haces daño, ¡ya suéltame!

—Dijo que lo sueltes— dijo tranquilamente Carlysle quien había sacado su arma y le apuntaba directamente a la cabeza a William, temí tanto por la seguridad de Will que por un instante todo lo demás desapareció de mi mente.
El personal de seguridad de William, mis amigos y conocidos, sacaron sus armas apuntando a Carlysle y, por su parte, quienes trabajaban para Carlysle apuntaron a William y a su gente, me asusté aún más.
William me empujó, ocasionando que chocara levemente con la pared, en realidad me lastimó más la forma en la que me había agarrado del brazo que la forma en la que me había soltado, pero aún así me quejé.

—Ya está, ya lo solté. Bajen las armas y nosotros lo haremos también.

—Bajen las armas— ordenó Carlysle, su gente obedeció, William hizo un pequeño gesto y su gente, que aún consideraba mi familia, también bajó las armas.

—Hablemos en otro lado— indicó Carlysle. Hablando siempre con un tono neutro y serio, y un rostro inexpresivo que me aterraba, me aterraba porque no podía predecir sus acciones, ni percibir sus intenciones.

—Cómo quieras— dijo William con altanería.

Ambos hombres voltearon a verme.

—Yo me quedo aquí,— aclaré —no puedo más.

—Yo me quedo con el— indicó Ryan.

Todos con excepción de Ryan salieron de la habitación, cerrando la puerta tras de sí. Solo se escuchaban pasos alejándose.

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La Sacra CoronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora