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Aidan

Calor, sentía calor por todo el cuerpo.

Estaba recostado en mi cama, aletargado y agitado me aferraba a las sábanas con fuerza mientras algo golpeaba con fiereza mis caderas.

—Así es como te gusta, ¿no?— preguntó una voz ligeramente distorsionada, gutural —Duro y rudo.

Gemidos se escapaban de mi boca en contra de mi voluntad al tiempo que la fuerza con la me penetraban aumentaba significativamente.

—Bésame— rogue.

Un cuerpo musculoso y pesado aprisionó mi cuerpo y unos suaves y carnosos labios chocaron con los míos.

—Aidan…— gemía guturalmente el hombre sobre mí.

Y de pronto, abrí los ojos, agitado me senté en la cama. Estaba cansado de los recurrentes sueños candentes que solo me recordaban el largo tiempo que llevaba sin tener sexo.

Los sueños húmedos eran cada vez más frecuentes, y cada vez más difíciles de soportar; despertaba agitado con una erección que cada vez era más difícil de calmar, y comenzaba a pensar que la única manera de aliviar mis síntomas sería dándole a mi cuerpo lo que tanto me pedía, sexo.

Pero había un problema, y uno grande, yo detestaba acostarme con cualquiera, por una simple razón; me sentía usado como un mero juguete sexual, es por eso que en lo personal detestaba el sexo casual.

Frustrado me levanté al baño e intenté calmar la erección que ya comenzaba a dolerme. No quería masturbarme, eso ya no me calmaba tan fácilmente y solo me dejaba la sensación de querer algo más grande y grueso que mis dedos deslizándose en mi interior.
Dejé que el agua que caía sobre mi cuerpo calmase la erección y, una vez que terminé con eso me duché, para luego salir a hacer mi día con la mayor normalidad posible

[…]

—Oh no, sabes que no soy bueno con el alcohol— dijo William cuando le pregunté por qué no tomábamos algo.

Durante el día habíamos salido casualmente a comer y luego sin importar cómo terminamos charlando en mi casa, y sabía de sobra que William se quedaría a dormir, así que no veía porque no podíamos beber algo.

—Lo cuál es una pena considerando que estuvimos juntos durante mucho tiempo— respondí mientras abría una botella.

Serví el whisky en un par de vasos con hielo y le entregué uno a William.

—Que tú tengas una resistencia de campeonato no me hace precisamente un mal bebedor, pero sabes que no soy el mejor en esto.

—Solo bebe, no es como que te va a pasar nada— fue lo que dije para incitarlo a beber, pero sin darme cuenta las cosas tomaron otro rumbo.

Al principio solo seguimos hablando, pero la mala resistencia de Will al alcohol junto con que yo quería mantener los ojos en los suyos y no en sus enormes y bien trabajados pectorales comencé a beber demasiado sin darme cuenta.

William estaba sentado a mi lado, ligeramente de frente a mí, usando una playera bastante ajustada que me incitaba.
Con todo el cuerpo adormecido, el juicio nublado y un alto lívido comencé a rozar su brazo con la punta de mis dedos; Will dejó de hablar, sentía su mirada clavada en mí, aunque no le prestaba mayor atención a ello.

Seguía rozando su brazo y, de pronto, tal como en el pasado, cuando no éramos más que unos niños; lo besé sin pensarlo, para un segundo después darme cuenta de lo que había hecho y asustarme.

Pensé en disculparme y huir a mi habitación a esconderme entre las cobijas de mi cama, pero William fue más rápido y me devolvió el beso, tal como aquella vez, cuando éramos pequeños.

Al principio fue un beso cálido, suave y cariñoso, pero yo estaba tan desesperado que poco a poco subí la intensidad del beso a algo más candente, desesperado al punto que mi cuerpo se movió solo hasta que quedé sobre sus piernas.

Will movía sus manos entre mi espalda y mis nalgas, las cuales apretujaba con fervor, pero cuando comencé a mover mis caderas él me alejó.

—Lo siento— jadeó. —Lo siento yo, yo no quiero esto.

Con suavidad me hizo regresar a mi asiento en el sillón y mientras un intenso miedo se apoderaba de mí a la velocidad de la luz, él se levantó, tomó sus cosas y se dirigió a la puerta.

—Will,— llamé justo antes de que saliera —lo siento… perdóname…

Will me miró sobre su hombro con ojos llorosos, "no te preocupes" dijo para un segundo después salir, cerrando la puerta tras de él.

«¿Qué hice…? ¿¡Qué mierda hice!?»

~~∆~~

D

os na'mas pq los tqm

La Sacra CoronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora