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Aidan

Cuando desperté, lo segundo que noté fue que Carlysle estaba hablando con alguien lejos de la cama, lo primero fue que me sentía muy fresco, limpio.

—Ya estás despierto, ¿eh?— preguntó Carlysle cuando notó que me removí en la cama, intentando alcanzar mi teléfono.

—¿Con quién hablabas?— cuestioné.

—Con Cyra— respondió casual, sentándose junto a mi, para luego pasarme mi teléfono, que poco me esforzaba en alcanzar.

—¿Qué?

—Vino a dejar algo de ropa para nosotros.

—¿Qué?— pregunté de nuevo sin comprender realmente lo que Carlysle estaba diciendo, por su parte, él solo comenzó a reír.

—Pensé que estarías más cómodo con ropa limpia y sin olor a sexo— respondió inclinándose para besar mi mejilla. Justo cuando tenía el impulso de cerrar los ojos por la pena, Carlysle se subió a la cama, pasando por encima de mí hasta su respectivo lugar.

—¿Cómo está tu cuerpo?— preguntó cuándo ya estaba bien acomodado en la cama.

—Cómo realmente no me he movido estoy bien— respondí.

—¿Y tú cómo estás?— preguntó acariciando mi mejilla con cariño.

—Estoy feliz— admití sonriente —¿Y tú?

—Yo…— comenzó a hablar Carlysle cuando de la nada fue interrumpido, pues alguien llamó a la puerta.

—¿Cyra olvidó algo?

—No,— contestó Carlysle muy seguro —debe ser el servicio a la habitación.

Carlysle se levantó de la cama, fue hasta la puerta y la abrió, intercambio algunas palabras con otra persona que no vi, recibió en sus manos una gran charola plateada, agradeció por el servicio, se giró y cerró la puerta con ayuda de su pie, caminó hasta la cama dónde dejó la charola justo en el centro de esta misma.

—Servicio a la habitación, ¿eh?— cuestioné sonriente.

—Pensé que tendrías mucha hambre,— respondió besando mi frente —así que pedí el desayuno.

—¿Puedo?— pregunté señalando el domo que cubría la comida.

—¡Adelante!— respondió con una resplandeciente sonrisa.

Como pude me incorporé, pues la espalda baja, y el trasero me dolían como el infierno, y no tenía prácticamente nada de fuerza en las piernas. Tomé la agarradera del domo y lo retiré, descubriendo un gran plato que contenía un platillo que desconocía que era, pero que de veía delicioso.
Carlysle tomó uno de los rectángulos espolvoreados de azúcar y me lo acercó a la boca.

—Prueba— invitó Carlysle.

Le sonreí en respuesta, me incliné un poco y comí de lo que me ofrecía.

—Sabe delicioso.— murmuré —¿Qué es?

—No lo sé,— comentó Carlysle con diversión, encogiéndose de hombros —se que te gustan las cosas dulces, pero Cyra me lo recordó, así que le pedí al chef del restaurante del hotel que prepara algo delicioso y dulce.

—Empiezo a creer que Cyra es más tu mejor amiga que mía— comenté con falso enojo mientras le quitaba el resto del desconocido pero delicioso rectángulo de pan de la mano y comenzando a comer, intentando ignorar el punzante dolor de mi espalda baja.

—Es de mucha ayuda poder hablar con ella— reconoció tomando otro trozo de pan para luego morderlo e, hizo una mueca y luego tragó con dificultad.

—A ti no te gustan las cosas dulces— recordé riendo.

La Sacra CoronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora