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Aidan

Llevábamos un rato en la carretera, habíamos incluso salido de la ciudad, aún no sabía propiamente a dónde nos dirigíamos pero sin duda todo esto estaba siendo muy emocionante.

Largo rato pasó hasta que llegamos al valle de Casentino, estaba impresionado, nunca había estado en el valle durante la temporada de invierno, por lo que ver las hermosas vistas del paisaje teñidos de blanco lo hacía un lugar mágico a la vista.

Carlysle condujo un poco más hasta una hermosa y enorme villa.

«Tal vez debí traer equipaje pero…él no dijo nada…»

—Llegamos— anunció Carlysle formalmente.

Bajamos del auto y me quedé embobado viendo la villa, hasta que Carlysle habló.

—Aidan, ayúdame con esto, por favor.

—Claro— respondí al tiempo que caminaba hacia él.

Del maletero sacó unas cuantas maletas, me entregó un par y entramos. La villa era aún más preciosa por dentro, era muy espaciosa y, para mí sorpresa, no tan fría como pude predecir.

Dejamos las maletas en la sala de estar y mientras yo veía el lugar Carlysle fue a buscar algo, unos minutos pasaron hasta que volvió, me pidió que me abrigara de nuevo y salimos a lo que sería el patio trasero de la villa, seguramente en primavera se vería hermoso, lleno de flores de colores y pájaros surcando el cielo, aunque teñido de blanco no se veía nada mal.

—Y bien, aquí estamos, pinos verdes— concluyó con una gran sonrisa en el rostro.

—Verdes pintados de blanco— bromeé.

—En realidad son verdes.

—¿Y… qué vamos a hacer?

Carlysle me miró con emoción, me tomó de la mano y me llevó hasta la cuesta de una pequeña colina, un trineo nos esperaba ahí.
Viéndolo del lado opuesto al que subimos, la colina era bastante empinada como para asegurar que sería una buen trayecto en trineo, que plan tan divertido.

Nos montamos en el trineo y nos deslizamos cuesta abajo, el aire frío golpeaba mis mejillas mientras que la adrenalina del momento inundaba mi cuerpo, ¿cuándo fue la última vez que hice algo así? No tenía respuesta, no lo recordaba.

Una vez al pie de la colina, Carlysle me dirigió a lo que parecía ser un cobertizo, me hizo esperar fuera y cuando salió, tenía un par de patines para hielo en las manos.
“Soy muy malo para esto” quise decir antes de levantarme y comenzar a hacer el ridículo y caer sobre el hielo del lago congelado en el cual íbamos a patinar, pero Lyle no me dió oportunidad, me levanto como solo Dios y él saben cómo y, en cuanto se dio cuenta de mi nula habilidad, comenzó a guiarme y ayudarme; pasamos largo rato en el lago congelado, riendo por mi mala coordinación y por mis caídas, nos fuimos cuando moríamos de hambre y cuando el frío ya comenzaba a acentuarse.

Íbamos subiendo la colina, riendo y bromeando cuando, de la nada, algo golpeó mi brazo, Carlysle me había lanzado una bola de nieve. “Eso sí que no te lo tolero” gruñí antes de lanzarle una enorme bola de nieve, lo que comenzó una guerra que terminó con nosotros en el suelo, jugando y riendo.
“Basta, vamos a recuperar energías” dijo Carlysle cuando la guerra terminó sin aparente vencedor, seguimos con nuestro camino hacía la villa, una vez dentro, con el aire acondicionado los abrigos sobraban, aligeramos los abrigos y fuimos a la cocina, donde Lyle rápidamente comenzó a cocinar, en ningún momento quiso que lo ayudase, por más que insistí no me dejó hacer gran cosa, intentó mantenerme a raya con cosas simples como destapar una botella de vino, buscar las copas y demás.
La comida, aunque sencilla era simplemente maravillosa, el vino hacía un maridaje perfecto y, mientras degustábamos de la comida charlabamos, disfrutábamos de la compañía y presencia del otro, que sin duda hacía mejor la experiencia.
Cuando terminamos de comer, recogimos un poco y nos quedamos en la sala de estar, recostados y acurrucados en un sillón. Pasado un rato, cuando habíamos recuperado energía y fuerza Carlysle dijo que aún no se terminaban las actividades del día, “es el turno de los pinos blancos” prosiguió, al igual que antes, no entendía a qué se refería, sin embargo y en vista de la situación, seguramente sería algo emocionante.

Lyle y yo nos pusimos de pie, luego me tomó de la mano y comenzó a guiarnos, caminamos por un par de pasillos, bajamos unas escaleras y, para mí sorpresa, una pista de bolos nos esperaba en lo que sería el mejor sótano que hubiese visitado.

«Lo que uno hace con dinero».

Carlysle me dio los zapatos especiales para boliche, y nos preparamos para jugar, comenzamos de forma amigable solo para terminar compitiendo, una guerra, de nuevo. Pero para la desgraciada de Lyle, el boliche era un hobbie que tenía bastante bien dominado, por lo que terminó perdiendo rotundamente, aunque sus esfuerzos fueron realmente impresionantes.

Para cuando nos cansamos de jugar, ya era tarde y, por tanta actividad, al menos yo estaba agotado, pero eso no me detuvo de jugar billar por un rato.

Una vez que terminamos con los juegos, nos dimos un largo baño lleno de sutiles provocaciones por parte de ambos, cuando teníamos el cuerpo arrugado por estar tanto tiempo en el agua salimos, nos secamos y, para mí sorpresa, una de maletas de las que habíamos bajado anteriormente era ropa para mí, en serio que este hombre lo había planeado todo; me puse un pijama calientito.
Ya bañados, vestidos y relajados decidimos encender la chimenea de la sala de estar, sin duda la villa era fabulosa, pero todo lo que había planeado Carlyslelo era aún más, todo estaba siendo increíble, por decir lo menos.

Estando frente a la chimenea, con una botella de vino entre los dos charlamos, hasta que de a poco hubo menos charla y más besos, mismos que terminaron en quitarnos la ropa para comenzar a devorar el cuerpo del otro; terminamos haciéndolo ahí mismo, junto al agradable calor de la chimenea y la perfecta planeación de Carlysle, con razón le iba tan bien en los negocios.
Terminamos exhaustos, nos aseamos un poco y nos fuimos a la cama.

A la mañana siguiente Carlysle hizo el desayuno, nos duchamos y nos vestimos, y cuando nos disponíamos a irnos una terrible tormenta de nieve se desató, todo en cliché.

La tormenta nos obligó a quedarnos ese día también, obligandonos a salir hasta el día siguiente, aunque yo en realidad no quería irme, la villa era preciosa y aquí no habían disturbios ni gente, en realidad no había nada a kilómetros a la redonda, pero no podíamos quedarnos para siempre.
Si bien esta había sido la cita más larga que había tenido en mi vida tenía que concluir en algún momento, y ese momento llegó, regresamos a casa con bien y fuimos recibidos con alegría.

—Fue la mejor cita de mi vida— agradecí a Carlysle antes de dormir.

—Me alegra que lo hayas disfrutado tanto como yo, mi niño— comentó Mircea acariciaba mi cabeza.

“Mi niño” se había vuelto rápidamente en mi apodo, me gustaba, me recordaba que era especial para él, llenaba mi corazón de emoción y me hacía feliz, Carlysle sin duda me hacía muy feliz.

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¿Capítulos en lunes por la madrugada? Yes, of course

Los amo con todo mi <3

La Sacra CoronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora