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Aidan

Un par de semanas habían pasado desde la última vez que vi a Will, había pasado esos días bastante deprimido y agobiado, escribí muchos mensajes que no tuve el valor de enviar, y por su lado el no llamaba, ni enviaba mensajes, simplemente dejó de insistir.

Carina había vuelto a Londres luego de unas una semana en Roma, y había dicho que esperaba volver a verme cuando volviera a finales de año.

Carlysle de alguna forma se había acercado un poco más a mí, por lo que notaba mi tristeza y falta de apetito, por lo que cuando se presentaba la oportunidad cocinaba para ambos, y no se levantaba de la mesa hasta que terminaba de comer, o hasta que me cansaba de hacer el intento.

Cyra notó que algo andaba mal desde el primer momento, me animaba a comer comprándome cosas que sabía me gustaban, me animaba a estudiar haciendo sesiones de estudio como las que hacía con Will y hacia de todo para hacerme sentir mejor, pero aún con eso no terminaba de sentirme un poco mejor siquiera.

Durante ese par de semanas, había pasado apenas un par de días en mi casa, la gran mayoría del tiempo, si no estaba en casa de Carlysle, estaba en la escuela. Era agotador estar de esa forma, pero si estaba solo me deprimía aún más.
Dormía mucho, comía poco, y me estresaba por todo; me sentía frustrado, cansado, inútil, pero me obligaba a seguir bajo la premisa de que poco a poco estaría bien, pero era totalmente lo contrario, poco a poco me iba desmoronando más.

Cómo ahora, estaba sentado en el área de comida rápida de un centro comercial viendo fijamente el sándwich de aspecto descuidado que tenía en frente.

Escuché el ruido de la silla frente a mí, no me molesté en mirar de quién se trataba, sabía que era Cyra.

—¿Por qué no comes?— inquirió ella.

—Se ve horrible— confesé. El sándwich que tenía en frente era bastante diferente al que anunciaban, se veía mohoso y olía raro.

—Sabe peor de lo que se ve— aseguró.

—Tengo hambre— murmuré.

—Lo sé, ten esto— dijo Cyra extendiendo su mano sobre la mesa, quitando la charola con el sándwich mohoso y poniendo en su lugar una orden individual de pizza.

—Gracias cariño— agradecí levantando la vista, viendo algo que no esperaba.

—Me alegra saber que aún guardas cierto cariño por mi y que tienes hambre , se que no has estado comiendo bien— dijo William, quién estaba sentado al otro lado de la mesa, frente a mí, Cyra estaba un poco atrás de él, sonriéndome.

—Will…— sollocé —tú maldito idiota— me levanté de mi silla y me lancé a sus brazos. Will se levantó también de su lugar, nuestros cuerpos chocaron y me abrazó. Me arrepentí casi al instante por haber actuado tan impulsivamente aún sabiendo nuestra situación, pero estar con Will se sentía bien, me reconfortaba de una forma en la que nadie más podía, e incluso aliviaba un poco el dolor que el mismo había causado.

Escuché algunas reacciones de sorpresa, ternura y repudio de personas que estaban cerca de nosotros y habían logrado ver con claridad lo que había pasado.

—Mi pequeño ángel— susurró Will con un tono meloso al tiempo que presionaba aún más sus brazos sobre mi torso. Estar de nuevo entre sus brazos se sentía demasiado bien, me relajaba.

—Y bien… ¿Ya están mejor?— preguntó Cyra.

—Sabes que es absurdamente terco, no lo presiones— defendió Will.

—¿Qué haces aquí?— cuestioné.

—Vine a comprar algunas cosas y vi a Cyra a lo lejos, así que me acerque y bueno, aquí estabas también— explicó mientras hacía trazos invisibles en mi espalda.

La Sacra CoronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora