Capítulo 12

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MARRUECOS parte II

Jaden

Cantidades de tiempo infinitas eran las que compartimos a lo largo de nuestra infancia, podíamos estar todo el día juntos que siempre encontraríamos algún tema del cual hablar, algo que hacer, jamás había tiempo para el aburrimiento, jamás. Cada fin de semana volvíamos a Las Vegas con novedades que contarnos.

Su familia solía ser la última en llegar, por lo que buscaba algo para matar el tiempo hasta que se hiciera la hora de ir a sentarme a la debida entrada a esperar a la niña de los ojos Tiffanys y cabello caramelo que corría a mis brazos con su uniforme de falda plisada a cuadros.

Por alguna razón ese instinto protector por la más pequeña de la familia un día apareció y nunca se fue, era imposible que no me generara eso cuando se veía tan indefensa ofreciendo caramelos masticables a los mafiosos alrededor de todo el casino. Tampoco había mucho que yo pudiese hacer por ella en ese entonces, éramos niños sin embargo vivíamos más que felices en nuestra simple inocencia entre risas.

Inocencia y risas que el tiempo borró por completo, ya no hay lugar para eso.

El que hubiese sido me mantiene con insomnio durante un tiempo indeterminable y es cuando no lo soporto mas que me levanto de la cama decidido a buscar algo que hacer.

Me visto saliendo de la habitación, camino a la salida de la casa intentando pasar de largo aunque sé que está allí, en la cocina, al oler su perfume. Paso por su lado y no emite una palabra, así lo prefiero, tomo las llaves correspondientes como también las de la camioneta con la que llegamos aquí.

—¿A dónde crees que vas con esas llaves? —finalmente decide entrometerse. —No encontrarás nada en kilómetros. Nos aseguramos de que fuese terreno lejano y sin riesgos.

—¿Entonces qué propones?

—Tienes la playa a unos pocos metros o puedes quedarte, hice café. —cuenta alzando el recipiente de vidrio que contiene el oscuro líquido.

—No podías elegir una peor solución para tu ansiedad e insomnio. —respondo. —Además de que sabemos que eres pésima en la cocina.

—Nunca logré resolverlo, en su lugar me volví muy buena con el café. Hay de sobra, quédate.

—¿Y ver como te autodestruyes? No gracias.

Podrá parecer una persona irreal, perfecta e igual tiene sus problemas. Dentro de toda esa perfección la ansiedad que le surge en algunas ocasiones la perjudica, probablemente la maneje mejor que en el pasado, al igual que el insomnio con el que solía luchar pero por su respuesta entiendo que están allí en alguna parte.

—Lo dice quien consume drogas.

—No hables de cosas sobre las que no tienes idea.

—Porque tú no dices nada. —se queja. —Igual no importa, cada vez estoy más cerca de creer que sin saber estoy mejor. Me visto y salimos.

Claro que sin saber está mejor, al menos por ahora, probablemente no reaccionaría bien a las respuestas que busca. De todas formas no le creo una palabra de lo que dice porque sé cómo es y que no puede dejar nada fuera de su control.

En lo que tarda en vestirse Cameron y Amelie salen de sus habitaciones aparentemente listos para sumarse a nosotros.

—¿Se van?— cuestiona Amelie como si no fuese obvio.

—Y sin avisar.

Antes de poder decir nada Addison aparece en uno de sus tantos vestidos de cóctel y tacones, con ambas alhajas sobre su cuerpo.

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