Prólogo
Una de las chicas que llevaba la bandeja atestada de botellas vacías, me golpeó ligeramente el hombro.
La pequeña sensación terminó por disiparse al cabo de unos segundos, la verdad es que no le había dado mucha importancia, y sin embargo, se detuvo con los ojos muy abiertos como protagónicos de esa expresión aterrorizada y se apresuró a sujetar la bandeja con cuidado, como si con ese gesto pudiera remediar algo.
-Lo siento -se disculpó con la voz vacilante y aguardó unos momentos, quizá una respuesta que le permitiera seguir con su trabajo como si nada hubiera ocurrido.
Yo, que tenía una de las sillas en la mano para colocarla sobre la mesa, la observé completamente seria.
-¿Qué sientes?
-Ehh... haberte golpeado... supongo.
-¿Si me he quedado quieta no crees que se deba a que me dé absolutamente igual?
Mi pregunta pareció haberla tomado desprevenida, porque entreabrió la boca y siguió dudando delante de mí sin la menor idea de cómo proceder.
-Igual me pareció apropiado disculparme... eres la supervisora, y no me encantaría nada perder mi trabajo solo porque...
-¿Tiene algún sentido esta conversación para ti? -pregunté impaciente.
-Ehh...
-Ya vete.
-¿Eh?
-Que te vayas. Si piensas que vas a perder tu trabajo por una tontería, estás muy equivocada; lo harás si sigues ahí parada sin hacer nada.
Asintió con vehemencia y se retiró apresuradamente hacia la barra, con las botellas tambaleándose en la bandeja. Me preocupaba más que su ligera torpeza la hiciera tropezar y armar un desastre, entonces la que tendría una reunión inmediata y una amonestación por no saber entrenar a los nuevos, sería yo con el pesado de mi jefe, incluso cuando me quedaban pocos días en aquel bar de mala muerte.
Me pareció entonces que el chico que atendía la barra había estado más pendiente a la escena del golpe, que en sus propias labores, porque cuando su mirada se topó con la mía, se apresuró a apartarla.
Maravilloso.
Continué acomodando sillas sobre las mesas, recogiendo colillas de cigarro y otros desprecios mientras el olor a cerveza me calaba las fosas nasales y conseguía darme dolor de cabeza.
Era una camarera que en pocos días había ascendido a supervisora, más no quitaba que debía continuar sirviendo mesas y recoger el desastre de después mientras vigilaba que los demás camareros hicieran lo suyo sin margen de error. Estábamos corto de personal, más no me negaba a ganar un poco más, que el dinero no le venía mal a nadie.
Me aparté unos cuantos cabellos que se escaparon de la trenza que recogía la mitad de mi cabello y caminé hacia la barra cuando noté que el chico que la atendía me llamaba.
-Que sea rápido, estoy ocupada.
-Ya vamos a cerrar.
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JAEHEE
RomanceJaehee Garritsen regresó a Alemania con propósitos sencillos: controlar a la plaga que le había hecho la vida imposible a su hermano en el Instituto, mantener un perfil bajo en la universidad para no ocasionar más problemas de los que ya tenía, reco...