XVIII

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Disfruten del capi, que es muy sentimental. Para echarse una lloradita y limpiar los ojos.














Capítulo 18

A media noche se escucharon unos golpes tímidos en la puerta de la habitación de Han; el golpeteo impaciente de unas pantuflas contra la alfombra del pasillo; y unas exhalaciones agotadas provenientes de la única persona con la suficiente osadía para atreverse a tocar a esa hora después de semejante día.

Después del incidente en la puerta de entrada, el bastardo de Brandon (y traidor además), me había dejado a solas unos segundos para avisar a mis padres. Como siempre, mi familia salió precipitada de la cocina seguidos de mis tres amigas y los familiares de aquel hijo de puta.

La niña seguía aterrorizada, aún más con la expresión que me cargaba: las mejillas entre rojas y moradas, la respiración iracunda y una mirada apacible que distaba mucho de mi estado anímico. Pese a estar en desventaja, la mocosa seguía protegiéndose tras las piernas de su madre.

Aquella escena despertó un latido cálido en mi pecho y aquella calidez se extendió por mis extremidades. Había traído el recuerdo de la vez en la que me había enfadado por una estupidez y me había escondido detrás de un muro, con mi padre agachado y aquella muñeca de ojos grandes frente a mí.

Ignoré las preguntas de mis padres y di dos pasos en dirección a la niña y su madre; la mujer me observó con temor y la niña emitió un chillido mientras se hacía más pequeña en su escondite.

—Oye —apreté los puños porque respirar se había vuelto una actividad dolorosa; sentía que me apretaban los pulmones con dos fierros calientes—..., Brianna.

—Te sabes mi nombre —dijo con la voz bajita y una timidez enternecedora.

Mis padres y su madre nos contemplaban serios (Ivah con el labio inferior tembloroso).

—Es un nombre precioso, ¿lo sabías?

La niña, con un ligero atisbo de confianza, dio un pasito lejos de su muro de protección.

—Ajá... Mi mami —se limpió los mocos del llanto con el dorso de la mano—. Mi mami me lo puso por mi hermanito mayor. Dice... Dijo que mis ojos le recordaban a él, y mi cara, y mi voz de cuando él era pequeño... y que yo era una réplica exacta de él, pero niña, y más pequeña. Y sí, es un nombre precioso.

Se asentó en todos un nosotros un silencio; un silencio tenue y conciliador que sólo se rompió cuando de mi boca escapó una risa suave cargada de diversión.

—Es cierto —la pequeña ya estaba frente a mí, sonriéndome con su dentadura incompleta y aquellos ojos inmensos y azules—. Eres idéntica al bastar... al buen chico de tu hermano. Tienes unos ojos muy bonitos y un cabello con un color que yo quisiera tener.

—¿En serio?

Asentí.

Se atrevió a pasarme sus dedos por la frente, apartándome los mechones que se habían pegado a ella por el sudor. Deslizó sus frías yemas por las hebras de mi cabello.

—Tú también tienes un color muy bonito. Es ¿rojo? —le asentí—. ¡Rojo! ¡Qué bonito! Tú deberías ser Ariel.

—¿La sirena estúpida que quedó muda a cambio de tener piernas para conquistar a un príncipe que no estaba enamorado de ella?

—Ehhh... ¿sí?

Reí.

—Prefiero ser Mérida, ¿has escuchado de ella?

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⏰ Última actualización: Jul 20 ⏰

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