Capítulo 5
Había pasado demasiados días en la casa de mi abuelo, más de los que hubiera querido pasar apenas llegué a la ciudad, que ya me había acostumbrado a la suave música que mi abuelo ponía todas las mañanas con el propósito de alivianar su atmósfera tensa cargada de trabajo.
Un trabajo que, pese a estresarlo y aburrirle por momentos, se esmeraba en demostrar que adoraba en las diversas ocasiones que lo había visto poniéndole malas caras a los montones de papeles con los que se hacía en la sala.
Había conseguido la caravana días atrás y había puesto la ropa de nuevo en la maleta que mi tía me había obligado a acomodar en el armario de mi padre cuando entró con la excusa de disculparse por haberme llevado a la fiesta sin considerar mi opinión al respecto. La había mirado con desagrado, acostumbrada a la idea de tenerme en su casa que había olvidado por completo que estaba de pasada.
—¿Te ayudo a acomodar las cosas? —preguntó con el ojo crítico siguiendo cada uno de mis movimientos.
Estaba tirada en el suelo con el viejo juguete de mi padre y unos tarritos de pintura intentando darle vida.
—¿Qué cosas? —repasaba la corteza del coche desgastado con el pincel cargado en pintura roja.
—La de la maleta. No me puedo creer que mantengas todo ese montón de ropa organizada si estás sacado constantemente prendas de ella.
—No pienso acomodar nada.
—¿Por qué?
—Porque no.
—Vaya respuesta, pues ya te ayudo yo —avanzó más animada hacia la mesita de noche donde la maleta estaba abierta porque había olvidado cerrarla tras cambiarme. Seguí con la mirada sus movimientos y no alcanzó a sacar ni un par de medias cuando se giró de lleno hacia mí con una mueca de disculpa—. Lo siento, cariño, es que... ¿Segura que no quieres desempacar?
—Parece que se te olvidó que no estoy aquí para quedarme.
Seguía con esa cara apenada y las manos jugando nerviosamente con la tela del delantal que tenía manchado de salsas. Con mucha pena que costó darme cuenta de lo familiarizada que estaba con sus gestos y sus constantes intromisiones.
—¿Por qué no? Llevas solo unas semanas aquí, podrías quedarte más tiempo. A mí no me desagrada la idea para nada, cariño y sabes que tu abuelo te adora.
—Lo sé.
—¿Y? —tanteó esperanzada—. Juntas podemos salir por más pintura y darle vida a esta habitación; mira que ha estado libre desde que tu padre creció y se fue.
El tono que usaba y la mirada brillosa e ilusionada con la que me observaba, decía más que sus propias palabras medias: sus intenciones no eran que me quedara un poco más, sino que me sintiera como en casa y que la considerara más como el lugar donde mi padre había vivido toda su adolescencia y algunos años de universidad.
Pese a que me costó mucho mantenerme indiferente, compuse el rostro en una expresión que verdaderamente le hizo entender mi posición.
—Acomoda las cosas si quieres, pero no voy a quedarme.
Pese a que no habían sido las palabras que esperaba, se mostró satisfecha y me sonrió.
—Lamento lo de la fiesta.
—Es tema olvidado.
—¿Segura?
—No —admití—, pero no tengo ganas de discutir. Así que ordena todo lo que quieras y déjame sola, que me cortas la inspiración.
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JAEHEE
RomanceJaehee Garritsen regresó a Alemania con propósitos sencillos: controlar a la plaga que le había hecho la vida imposible a su hermano en el Instituto, mantener un perfil bajo en la universidad para no ocasionar más problemas de los que ya tenía, reco...