CAPITULO V

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La mañana pareció transcurrir muy lentamente mientras Yibo atendía la habitual ronda de citas. Por mucho que intentara concentrarse en sus pacientes y sus problemas, no lo lograba.

Una y otra vez, su mente volvía a recordar una piel tostada por el sol y unos ardientes ojos cafés.

Y una sonrisa...

Cómo desearía que Zhan no le hubiera sonreído jamás. Esa sonrisa podía muy bien ser su perdición.

—...y entonces le dije: «Dave, mira, si quieres ponerte mi ropa, de acuerdo. Pero no toques mis vestidos de diseño, porque cuando te los pones, me doy cuenta de que te quedan mejor que a mí, y me dan ganas de dárselos todos al Ejército de Salvación.» ¿Hice bien, doctor?

Yibo alzó la vista del cuaderno donde garabateaba bocetos de hombres «contentos» con lanzas en ristre.

— ¿Qué decías, Rachel? -le preguntó a la paciente, sentada en el sillón justo enfrente de él.

La mujer era una fotógrafa elegantemente vestida.

— ¿Estuvo bien lo de decirle a Dave que no se pusiera mi ropa? Lo que quiero decir es que, joder, no sienta muy bien que a tu novio le quede tu ropa mejor que a ti, ¿no?

Yibo asintió.

— Por supuesto. Es tu ropa y no tendrías por qué verte obligada a guardarla bajo llave.

— ¿Lo ve? ¡Lo sabía!, eso fue lo que le dije. ¿Pero acaso me escuchó? No. Él puede llamarse Davida siempre que quiera, y decirme que es una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre; pero en el fondo, me presta tanta atención como lo hacía mi exmarido. Juraría...

Yibo miró el reloj con disimulo... otra vez. Casi ha acabado su tiempo con Rachel.

— Mira, Rachel -le dijo, cortándola antes de que pudiese comenzar su consabida arenga sobre los hombres y sus irritantes costumbres-, quizás deberíamos dejar el tema para el lunes, cuando tengamos la sesión conjunta con Dave, ¿no crees?

Rachel asintió.

— Estupendo. Pero recuérdeme el lunes que tengo que hablarle sobre Chico.

— ¿Chico?

— El chihuahua que vive en el apartamento de al lado. Juraría que ese perro me ha echado el ojo.

Yibo frunció el ceño. No era posible que Rachel insinuase lo que él estaba imaginado que en el fondo lo que quería decir.

— ¿El ojo?

— Como lo oye, el ojo. Puede que parezca un chucho, pero ese perro sólo piensa en el sexo. Cada vez que paso a su lado, me mira por debajo de la falda. Y no se imagina lo que hace con mis zapatillas de deporte. Ese perro es un pervertido.

— Vale -contestó Yibo, interrumpiéndola de nuevo. Empezaba a sospechar que no podía hacer nada con Rachel, y su obsesión acerca de que todos los hombres del mundo se morían por poseerla-. Definitivamente, nos ocuparemos de desentrañar el enamoramiento que ese Chihuahua siente por ti.

— Gracias doctor. Es usted es el mejor -Rachel recogió su bolso del suelo y se encaminó hacia la puerta.

Yibo se frotó la frente mientras las palabras de Rachel aún resonaban en su cabeza. ¿Un chihuahua? ¡Jesús!

Pobre Rachel. Tenía que haber algún modo de ayudar a esta pobre mujer.

Aunque, por otro lado, era preferible tener a un chihuahua lanzando miradas lujuriosas a tu falda que a un esclavo griego.

La Maldición de Sean - [ZhanYi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora