Capítulo 39

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—¿Fue una buena sesión?— retiro la mirada de la ventana con tintes oscuros y miro a mi papá, quien me mira algo ansioso, y preocupado —Has estado más callada de lo normal después de ver a Christian West— lo dice como si debiera recordar el nombre para repercusiones en el futuro, lo cual me hace sonreír un poco, realmente se preocupa por mi.

—Estuvo bien, solo me dejó pensando en más cosas, nada de que preocuparse por el momento— me encojo de hombros después de responder.

—¿Por el momento? ¿Tendré que preocuparme en el futuro sobre lo que se habló hoy?— su ceño se frunce de forma profunda, las líneas de expresión de su frente se ven más marcadas que cuando John hace alguno de sus chistes.

—Si tomo acción, sí— alzo la mano y la pongo sobre la suya, la cual tiene agarrando su rodilla —Te lo haré saber cuando pasé, lo prometo— aprieto su mano, él la mira un momento antes de alzar su rostro para mirarme a los ojos, le sonrío y recibo una suave sonrisa de regreso.

Sí, todo va a estar bien, tiene que.

—Confío en ti— veo como alza su otra mano, supongo que con intención de cubrir la mía, pero se detiene y la regresa al lado de su cuerpo.

Hago una mueca, no es algo placentero, agradezco que todos cuiden de mí y respeten mis límites, pero a veces no se siente natural. Cuando están cerca de mí es como si tuvieran que andar y en estado de alerta, ello me duele, no porque me sienta agraviada, sino porque siento que yo los hiero a ellos, que los limito y que de alguna forma hago que tengan que guardar para sí mismo todo lo que sienten.

¿Qué tan doloroso tiene que ser para un padre no poder curar las heridas de sus hijos? Si para mi resulta doloroso, que en teoría tengo el poder, no me imagino para alguien que solo quiere que cosas buenas pasen.

—Gracias, papá, de verdad, gracias— inhalo y exhalo, aprieto su mano de regreso.

Sé que él es consciente de que tolero su tacto, pero nunca soy de las que se aferra a él, así que lo sorprende un poco cuando lo hago, pero quiero hacerlo, quiero poder aferrarme a ellos sin miedo a quedar atrás, sin miedo a que me van a herir o abusar de la confianza que he depositado en ellos. Quiero poder aferrarme sólo por el placer de hacerlo, y no por el deber de demostrar que estoy bien, que soy normal.

—¿Ya lograste convencer a mamá de irse a vivir cerca del mar?— no aleja su mano de la mía ni yo de la suya, pero la conversación continua.

Soy consciente de que cambio de tema y continuo hablando para distraerme del hecho de que llevo un largo rato teniendo contacto con otra persona, no es del todo cómodo, pero tampoco siento la sensación de morir.

—No, aunque ha hecho preguntas sobre las posibles comodidades que tendría en el lugar, el aire acondicionado, la vista al mar, la cercanía del mercado, de los restaurantes, hasta ha pensado en las instalaciones para el equipo de seguridad, creo que la idea la emociona un poco— los ojos de mi papá poseen un brillo diferente cuando habla de mamá, son ojos lucen más claros, más inocentes, dan esa sensación de calidez de que solo buenos recuerdos habitan esa mente, como los ojos que describen en los libros cuando hablan del primer amor.

Por un momento siento celos, yo también quiero verme así incluso aunque pasen los años, yo también quiero sonreír al pensar en alguien, de repente me siento celosa de que mis padres tengan una vida amorosa y yo solo deba dedicarme a huir de las personas.

—Creo que terminará aceptando irse u obligandote a regresar a casa cada día, así termines tarde en la noche— me encojo de hombros —Es algo que haría mamá, seamos honestos.

Mi papá no lo discute y asiente, la sonrisa sigue en su rostro y su mano bajo la mía sigue sin moverse de ese lugar.

Al menos por hoy, vamos a pretender que no estoy a punto de entrar en pánico.

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