Capítulo 10

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Kohaku deseaba presentarse justo al día siguiente a trabajar, sin embargo el gerente de recursos humanos lo convenció de quedarse en casa una semana más, recibiendo una especie de capacitación en línea. Muchos programas y sistemas se habían actualizado durante los últimos años, por lo que era totalmente necesario que lo hiciera. Rin suspiró aliviada al saber que no tendría que lidiar con la intensidad de su esposo al menos por una semana en el trabajo.

Esa mañana al salir de casa, se encontró con una camioneta muy lujosa estacionada al lado de su casa. Un pequeño hombre, a quien conocía por ser el asistente personal de Sesshomaru, la esperaba en el asiento del conductor.

Al verla salir de su casa, el bajito conductor la llamó en voz alta.

-Oye tú, ven para acá, que mi amo te está esperando ―le gritó con su voz chillona, mientras hacía sonar la bocina con impaciencia.

Rin se sorprendió ante la actitud tan agresiva del hombre.

―¡Jaken! ―lo llamó desde el interior una voz masculina que parecía denotar enojo, esa voz que Rin podría reconocer en cualquier parte―. Si le vuelves a gritar a Rin alguna vez en tú vida... Te mataré ―advirtió amenazante.

―Perdóneme amo, no se volverá a repetir ―respondió confundido el anciano.

Ya se hacía una idea de lo que pasaba entre esa mujer y su jefe, pero eso no era algo nuevo viniendo de su amo. El hombre tenía una fachada de persona decente y conservadora, entregado a su familia frente a la sociedad, pero Jaken era su asistente personal, y por lo tanto, se terminaba enterando de la mayoría de las aventuras sexuales en las que éste se metía. Pero el trabajo que se había ganado gracias a su capacidad, lo conservó gracias a su discreción. Más de una vez el hombre mayor se encargó de limpiar las huellas que los amoríos fútiles que su jefe y la esposa de éste dejaban atrás, pues aunque ambos eran muy cuidadosos, también eran muy promiscuos. Muchas veces tuvo que callar a una que otra amante obsesionada que amenazaba con sacar a la luz las aberraciones sexuales que había cometido con el respetable e ilustre Sesshomaru Taisho en la intimidad.

Pero esta mujer era diferente. Para principiar, no concordaba con el perfil de mujer despampanante ni de clase alta que su jefe solía frecuentar. Ésta era sencilla, bonita pero simple, además estaba casada con un mediocre empleaducho de clase media. Ninguno de los dos parecía resaltar, sin embargo...ambos se habían logrado meter en medio del matrimonio Taisho. La noticia del divorcio de Sesshomaru aún no se había ventilado a los medios, pero era cuestión de tiempo antes de que saliera a la luz. Jaken no quería ni pensar lo que la honorable madre de su jefe haría cuando se enterase, de solo imaginarlo un escalofrío recorría su espalda.

Rin se acercó al automóvil y se sorprendió al ver que Sesshomaru se bajaba de éste, con su elegante traje de trabajo, tan impecable y compuesto como siempre. Su visión, como de costumbre, la descomponía un poco, su belleza era algo que no podía comparar con nada que hubiera visto en esta tierra; ni siquiera los atractivos modelos internacionales que aparecían en las revistas de moda, rivalizaban con el encanto y el porte de ese hombre. Recobrando sus sentidos, la castaña volvió a la realidad y se dirigió hasta donde él la esperaba, con la puerta del coche abierta para ella.

―¡Sesshomaru! ―espetó nerviosa al acercarse al empresario, viendo a todos lados para asegurarse de que ningún vecino los viera―. ¿Qué haces aquí? Es peligroso que nos vean juntos.

Sesshomaru reprimió el impulso de soltar un bufido y en su lugar acunó la mejilla de Rin con delicadeza.

―¿Acaso te molesta mi presencia? ―preguntó, alzando una ceja.

Rin soltó una pequeña risita, con las mejillas sonrojadas. Se veía más hermosa que nunca esta mañana.

―Sabes que no es eso, solamente considero peligroso que nos vean juntos en este momento ―comentó la castaña―. No quiero que tu reputación se vea manchada por mi culpa.

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