Capítulo 12

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Kohaku sentía que podría morir en cualquier momento, las heridas de la golpiza que su jefe le había propinado lo tenían tendido en cama. No había pedido asistencia médica porque no quería que le preguntaran cosas que no podría responder. El alcohol era su única compañía en esos momentos, le ayudaba a olvidarse del dolor. El moreno no terminaba de entender cómo había terminado en esta situación tan patética. Su amante lo había abandonado y Rin lo había estado engañando con su jefe todo este tiempo. De solo recordarlo le hervía la sangre, ¿cómo había sido posible que una mujer tan simple como Rin se hubiera involucrado con un hombre como Sesshomaru?

Su ego se sentía lastimado, de por sí ya era bastante malo que su esposa le hubiese sido infiel, pero que lo hubiera hecho con semejante tipo. Hasta él tenía que admitir que Sesshomaru era superior en cualquier aspecto que se le pudiera ocurrir. Eso lo molestaba más aún. Sabía que esta no era una competencia, pero parecía que Rin había salido ganando. No se suponía que sería de esa forma, debería ser ella quien se sintiera de la mierda cuando él la dejara, no al revés.

En ese instante, el timbre empezó a sonar. Kohaku permaneció acostado ignorando el molesto sonido, pero la persona al otro lado de la puerta era bastante persistente y el pitido agudo del timbre resonaba en sus oídos, lo cual hizo que su dolor de cabeza aumentara. A regañadientes, se levantó y se arrastró hasta la entrada para abrir. Del otro lado lo esperaba la señora Hitomi Noto.

La mujer casi se desmaya cuando vio el estado tan lamentable en el que se encontraba su yerno.

―Por Dios, Kohaku, ¿qué sucedió contigo? Estás en muy malas condiciones. ¿Cómo terminaste de esta manera? ―preguntó la mujer angustiada.

Kohaku se las arregló para soltarle una sonrisa sardónica, a pesar del insoportable dolor que sentía en la cara.

―Increíble ¿cierto?, pues todo es culpa de su maldita hija ―escupió resentido.

Hitomi frunció el ceño confundida. Rin no estaba respondiendo el teléfono y Kohaku tampoco, así que se preocupó y decidió visitar a la pareja, pero el estado del hombre frente a ella, era algo que definitivamente no se esperaba encontrar, mucho menos que culpara a Rin por su condición.

― ¿De qué estás hablando? No me gusta que te refieras a Rin de esa manera. Ella es una buena mujer y no merece más que tu respeto ―lo regañó.

Kohaku soltó una carcajada que heló a Hitomi hasta los huesos.

―¡¡Su hija es una zorra que se acuesta con MI JEFE!! ―le gritó agitado―. Por su culpa el día de ayer sufrí la peor de las humillaciones frente a mis compañeros de trabajo. El tipo me golpeó sin piedad y me despidió sin consideración alguna. Todo por esa maldita perra. Solo espero que pierda a esos engendros del mal que lleva en su vientre. Le agradecería que nunca se vuelva a aparecer por esta casa, ningún miembro de su maldita familia es bienvenido. ―Le cerró la puerta en la cara y regresó a lamentar su desgracia en la oscuridad de su habitación.

Hitomi temblaba en la entrada de la casa de los Taijiya. Lo que le había dicho Kohaku no podía ser verdad, su hija no era una mujerzuela, esa no era la Rin que ella crió. Recordó al apuesto caballero que las abordó en el supermercado, al cual incluso invitó al asado familiar. En ese entonces le pareció alguien completamente normal, incluso asistió al evento con su esposa, todo esto debía tratarse de un gran malentendido. Sacó su teléfono y marcó el número de Kagome, tal vez ella le pudiera aclarar de qué se trataba todo este malentendido. El sonido de la llamada timbró varias veces, pero fue enviada a buzón después de unos segundos. La mujer volvió a marcar, pero esta vez, Kagome respondió con voz trémula.

―Señora Hitomi, ¿a qué debo el placer de recibir su llamada? ―se escuchó al otro lado de la línea.

―Kagome, ¿se puede saber qué es lo que sucede con Rin?, y ¿por qué Kohaku está tan lastimado? ¿Es verdad lo que me dijo sobre mi hija? ¿Acaso ella tiene una aventura con el jefe de Kohaku?

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