Aunque este capítulo aborda un tema traumático en la vida de Jimin, es importante recordar que su historia es compleja y que este momento es solo una parte de su viaje.
En su época de estudiante en el Colegio Fischer de Busan, Jimin poseía un encanto natural que lo hacía destacar en el campus y entre sus compañeros. Su sonrisa cálida y su mirada amable eran irresistibles, y su personalidad carismática y empática hacía que todos se sintieran atraídos hacia él.
Jimin tenía un don especial para hacer que los demás se sintieran vistos y escuchados, y su presencia era un punto de apoyo para aquellos que lo rodeaban.
A menudo, era guiado por su curiosidad y entusiasmo genuinos que lo hacían irradiar una energía positiva que envolvía a todos a su alrededor.
Era común verlo caminar por los pasillos del colegio como si estuviera en las nubes, enamorado de la vida, de su propia vida, con su diario y un lápiz en mano, componiendo versos en su mente que luego escribía en sus páginas.
También estaba atraído por la idea de cantar y expresarse a través de su voz, y se había unido al coro del colegio, donde pasaba la mayoría de sus descansos y momentos libres. Incluso, algunas personas comentaban sobre las presentaciones que hacían, y algunos estudiantes admitían que solo asistían a las presentaciones por él, lo cual solía apenarlo un poco.
Pero su verdadero enfoque siempre estuvo en el patinaje artístico, un deseo que nació cuando tenía solo cuatro años y vio a su madre deslizarse sobre el hielo con gracia y elegancia. En ese momento, su figura etérea y grácil le pareció una flor de hielo que se desplegaba bajo la luz. Desde entonces, su fascinación por el patinaje creció sin cesar, y pronto se convirtió en un acompañante fiel de su madre en las competencias, donde se emocionaba al verla brillar en la pista y sentir el orgullo de ser su hijo.
Con el tiempo, su admiración por su madre en la pista se transformó en un anhelo irreprimible de compartir su pasión. Un día, con ojos brillantes de emoción, se acercó a ella y le hizo una petición que cambiaría su vida para siempre: “Mami, ¿puedo tener patines? ¡Quiero patinar como tú!”.
La petición de Jimin fue recibida con una mezcla de sorpresa y diversión por parte de sus padres, quienes reaccionaron de manera diferente ante la idea de su hijo patinando.
Su madre, con una sonrisa cálida y amorosa, se inclinó para abrazarlo y susurrarle al oído: “Por supuesto que podrás tener patines, cariño”.
Su padre, por otro lado, levantó una ceja y se rió, “¿Patinaje artístico? ¡Eres el hijo de un jugador de hockey! ¿No te gustaría seguir mis pasos y jugar hockey como papá?”
Sin embargo, al ver la ilusión en los ojos de Jimin, su padre no pudo evitar sonreír y decir: “Bueno, supongo que el patinaje artístico también es un deporte noble”. Aunque, en su interior, esperaba que Jimin superara esa fase pronto, como tantas otras cosas que los niños quieren y luego olvidan.
Así, a medida que creció, Jimin se sumergió en una variedad de entrenamientos que complementaron su pasión por el patinaje artístico.
Durante los veranos, practicaba natación para mejorar su resistencia y coordinación. En otoño, se unía a clases de gimnasia para fortalecer su cuerpo y aumentar su flexibilidad. En invierno, se centraba en el patinaje artístico y el ballet clásico, perfeccionando sus técnicas y rutinas. Y en primavera, exploraba la danza contemporánea y el yoga para mejorar su expresión y equilibrio.
Años de dedicación y esfuerzo comenzaron a dar frutos de manera notable. Su técnica de patinaje mejoró significativamente, y comenzó a destacar en competiciones locales y nacionales. Este éxito le dio la confianza para seguir perfeccionando su arte.

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Tus huellas sobre el hielo ✓ [ Parte I y II ]
FanfictionEn la pista de hielo de Lé College Rosé, donde la rivalidad y la pasión se encuentran en cada curva, los patinadores artísticos, Jimin, Taehyung y Seokjin se enfrentan a los jugadores de hockey, Yoongi, Jungkook y Namjoon en un juego de rivalidad y...