“¡Haha, eres muy gracioso, Min! Pero ahora que vamos a trabajar juntos deberías dejar tus bromas de lado.”—¿En serio, Park? —dijo Yoongi, arqueando una ceja mientras miraba la respuesta de Jimin en su celular. —¿De verdad no te das cuenta?
Después, lanzó su celular dentro de su maleta de entrenamiento con un suspiro profundo y se desplomó en la banca de madera, rodeado del intenso olor a sudor y equipamiento de hockey. Luego, se cubrió la cara con las manos y se frotó los ojos, como si intentara borrar la imagen de esas palabras de su mente.
A su alrededor, los demás jugadores salían de las duchas, riendo y charlando mientras se secaban y se vestían. Pero Yoongi apenas prestaba atención, consumido por la duda: ¿Cómo podía Jimin pensar que estaba jugando?
«¿Y cómo podría esperar que me vea de otra manera?», se preguntó Yoongi, mientras se inclinaba hacia adelante, y su cabello se deslizó sobre su rostro como una cortina. «Yo solo soy un admirador silencioso, alguien que nunca se ha atrevido a decirle lo que siente.»
Pero es que Jimin siempre había sido, en su mente, una presencia que emanaba una belleza y una fortaleza que lo dejaban sin aliento, alguien que lo hacía sentir pequeño en el mejor sentido, y que le provocaba un extraño y agradable estancamiento del tiempo, como si su corazón hubiera encontrado un ritmo más lento y más profundo.
Tanto que, en sus momentos más oscuros, Yoongi se sorprendía deseando que Jimin lo amara con una intensidad devoradora, con el mismo fervor y entrega que parecía reservar para todo lo que hacía.
Pero si eso era demasiado pedir, si Jimin no podía amarlo de esa manera, entonces Yoongi quería que lo destruyera, que lo redujera a cenizas con la misma fuerza brutal que había visto arder en sus ojos en momentos de furia.
Porque cualquier cosa era mejor que la idea de que Jimin lo mirara sin sentir nada, que su presencia no despertara en él ni un estremecimiento de deseo ni un escalofrío de intimidad.
Cualquier cosa era mejor que la indiferencia de Jimin, que la sensación de ser invisible para él, de ser alguien que podía estar o no estar sin que nada cambiara en su mundo.
Y Yoongi quería ser visto, quería ser sentido, quería ser alguien que dejara una huella imborrable en el corazón de Jimin, y que al mismo tiempo, encontrara un refugio seguro y lleno de amor en sus brazos.
Pero aunque no lo lograra, su recompensa habría sido el amor mismo, el haber amado a Jimin sin reservas ni exigencias personales.
Ya que para Yoongi, Jimin era perfecto tal como era. No necesitaba cambiar su sonrisa, su risa, su forma de caminar o su manera de amar. Tampoco tenía que ajustar su corazón, sus pensamientos o sus sueños para encajar en su ideal.
«Conmigo todo hubiera sido más fácil», se dijo Yoongi, arrepintiéndose de haber dejado que Eunwoo se acercara a Jimin. «Conmigo, Jimin hubiera conservado un poco más de sí mismo».
Fue en la tarde que visitó a Jimin en su casa, cuando todo cobró sentido para Yoongi: Eunwoo no había apreciado la belleza única de Jimin, tampoco supo armar sus piezas y, en su frustración, las dejó caer, como si fueran pedazos de vidrio irreparables, sin valor alguno.
Y al ver a Jimin fragmentado, como un espejo roto que refleja solo pedazos de sí mismo, Yoongi se sintió impulsado a intentar recomponer lo que Eunwoo había destruido.
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Tus huellas sobre el hielo ✓ [ Parte I y II ]
FanfictionSobre el hielo, las heridas no se congelan, sino que arden con más fuerza. Pero ¿podrá el amor sanarlas y sobrevivir al drama y misterio que lo rodea? ... "Tus huellas sobre el hielo" es un drama psicológico que te sumergirá en un mundo de amor, dra...