Capítulo 16

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Lovely/Billie Elish, Khaid

*RELOJ*

Matías.

Los hombros me pesan, el sudor hace que el pelo se pegue a mi frente, el sol iluminaba Londres como nunca antes, los gritos del entrenador tenían al equipo en un estado de zozobra poniendonos a jadear con el pecho contra las gradas. 

—¡Una más!—sigue gritando. Thomas quien era que llevaba el mando de los ejercicios tenia los ojos cerrado por el esfuerzo, desde donde estaba podía escuchar los lamentos de algunos, pero aquello era necesario si en verdad queríamos ganar el partido que se acercaba.

Los minutos transcurre dejando el esfuerzo de subir y bajar en mis brazos, el sol me quema la espalda, pero ignoro aquello contando en mi mente las pechadas que faltan; obvio la voz del entrenador que me pide que las ejerza con menos fuerza. Los ojos no lo cierro, fijo mi vista en como el pasto verde de la cancha brillaba con los reflejos del sol, el pecho me pesaba, haciendo que unos ojos azules pasen por mi mente, «Maddison».

—Sesenta y ocho, sesenta y nueve, setenta. —Me pongo sobre mis pies dejando a los demás con el pecho entre las gradas y me volteo cuando veo al entrenador venir a mi puesto. 

—Vuelve al suelo—demanda. 

Enarco una ceja y le sonrío con burla. 

—Ya completé los ejercicio— dejo claro—. Mañana nos vemos en el juego. 

Le rodeo cruzando por su lado, pero el que me tome del brazo me hace bufar. 

—¡Estas en mi cancha, Iabarrazi! —el equipo se pone en pie y me cruzo de brazo, el día no había sido el mejor y el que mi corazón retumbe con fuerza contra mi caja torácica no ayudaba—. Vuelve al piso. 

—¿O sino qué?— escucho a los del equipo jadear y miro los ojos marrones del entrenador con calma—. ¿Me vas a expulsar?

Los dos sabíamos que hacer aquello era una pésima idea, y el que diera un paso atrás me lo confirmo, le di una ultima mirada antes de reanudar mis pasos. 

En el pasillo dirijo con calma mis pasos a los vestuarios y el que Massimo me este esperando en ellos no me sorprende. Lo esquivo sacando de mi casillero el poloche del equipo que me pongo y tomando mis cosas de el, me coloco mis anillos, saco las llaves del jeep, pero...

—Mat...—mis puños se alzan y el que esquive el primer puñetazo que le lanzo me molesta, porque significa que me conocía lo suficiente como para saber que la había jodido—. Era solo un cazzo di scherzo!

«Era una maldita broma». 

El puñetazo en el estomago no se lo espera encorvándolo y molesto cierro con fuerza la taquilla del casillero. 

—¿Sabes el problema que tu maldita broma me causó, hijo de perra?—levanta las manos en forma de redición y me obligo a mirar el techo blanco para calmarme—. Solo no vuelvas a mencionar una mierda de que hacemos o con quien andamos delante de Maddison— asiente, y paso por su lado largándome del lugar.  

Respirar me parece un sacrificio sabiéndola molesta conmigo. El impulso de parecer en su casa lo freno cuando subo al auto, James no iba a permitir que cruzara el umbral de la entrada, agregándole que la princesita seguro no iba a querer recibirme. Era un jodida porquería lo que me hace quererla como lo hago sabiendo que aquello no era lo correcto. Estaba condenado, porque mis errores cada día me pesaban mas. Lo hastiado me tenia sin horizonte ya, porque todo me gritaba que me iba abandonar si supiera toda la mierda que me envolvía. 

PEQUEÑAS MENTIRAS ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora