Capítulo 15

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Electric Light Orchestra/Mr. Blue Sky 

*MENTIRAS*

Maddison. 

Mi vista se pierde en la lámpara de cristal que cuelga desde arriba en el centro de la mesa; la casa se escuchaba movida a está hora de la mañana, desde mi puesto puedo escuchar a los empleados desayunando en la cocina, y quisiera estar ahí.

En estos momentos cualquier cosa me parece mas entretenidos que los ojos acusadores de papá sobre mi. Evitando su mirada a toda costa, mi vista se pierde en mi plato, los huevos sobre la tostada me parece poco apetitosa, pero me lleno la boca de ella queriendo que el tiempo vuele y escuchar la voz de mi primo gritándome que me apresurara para ir a clases.

—Entonces... ¿Olivia y tu se divirtieron el sábado?— Volteo los ojos con la pregunta que suelta, y miro a mi madre que también echa los ojos para atrás. Llevaba desde el sábado en la noche con lo mismo, y lo único que recibía de mi parte era un «bien».

—Perdí la cuenta de las veces que me lo has preguntado ya...—Me quiero dar un golpe en la frente cuando suelto aquello sin pensar, pero el estar hastiada de lo mismo me supera—. ¿Qué es lo que quieres preguntarme realmente, papá?

—Alexander...

Mamá trata de calmar la furia descomunal que surgen en él de repente, pero no se inmuta a su llamado, sino que se levanta de la mesa con brusquedad comiendome con los ojos.

—¿Crees que somos estúpidos?— Se acerca y me quedo en mi puesto viendo con cautela como dirige con calma sus pasos hacia mí—. Te quedaste en la casa de ese delincuente, y tiene el descaro de venir a mentir aquí.

Su reclamo me hace bajar la vista, sintiéndome ridícula y avergonzada por primera vez en la vida.

—Y yo...—trato de buscar una excusa que justifique mi comportamiento, pero no la encuentro.

El silencio nos toma y me atrevo alzar la vista para chocar mis ojos con los de papá que me ven como si no me reconociera. La decepción que encuentro en su iris me nubla la vista y miro a mamá en busca de ayuda, pero niega y se pone al lado de mi papá, igual de decepcionada.

—Estas castiga.

La voz de mi progenitor se escucha contenida y me levanto del asiento haciendo que quedemos frente a frente. Arrugo las cejas sin entender.  En los cortos dieciséis años de vida que tengo jamás me habían impuesto un castigo, nunca di motivos, que comenzara hacerlo ahora me parecía una bazofia a mi que sabía que no había algo lo suficiente bueno que extrañaría si me lo quitaban.

—Te queda prohibido el dormir fuera de casa.— Muerdo mis labios y respiro profundo. Me lo merecía, pero no dejaba de molestarme. —Te queda prohibido el usar tus tarjetas, y tus salidas tienen toque de queda a partir de ahora.

—¿Y si necesito materiales para la escuela?— no puedo evitar hablar, y me mira sin gracia.

—Lo vienes a pedir y con mucho gusto alguien te acompañará a comprarlo.

Doy un asentimiento de cabeza y me doy la vuelta con intensión de irme, pero...

—No he terminado— me hace voltear—. A Matías dejas de verlo, su amistad no te conviene.

—No.

Su mandíbula se tensa y da un paso a mi de manera desafiante, pero no me asusta, no había nada ni nadie en el mundo que pudiera frenar lo que me cala en los huesos cada que tengo al pelirrojo cerca y no iba a dejar que se metiera en eso.

PEQUEÑAS MENTIRAS ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora