Marilyn Mason/Killing Strangers
*STRANGERS*
Matías.
Subo la velocidad cuando estoy entrando a la urbanización dónde está localizada la mansión, el pecho me retumba de una manera inexplicable y el éxtasis que siento hace que mi cerebro arrojé un nombre a mi cabeza que hace que los latidos del corazón se me aceleré.
Las ruedas del Jeep derrapan en el asfalto cuando entro a la propiedad de Aless, Massimo que se encuentra recostado en unos de los autos de seguridad se espanta, se levanta los lentes de sol que lleva puesto, me sonríe desde donde está y me hace una estúpida reverencia con burla haciendo que blanquee los ojos sin poderlo evitar, bajándome del vehículo sin ocultar lo bien que me cae este hijo de puta.
Unos de los guardias me quita las llaves y observo con el ceño fruncido como el equipaje del pelinegro aun se encuentra a su lado. Kéven y Steven que son lo que custodian la entrada evitan mi mirada y me acerco a Massimo que no espera mucho tiempo para darme un abrazo. Se lo acepto varios segundos y me aparto mirando con extrañeza su muestra de afecto; sus ojos grises me detallan y le doy un empujón cuando me quita la gorra del pelo revoloteándolo.
—¿Qué haces, imbécil?—me quejo y lejos de detenerse se echa a reír.
—¡Que grande que estas rojito!—Me atropella intentando mandarme al suelo y con esfuerzo logro quitármelo de encima—. Ya se te dañó el genio—, me olvidaba lo fastidioso que puede llegar a ser.
A duras penas logro arrebatarle la gorra nuevamente volviéndomela a colocar arreglado mi mata de cabello pelirrojo.
Muestra sus dientes en una sonrisa divertida y solo doy para medio mirarle el cambio que se hizo en el pelo, desapareciendo toda su melena pelinegra dejando solo un rastro de cabello en él.
—¿Qué te hiciste?—mi pregunta lo hace reír dejándome ver el tatuaje de un león en su cuello—, perdiste el juicio.
Niega de manera divertida y me encojo de hombro sin darle importancia a su actitud despreocupada.
—¿Por qué no has entrado?—le pregunto ordenándole a Steven que reciba sus maleta y encaminándome adentro sin esperarlo.
—Esperaba que le diéramos la sorpresa juntos a papi...— deja ir con un deje de burla haciendo que blanquee lo ojos.
Me sigue con su típico caminado desganado e ingreso a la mansión encontrándome a Alessandro en unos de los sofás de la sala con los ojos puesto sobre la alfombra y una copa de vino en las manos. Nuestros pasos lo alertan y clava los ojos varios segundos en los míos para luego dirigirlo al pelinegro tatuado a mis espaldas.
Se pone de pie con su típica mirada altiva y le indico al guardia que nos sigue que suba la maleta a una de las habitaciones; el mismo arruga las cejas inconforme con la orden y el que una empleada bajita aparezca le relaja el gesto.
—Hacia aquí, Steven...
Se pierden escalera arriba y me siento en unos de los sillones de la sala haciendo que Massimo me imite y sonría.
—¿Qué diablos, Matías?—Su primera queja, arrugo las cejas mirando de reojo al pelinegro que se puso cómodo donde está, subiendo las botas que llevaba puesta a la mesita de enfrente del sillón.
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PEQUEÑAS MENTIRAS ©
Action"Tan imposible es avivar la lumbre con nieve, como apagar el fuego del amor con palabras." - William Shakespeare.