»Capítulo 2«

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1918. Washington, D. C.

-Sírvame otro.

Al fondo se escuchó el griterío y la música en vivo que provocaba a las personas presentes contagiarse de la alegría y entusiasmo de esos momentos.

Había cerveza lloviendo por todas partes, salpicando a los sudorosos y calurosos rostros de los hombres uniformados que celebraban el triunfo de su país contra tierras alemanas.

De ese modo, finalmente el hombre tomó su tarro lleno de cerveza y se encaminó hasta encontrarse a la mesa en donde estaba su hermano. Sonrió con cierta relajación y observó fijamente cómo las mujeres descansaban a los costados del tipo que compartía un vínculo sanguíneo con él.

-¡Vamos, Logan, diviértete un poco! ¡Únete!

Y una de las mujeres le extendió la mano con cierta picardía, al tiempo en que el mencionado ladeaba la cabeza y volvía su mirada a su hermano.

-¿Te la estás pasando bien, Victor?

-¡De maravilla! ¡Ah, vamos, una victoria más a nuestro repertorio! Esos alemanes se cagaron en los pantalones al vernos llegar, ¿eh? -y soltó una carcajada mientras rodeaba las cinturas de ambas mujeres y entonces se inclinaba hasta besar la boca de una de ellas-. ¡Hoy voy a pasarla muy bien!

Logan asintió apenas, así que después de ello, se dispuso a sentarse justo en el costado libre en donde Victor estaba con las mujeres. Apenas lo hizo, esperó a que alguna de la variedad de féminas presentes se le aproximara (como de costumbre) para pasar una buena noche.

Y no tardó mucho en conseguir una con una media sonrisa coqueta al tiempo en que su masculino porte de soldado con aquel bronceado y ese vello expuesto en sus brazos atrajo a una de ellas.

Era atractiva, con una sonrisa medio linda, pero con un pésimo color artificial en el cabello que no quedaba con su tono de piel olivo.

Estuvo un buen rato con ella, compartiendo unos momentos de coqueteo con risas falsas y cerveza cayendo de su tarro de cerveza de vez en cuando.

Al tiempo en que se disculpó un rato para ir a llenar su tarro a la barra, repentinamente tuvo curiosidad de las personas a su alrededor.

Todos cantaban, bailaban o se divertían por la celebración de la conclusión que obtuvieron de la llamada Primera Guerra Mundial.

Los hombres tenían los rostros enrojecidos y el sudor en gotas se hacía presente en sus frentes.

Las mujeres eran, por supuesto, el espectáculo, siendo objetos de las lascivas miradas pervertidas de más de uno, acompañado de los cumplidos sexuales y los silbidos.

Sin embargo, cuando el bartender le colocó su cerveza en la barra, al volverse para tomar su tarro y darle un sorbo, repentinamente se vio empujado por la cautivadora cabellera fogosa que se advirtió enfrente suyo, pasando en un fugaz momento.

Divisó la forma en que sus caderas se movían, la silueta de su cuerpo y, en cuanto creyó que podría recobrarse, la mujer se giró e incrustó la profunda y azulada mirada que lo dejó sin palabras al principio, casi como si no tuviera la voluntad de hacerlo por sí mismo.

Y es que hizo danzar sus ojos de arriba a abajo, incapaz de dejar de verla de esa forma de impresión que pocas veces tenía con alguien.

-¿Es tu modo de coquetear? -preguntó ella y su voz lo dejó hipnotizado por el sensual y firme tono que utilizaba. La mujer se giró sobre sus talones y se colocó enfrente, ladeando su cabeza al tiempo en que colocaba su brazo sobre la barra, recargándose con relajación-. ¿Vienes acompañado?

𝐀𝐭𝐚𝐯𝐢𝐬𝐭𝐢𝐜 𝐃𝐚𝐫𝐤𝐧𝐞𝐬𝐬 𝐢𝐧 𝐔𝐬 [𝐖𝐨𝐥𝐯𝐞𝐫𝐢𝐧𝐞]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora