31 ⫸Shinavi

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Todavía era de noche cuando tocamos la puerta

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Todavía era de noche cuando tocamos la puerta. Demoraron en atender después de golpear varias veces y las cortinas de una ventana se movieron, demostrando que había alguien dentro.

Al abrir, una chica que rondaba mi edad, quizás un par de años más, nos devolvía la mirada. Era alta, casi tanto como Skyler. Llevaba pantalón holgado y suéter gigante. El cabello rizado en diminutos mechones no tocaba la base del cuello, apuntando en todas direcciones. Su piel era de un color que recordaba a la miel, algo tostada por el lugar donde vivía y el sol del sur.

Tenía una taza en la mano. Leí claramente lo que decía: "Lágrimas de mis lectoras". Sin embargo, dentro solo había café.

Nos miraba como si sus ojos no dieran crédito a lo que veía.

La dirección que nos diera la amiga de Shinavi era atravesando la ciudad de Indaba. Pasamos por una carretera al borde del mar y un par de playas de arena oscura. Nos tomó más de lo previsto llegar a la pequeña casa en la playa, alejada del mar, como si la marea decidiera subir demasiado de vez en cuando.

Días de viaje y cansancio, golpes, huidas y lágrimas, pero había valido la pena.

La chica pasaba la vista de uno a otro sin agotarse. No era precisamente nuestro mal aspecto lo que le sorprendía.

—No es posible —murmuró.

Su voz era suave y dulce, la de una niña pequeña, desentonaba con su estatura e imponente figura.

—Es ella —aseguró Skyler al verme de reojo.

—Eres tú —respondió, aunque no le hubiesen hablado a ella—. No puedo creer que seas tú... Pensé... No puede ser.

La voz de ella, él la reconocía. Se estudiaban como si fueran viejos conocidos y es que lo eran. De no ser por el sueño, habría vuelto a mi fase de negación, esa en la que era imposible que mi personaje favorito de Wattpad estuviera frente a mi escritora favorita. Ni tan siquiera había reparado en que la estaba conociendo.

—Vinimos a hablar contigo —dijo Skyler—. Espero que tu amiga contara los detalles.

Shinavi abrió y cerró la boca varias veces.

—Pa-pasen —concluyó, apartándose para que pudiéramos entrar.

La sala de estar era acogedora y caminé con temor. Mis ojos se fueron al decorado minimalista en combinación con el piso que imitaba madera a las butacas, tan cómodas que me invitaban a dormir.

Nos condujo al final del primer piso, a lo que debía ser su estudio. Estaba más desordenado, con una estación de trabajo alargada, dos ordenadores, papeles y cuadernos por toda la mesa. Tenía una repisa llena de libros bien colocados. Al otro lado, un librero ocupaba la inmensa pared. Fuera de una biblioteca, jamás había visto tantos libros juntos.

Un sofá cama color marrón se ubicaba junto a las puertas dobles de cristal que daban a un porche amplio, con una vista privilegiada a la playa.

El lugar tenía el aspecto de ser lo único que ocupaba en la casa, como si las habitaciones, que seguramente estaban en el segundo piso, no existieran.

Mi crush literario © [LIBRO 1 y 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora