31 ⫸ Las mentiras son difíciles de mantener

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—Dos veces —mascullé en lo que Williams me guiaba por los pasillos principales de la cárcel.

El hombre de piel morena frunció los labios y sus aletas nasales se dilataron.

—Angelo Russo es escurridizo —dijo en voz baja—. No hemos encontrado la manera de predecir lo que hará y tú... —Me miró de reojo—. No has logrado llegar hasta las personas que lo están ayudando porque no está solo en esto, hay gente respaldando sus movimientos.

Tenía razón. A pesar de que había puesto de cabezas y reordenado la oficina de Fabriccio, que pasaba las noches encerrada allí para entender lo que hacía, la información que manejaba, todo... No era suficiente.

Contacté a personas de confianza, Williams entre ellas, el único que no me cerró la puerta en la cara o me colgó el teléfono. No confiaban en mí, yo no era Fabriccio y, tras su muerte, nadie confiaba en nadie. No podía culparlos, pero mis problemas seguían existiendo: Angelo estaba suelto.

—Dos operativos en los que hemos llegado demasiado tarde —murmuré—. Se nos acaba el tiempo y Skyler cada vez se desespera más. —Aunque fingía que no—. No puedo seguir pidiéndole plazos para solucionar esto a mi manera. Siento que en cualquier momento se lanzará a la calle para recorrer toda Sicilia con tal de encontrar a Angelo.

—Estoy haciendo lo que puedo —dijo Williams y abrió una puerta para dejarme pasar—. Angelo se mueve cada noche de un lugar a otro, a menos que aprendamos a teletransportarnos o alguien de su confianza lo traicione, no lo atraparemos.

Eso era exactamente lo que estaba buscando.

Llegamos al final de un pasillo donde dos guardias custodiaban una puerta. Williams les hizo una señal con la cabeza y desaparecieron.

—Lamento haber demorado tanto en hacer posible esta... visita.

—Supongo que no es fácil comprar a media cárcel.

Su silencio me confirmo que se estaba jugando el pellejo por llevarme ahí.

—Tienes cinco minutos si piensas hacer lo que me dijiste, diez si cambias de opinión.

Le di un vistazo a mi reloj y asentí antes de pasar.

En los últimos días, el tiempo se me escurría y no llegaba a ninguna parte. Skyler se sentía impotente y ansiaba poner sus manos sobre Angelo, no lo podía culpar, ni por eso, ni por su necesidad de buscar algo en lo que ocupar su mente. No quería pensar en la muerte de Fabriccio y yo tampoco, Mario estaba viviendo el mismo dolor.

El escape de Skyler era el gimnasio, el de Mario, estar fuera, en las calles, moviendo todos sus contactos para brindarle ayuda a las víctimas de las explosiones. Yo solo había encontrado algo de paz en la oficina de Fabriccio, encerrada, pretendiendo que avanzaba cuando estaba tan cerca de encontrar a Angelo como de volver a mi universo.

Apenas tenía tiempo para ver a Skyler, le huía, por vergüenza, resultaba imposible mirarle a los ojos. Me había buscado varias veces, pero solo acepté hablarle cuando tuve que pedir una semana más para encontrar a Angelo. Esa semana de extensión estaba terminando.

Él quería mi compañía, pero yo no podía dársela. Si no estaba en condiciones de ayudarme a mí misma, tampoco lo estaría para ayudar a otra persona.

Cada día me alejaba más de él y de Mario, mientras Paula estaba más cerca de ellos. No sabía qué pensar de eso, solo que mi cabeza no tenía lugar para tantos conflictos y a duras penas podía dormir una par de horas diarias.

Mis pasos resonaron en el pasillo vacío que conducía a una única celda al final. No había rejas de hierro, paredes de piedra, humedad o pobre iluminación como en la mayoría de las películas. El espacio preparado para albergar a una persona era inmaculado y limpio. Al otro lado de una gruesa pared transparente estaba Alicia Russo.

Mi crush literario © [LIBRO 1 y 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora