19 ⫸ No cambia nada

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Dakota POV

Había terminado en tan mal estado que ni en un lugar "mágico" la recuperación podía ser instantánea. Haber sobrevivido a aquel castigo no era normal. Me costó volver a ponerme de pie por mis medios. Pasaba todo el tiempo en la cama, pensando, dándole vueltas a lo sucedido y a lo que haría cuando mi piel no ardiera y cada músculo del cuerpo no chillara de dolor cada vez que respiraba.

—¿Puedo pasar? —preguntó alguien desde la puerta.

Reconocí la voz de Mario. Fue quien llamó al médico cuando llegamos y Fabriccio me llevó en brazos hasta mi habitación, donde perdí el conocimiento. Las noches que le siguieron a mi llegada, él había aparecido después de terminar su trabajo. No sabía ni la hora porque mis ventanas se mantenían cubiertas por las cortinas para que no me tocara ni una gota de luz solar. Estaba casi segura de que habían pasado dos días, pero podía estar equivocada. Mario apareció con el traje de la última visita. Puede que fuera el mismo día.

—Estás despierta —dijo al pararse a mi lado.

Me costó parpadear y ajustar los ojos para enfocarlo a una corta distancia, cuando se sentó a mi lado sin rozarme para no hacerme daño.

—Supongo que sí —murmuré y mi voz todavía no era la de siempre porque la deshidratación había tenido consecuencias.

Negarme a beber el agua que Fabriccio me ofreció tantas veces había sido un error.

Traté de incorporarme y las piernas, que por horas se sintieron adormecidas, dispararon señales a mi cerebro que me hicieron desear cortarlas. Eran como agujas a fuego vivo enterrándose en la planta de mis pies. Los zapatos y la caminata me habían destrozado. Los mantenía bajo las sábanas porque me daba miedo mirarlos.

—Traje algo que te aliviará.

Colocó sobre mi abdomen un pote de lo que parecía ser crema. Intenté incorporarme y no pude por mí misma. Mario me tomó por debajo de los brazos, por donde único yo no chillaba cada vez que me tocaban. Dejó que me acomodara de la mejor manera sin que mis hombros doloridos o la parte alta de mi espalda tocara la cabecera de la cama.

Me había traído algún tipo de gel que, cuando lo esparcí en mi brazo, el alivio fue instantáneo, como si una suave brisa tocara mi piel quemada. Apliqué por todos los lugares que pude, me habría sumergido en el pote si no hubiese sido tan pequeño. En la cara fue más agradable aún.

—Gracias por el cambio de las sábanas.

Las del día anterior me habían molestado y, mientras me ayudaban a bañarme, él hizo que las cambiaran por unas de algún material que se sentía como agua.

—No fue nada —dijo, mirando como yo esparcía el gel en el dorso de mi mano.

Me parecía que estaba avergonzado, que se sentía culpable.

—Me pones en la espalda —dije para que no siguiera pensando de más.

Abrió y cerró la mano para alcanzar el pote, dudó antes de asentir.

—No tienes que bajar los tirantes —dijo cuando fui a quitarme la fina camiseta—. Puedo ponerte...

—Me viste desnuda el día que llegué así —dije para que no tuviera en cuenta tonterías como la desnudez—. A menos que te haga sentir incómodo, puedo hacerlo, no me molesta.

Lo miré por encima del hombro al acomodarme para que aplicara el gel. Sus ojos oscuros estaban cargados de lástima, odiaba que me vieran así, pero Mario estaba preocupado, no podía culparlo y reprocharle por eso, solo agradecer que él y Fabriccio hubiesen estado tan al pendiente de mi evolución.

Mi crush literario © [LIBRO 1 y 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora