Los primeros meses de reclusión pudieron haber sido peores.
Se me tenía permitido salir durante las comidas, acudir a la biblioteca y a veces hasta pasear por los patios de palacio. Esas normas no duraron demasiado.
Dejaron de permitirme salir al exterior cuando en uno de los paseos a media tarde, aprovechando el despiste de uno de los muchos centinelas que siempre me acompañaban, salí corriendo hacia el muro, en un intento desesperado por encontrar el agujero y escapar de aquella locura. Pero al separar los setos me llevé la desagradable sorpresa de encontrarlo tapiado. Al ver esto, los guardias terminaron volviendo a llevarme al interior, entre gritos y golpes por mi parte, para informar a madre.
Y en lo referente a ir al comedor... Digamos que comer con madre se hacía complicado porque yo casi no podía hablar sin gritar o perder el control.
Sí, las libertades del principio solo se mantuvieron durante los dos primeros meses.
En conclusión, ahora no podía salir de la habitación.
Fueron dos semanas horribles, completamente encerrada, comiéndome la cabeza y desesperada por intentar encontrar una forma de escapar.
No tenía permitido hablar con nadie, ni nadie venía a hablar conmigo. Solo a veces madre, y muy de vez en cuando, para intentar hacerme 'entrar en razón' sobre que eso era lo mejor. ¿Cómo iba a ser lo mejor mantenerme encerrada en contra de mi voluntad? Me había rendido con ella hacía bastante, porque era igual que hablar con una pared testaruda.
Menos mal que un maravilloso día alguien entró de golpe en la habitación, dando un fuerte portazo tras de sí. Ellyn.
No tenía ni idea de cómo reaccionar a eso.
-Dioses, menudos guardas más duros... -murmuró mientras se alisaba la falda del vestido. Me quedé muda. -¿Qué? ¿Ni siquiera vas a saludarme?
-Eh- Ellyn. -suspiré mientras corría a abrazarla- ¿Q-qué haces aquí? ¿Cómo has entrado?
-¿De verdad quieres saberlo? -me miró haciendo una mueca. Negué con la cabeza. -No sabes lo que me ha costado llegar hasta ti.
-¿Vas a sacarme de aquí? -pregunté esperanzada.
-Eso sería demasiado complicado. Muy complicado. No podemos arriesgarnos tanto. -añadió mientras rebuscaba en el bolso que no me había dado cuenta de que portaba- Ahora... Me temo que no tenemos mucho tiempo, así que toma.
Rápidamente, me tendió un trozo de pergamino y una bolsita de tela marrón.
-¿Qué...? -no me dió tiempo a terminar de formular la pregunta.
-Esto -dijo señalando al pergamino -te permitirá hablar con él.
Él. Azriel. No hacía falta decir su nombre.
-Y esto... -continuó señalando la bolsita - Para esto no tenemos tiempo. Tú solo mantenlo cerca de ti.
-De acuerdo. -asentí observando los dos objetos, sinceramente, un poco confusa.
-Bien. -Me miró a los ojos y no dijo nada -Bien, bien, ahora debo irme. Rápido. -dijo mientras recogía con rapidez el bolso y se daba la vuelta.
-Espera. -dije sujetándola por el codo -¿Cómo está? -pregunté con cierto miedo.
Ellyn evitó el contacto visual y respiró con fuerza un par de veces antes de abrazarme con fuerza.
-Hago lo que puedo, Ilarya. Estoy haciendo lo que puedo. -dijo al fin.
Antes de que me pudiera dar cuenta, Ellyn había desaparecido.
Hago lo que puedo.
Esas palabras se quedaron retumbando en mi cabeza, una y otra vez..
Demasiados pensamientos, problemas, preocupaciones, dudas...¿Puede un ser humano soportar todo lo que yo sentía en ese momento? ¿Mantenerse cuerdo ante tantas adversidades? ¿Soportar tantos golpes y no caer?
¿A qué se refería Ellyn? Y si... No, no era posible. No quería ni pensarlo, ni tampoco el hecho de que la guardia que rodeaba el castillo, según Ellyn, era demasiado densa como para poder sortearla y que entonces no tenía ni la más mínima posibilidad de escapar.
En cuanto quise darme cuenta, estaba de rodillas en el suelo y mi respiración ya era irregular. No sabía cuánto tiempo había pasado.
Hasta que recordé lo que tenía en las manos. Lo que podía hacer con lo que tenía en las manos.
Me tomé unos minutos para terminar de calmarme y me levanté lentamente del suelo.
Caminé despacio hacia el escritorio, pensando en qué le diría a Azriel. Qué le escribiría. Iba a poder hablar con él... Después de meses. Porque sí, ya habían pasado meses... Meses sin verlo, sin escuchar su voz ni sentir sus dedos entre los míos, sin poder aspirar su aroma o sentir sus abrazos. Y ahora... Iba a volver a retomar el contacto.
Tenía una sensación muy extraña en el cuerpo, sentía que las piernas me iban a fallar en cualquier momento y mi estómago era un nido de abejas. Millones y millones de insectos recorriendo mi interior sin descanso. Así me sentía.
Desaté el pergamino y lo extendí con cuidado sobre el escritorio.
Temblorosa, alcancé una pluma y un botecito de tinta.
Antes de escribir nada, manché sin querer la hoja con tres gotas. Me temblaban mucho las manos.
Ya te he dicho que siempre manchas lo que escribes.
Se me detuvo el corazón cuando esas palabras aparecieron de la nada sobre la hoja. Esas palabras. Era él.
-Azriel. -suspiré para nadie.
Por favor, dime que estás bien.
Lo estoy. Tranquila. Ahora necesito saber si tú también lo estás, hay rumores...
Sí. Sí, estoy bien, no te preocupes.
Te he echado de menos.
Yo también.
Las lágrimas ya brotaban ahora sin contención por mis mejillas. Lágrimas de alivio, de alegría quizá, porque había algo menos en lo que preocuparse, porque me había quitado un peso, un miedo, un problema, y todo se había vuelto un poquito más llevadero.
Él estaba bien.
***
Aquel día no hice nada más. Solo escribirle. Porque hablar con él me ayudaba a olvidar durante un momento todo lo malo que estaba sucediendo. Me recargaba y llevaba mucho tiempo necesitando eso.
Antes del atardecer nos despedimos, prometiéndonos hablar al día siguiente.
Me puse en pie y desentumecí mis brazos y mis piernas, que protestaron debido a la cantidad de horas que había pasado sentada. Fue ahí cuando recordé el saquito de tela que Ellyn me había dado.
Recogí el paquete, que no sé cómo había llegado al suelo, y lo abrí con curiosidad.
Me sorprendí cuando una piedra de rubí en bruto cayó en mi mano. La analicé de cerca.
Su color era intenso y sus bordes irregulares, también había partes en las que estaba más gastada que en otras y, en estas, su color cambiaba. Era una pieza bastante curiosa.
¿Qué era? Sinceramente, ni idea.
Volví a guardarlo y cerré la bolsa para ir a esconderla. Junto al pergamino.
Me tomé mi tiempo para encontrar un buen sitio dónde ocultar los dos objetos ya que no podía arriesgarme a que nadie los encontrara. Después de un rato probando, decidí que el fondo del armario sería un buen lugar. Cerré la puerta con cuidado.
Me alejé hasta la cama para dejarme caer sobre esta dando un sonoro resoplido y me quedé tumbada intentando desenredar la maraña que eran mis pensamientos.
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Nota de la autora: HOLAAAA!!! Por fin actualizo!!! Tenía muchas ganas de por fin empezar a subir ya la segunda parte, pero quería esperar a tener escritos varios capítulos. Hoy habrá doble actualización! <3
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La reina del olvido
FantasyIlarya Madingley, la falsa perfección en persona, princesa heredera del reino de Mananthica, lleva una vida basada en mentiras. Ella es curiosa e inconformista, por lo que cuando se da cuenta de que todo el mundo parece ocultarle algo no duda en pon...